Opinión
Ver día anteriorDomingo 26 de enero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Indefensión ciudadana
E

n diversas ocasiones hemos comentado la lamentable destrucción de inmuebles del pasado que daban personalidad a colonias, barrios y pueblos. Esas construcciones reflejaban la mentalidad y valores de una época, así como su entorno: calles, plazas y jardines, incluso camellones, como esos hermosamente arbolados que destruyó el señor Carlos Hank cuando fue regente, para hacer los ejes viales.

Uno de los pretextos más socorridos para justificar la afectación de una zona es la modernidad. En ocasiones es benéfica y en un gran número de casos desastrosa, pero el meollo del asunto es que el ciudadano es víctima indefensa. Un caso es la colonia Polanco: se construyó en los años 40 del pasado siglo y se caracterizó por un estilo arquitectónico llamado por algunos colonial californiano y por otros neobarroco.

Estas edificaciones con extravagante ornamentación de cantera labrada, herrería, tejas y azulejos, que habitaban familias opulentas, convivían con casas más sencillas y edificios de departamentos que ocupaban vecinos de clases medias. Había un rico tejido social que socializaba en el Parque de los Espejos y en la zona comercial, llamada Polanquito, en donde estaban la tintorería, farmacia, el súper, la papelería del míster, la miscelánea, la frutería y demás negocios que caracterizan los barrios y humanizan la convivencia.

Hace unos años, el gobierno capitalino emitió el Bando Dos, para redensificar las viejas colonias. Esto despertó el apetito por terrenos en esa zona para construir edificios que brindan jugosas ganancias. En Polanco las añejas mansiones neobarrocas que no pudieron destruir, por estar protegidas por Bellas Artes, las han recubierto con terrazas de vidrios y la han colmado de negocios, mayormente restaurantes y uno que otro antro; sobra decir lo que esto ha causado en la otrora tranquila colonia. Hordas de valets parkings, escoltas, ruido y un tráfico infernal.

Y ahora se toma la decisión de transformar la avenida Presidente Mazaryk –que ya está saturada de coches– en una vía de súper lujo con un solo carril, para que los negocios que son exclusivos para personas de altísimos recursos saquen terrazas a las banquetas. La idea es hacer una versión autóctona de la Quinta Avenida neoyorquina, que por cierto es muy ancha y no tiene camellón.

Una de las razones por las que el tráfico es diabólico se debe a que a unas cuadras se ha levantado el que llaman el Nuevo Polanco, hace unos años zona industrial y en donde se han construido decenas de edificios de departamentos, oficinas, museos y centros comerciales sin haber abierto nuevas vías de acceso; por supuesto la saturación vial es mayúscula. Resulta increíble que se hayan dado licencias indiscriminadas sin resolver ese aspecto.

Y ahora la cereza del pastel es que esa obra suntuosa de Mazaryk, pretenden que en gran parte la paguen los vecinos, sin importar que no habiten sobre la avenida, ni tengan negocio alguno. Quienes viven a 250 metros tienen que dar una contribución. Tristemente, aunque se quejan y protestan, como en todas las acciones que se han venido llevando a cabo los últimos años, nadie les hace ningún caso.

Para colmo de la tristeza se van de Polanquito los escasos negocios de antaño que sobrevivían: la papelería, la pollería, la frutería y la Casa Conchita que, como tienda de pueblo, tiene de todo: mercería, buen café que muelen al momento, juguetes, canastas, cosméticos, cazuelas y lo que se le ocurra. Hace varios meses les pidieron los locales porque van a abrir más restaurantes. Así, Polanco va a toda velocidad en el triste camino de la Zona Rosa y en gran medida de la Condesa en ciertas zonas.

Para consolarnos un poco ante nuestra indefensión, antes de que los corran vamos a la taquería El Turix, situada en Emilio Castelar 212. Desde hace décadas agasaja con un reducido menú de deliciosos antojitos yucatecos: panuchos, tacos y tortas de cochinita pibil, acompañados de una cervecita.