Opinión
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¿La Fiesta en Paz?

Liene Camarena y Ángela Peralta

Ópera y tauromaquia

José Emilio, ¿taurófilo?

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La soprano Liene Camarena Fogele, acompañada al piano por el maestro Mario Alberto HernándezFoto Archivo
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riginaria de la ciudad de México y licenciada en ciencias de la comunicación por la Universidad Anáhuac, la soprano Liene Camarena Fogele comenzó sus estudios musicales en el Conservatorio Nacional de Música. Posteriormente ingresó a la Escuela Superior de Música de Bellas Artes, donde se graduó con felicitación de la licenciatura en canto operístico. Obtuvo un diplomado en perfeccionamiento vocal del Conservatorio Nacional de Riga, Letonia, y es becaria de la cuarta Convocatoria de Fundación BecArte-INBA 2013.

En 2011 fue finalista del primer Concurso de Canto Lírico del Centro Morelense de las Artes. En diciembre de ese año obtuvo el segundo lugar y el premio especial a la mejor interpretación de ópera en el Concurso de Canto Maritza Alemán. En junio de 2012, recibió del maestro Carlos Miguel Prieto el premio al tercer lugar en el Concurso de Solistas de las escuelas del INBA.

Liene Camarena fue seleccionada para formar parte del programa Russian Opera Workshop 2012, dedicado al repertorio de música rusa, impartido en la Academy of Vocal Arts en la ciudad de Filadelfia, Estados Unidos, donde bajo la dirección de Ghenady Meirson cantó los roles de Masha y Prilepa en la ópera La dama de Picas de Peter Ilich Tchaikovsky, así como diversa música de cámara rusa.

En febrero de 2013 debutó con la compañía ProMúsica de San Miguel de Allende, Guanajuato, cantando el papel de Musetta de la ópera La bohemia de Giacomo Puccini, y en la ciudad de México se ha presentado como solista en importantes recintos como la Sala Julián Carrillo de Radio UNAM, el Alcázar del Castillo de Chapultepec, la Fonoteca Nacional o Radio IMER, entre otros.

En días pasados tuve oportunidad de escuchar la voz magnífica de Liene en casa de su tía Brigita, viuda del maestro Raúl Anguiano, luego de admirar algunos de los muchos dibujos taurinos y cuadernos de apuntes que dejó. Pero otra grata sorpresa a cargo de Liene, espléndidamente acompañada al piano por el maestro Mario Alberto Hernández, es que interpretó, además de arias de Verdi, Bizet y Donizetti, algunas composiciones de la cantante mexicana Ángela Peralta, conocida en los principales escenarios de México y Europa por su privilegiada voz pero no como compositora. Así conocimos bellas romanzas para canto como El deseo e Io t’ameró, y la danza para piano Margarita, y surgió entonces la idea de un disco con las obras prácticamente desconocidas de Peralta.

¿Cómo llegaron esas composiciones a Liene Camarena? El destino de las cosas toma derroteros insólitos. En la valiosa biblioteca de Julio Téllez García está el Álbum musical de Ángela Peralta, con 16 composiciones de ella, entre romanzas, valses, mazurcas, chotis y danzas, editado en 1877, al regreso de su exitosa tercera gira europea, por el escritor Julián Montiel y Duarte, su pareja sentimental y representante tras la muerte en París, un año antes, de su esposo Eugenio Castera. Fueron dos increíbles décadas de gloria y adversidades entre el debut del Ruiseñor Mexicano en la Scala de Milán, a los 18 años, y su prematura muerte en Mazatlán, al contraer la fiebre amarilla.

Contaba Julio Téllez que en un momento de precipitado agradecimiento pensó obsequiar dicho álbum a la entonces primera dama de este franciscano país, doña Carmen Romano de López Portillo, habida cuenta de la afición musical de ésta y de su gusto por el piano, pero que en el camino empezó a imaginar posibles oscuros destinos del libro, se arrepintió y decidió conservarlo, por lo que luego de conocer las facultades vocales de la joven Liene, no dudó en hacerla partícipe de la casi desconocida edición, con venturosos resultados.

¿Y de toros? Bueno, pues resulta que además de comunicadora y cantante de ópera, Liene es una reflexiva aficionada a la fiesta de los toros, luego de descubrir insospechadas semejanzas entre ambas expresiones artísticas. Sin caer en el lugar común que invoca la genial ópera Carmen, de Bizet, a partir de la novela de Merimé, afirma Liene:

Se puede dominar sólidamente la técnica en una y otra actividad, se puede controlar el pánico escénico en un teatro y en una plaza, e incluso se puede saber en términos teóricos lo que hay que hacer, sin embargo, siempre queda ese delicado espacio de incertidumbre y creación en que cantante y torero deberán echar mano de lo más profundo de su alma para lograr no sólo decir, sino además reflejar la del público. Ambos creadores se enfrentan, sin red, a las grandezas del mundo delante de los ojos de muchos. En otras palabras, la tauromaquia y la ópera son escenarios que a mi parecer comparten más similitudes que diferencias. ¿Qué tal?

Me preguntan si en alguna de sus obras José Emilio Pacheco alude a la tauromaquia. En su libro El principio del placer, uno de los mejores cuentos es precisamente el titulado La fiesta brava, con una muy breve alusión al espectáculo.