Opinión
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Banca: 22 años, y nada

¿Y el paraíso prometido?

Arrigunaga: juez y parte

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asi tres lustros atrás (2 de mayo de 1990), y con una sonrisa de lado a lado, el entonces inquilino de Los Pinos y su secretario de Hacienda prometían que con la reprivatización de la banca habrá más recursos para el desarrollo y el bienestar social, al tiempo que promovían la democratización del capital financiero y garantizaban la necesaria competencia en este renglón de la actividad económica, con el fin de abatir tasas de interés e incrementar sustancialmente el crédito productivo. De acuerdo con Carlos Salinas y Pedro Aspe, el retorno de este sector a manos privadas se justificaba plenamente, porque, decían, es por el bien del país.

Eso, y mucho más, pero a la vuelta de casi 25 años los recursos bancarios para el desarrollo y el bienestar social brillan por su ausencia; la democratización del capital financiero es parte del humor negro gubernamental y lo único que propició la necesaria competencia fue una mayor concentración en el de por sí concentrado mundillo bancario, amén de una notoria caída en el otorgamiento de crédito para los sectores productivos y elevadísimas tasas de interés, aderezadas con copiosas comisiones.

Concluido el proceso reprivatizador de las 18 ex sociedades nacionales de crédito (1991-1992), la estadística oficial registraba que en ese entonces, y ya en manos privadas, seis instituciones bancarias concentraban 57 por ciento de los activos de la banca comercial, lo que documentaba la fuerte concentración existente en el sector. ¿Y qué pasó con la necesaria competencia? Pues el número de instituciones creció de 18 a 46 (extranjeros la mayoría de ellos), y para febrero de 2014 los mismos seis bancos ya concentraban 76 por ciento de los activos, y el crédito productivo se mantenía en la lona.

Con la crisis de los errores de diciembre, el gobierno entrante, el de Ernesto Zedillo, de forma por demás brillante decidió que la mejor forma de resolver el problema bancario era abrir mucho más la llave para la participación externa en la banca. Y fue tan bueno el plan, que en enero de 1995, el entonces secretario de Hacienda prometía que con la entrada de la banca extranjera, con la autorización de nuevas instituciones de crédito para operar en nuestro país, estamos propiciando una mayor competencia que debe incidir en una disminución de los márgenes financieros. Es más, si vemos el comportamiento de los márgenes del sistema bancario en los últimos años, es notorio cómo a través de la mayor competencia de las instituciones financieras, se reducen los márgenes y aumenta la competitividad.

No sólo eso, pues en el gobierno federal pensamos que una mayor participación de la banca extranjera en nuestro país va a ser útil no solamente para fomentar, repito, una mayor competencia y una reducción de márgenes, sino para proveer en estas circunstancias difíciles en que muchos bancos, sobre todo, los bancos de tamaño más reducido tienen problemas para reconocer sus problemas de cartera vencida, estas iniciativas van a propiciar una capitalización mayor de estas instituciones. Hoy en día la participación del conjunto de la banca extranjera en el mercado financiero nacional es de alrededor de 8 por ciento, con las autorizaciones que se les dieron recientemente a los bancos extranjeros para operar en nuestro país.

Ese era el brillante plan, pero algo falló: la participación extranjera creció mil por ciento, los principales bancos quedaron en manos foráneas, las utilidades crecieron como la espuma, al igual que las tasas de interés y el cobro de comisiones, mientras el crédito productivo se mantuvo en la lona, amén de que la compraventa de bancos se concretó libre de impuestos. Todo ello sin olvidar el rescate y la multimillonaria lápida que el propio gobierno, con la complacencia de los representantes populares, le echó al lomo a los mexicanos.

Más adelante llegaron los inenarrables Fox y Calderón, quienes en su docena perdida a los banqueros les cumplieron todas las exigencias, todos los caprichos, y les toleraron todos los excesos, entre ellos los cometidos en contra de los trabajadores bancarios, que masivamente fueron trasladados al outsourcing, sin que la Secretaría del Trabajo siquiera levantara una ceja. Y a pesar de todo, la necesaria competencia sólo concentró más la actividad bancaria, mientras la llave crediticia se mantuvo cerrada.

Y en las vueltas que da la vida, por una mera casualidad uno de los integrantes de la sagrada familia financiera del país, Javier Arrigunaga, fue el primer director del Fobaproa (la lápida sobre el lomo de los mexicanos) y terminó convirtiéndose en el director general de Banamex, uno de los bancos rescatados generosamente por el erario nacional, y digno representante de la concentración existente en el sector. Por si fuera poco, es el actual presidente de la Asociación de Bancos de (en) México. Así es: juez y parte en la democratización del sistema financiero que opera en el país, el mismo que a estas alturas pone todos los peros posibles para no abrir la llave del crédito productivo.

Es el propio Arrigunaga quien defiende el punto: coincidimos en el diagnóstico del bajo nivel de penetración de crédito al sector privado, y quizá detrás de eso el factor principal son las crisis financieras que ha vivido el país. El ritmo de crecimiento en los últimos años ha sido adecuado, con un nivel de cartera de crédito saludable. De alcanzar la economía tasas de crecimiento mayores, digamos 4 o 5 por ciento anual, ello nos permitiría duplicar el nivel de penetración de crédito al sector privado (que ahora equivale a 27 por ciento del producto interno bruto; antes de la reprivatización era superior a 40 por ciento) en un periodo de diez años. Sin embargo, dice, buscar un crecimiento forzado del crédito bancario, si no existen avances en el crecimiento económico, se vuelve riesgoso, ergo, la llave crediticia se mantendrá cerrada para los sectores productivos (La Jornada, Roberto González Amador).

A estas alturas, y tras casi cinco lustros de reprivatización, más de 80 por ciento de las empresas que operan en México obtienen crédito de muchísimas partes (fundamentalmente de sus proveedores), menos de la banca reprivatizada, es decir, aquella que procuraría más recursos para el desarrollo y el bienestar social e incrementaría el crédito productivo.

Las rebanadas del pastel

Habrá que ir a la óptica que le pone la graduación a los anteojos del gobernador del Banco de México para saber de qué se trata, porque Agustín Carstens asegura que ve indicios de reactivación económica.

Twitter: @cafevega