Opinión
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Puntos sobre las íes

Carlos Arruza XXIX

P

or poquito…

Señalamos que Carlos y Manolete habían alternado en Barcelona y Alicante, y fue en esta plaza que El Monstruo fue cogido, sufriendo la fractura de una clavícula. Al despachar nuestro biografiado a sus dos enemigos corrió a la enfermería para enterarse del estado de su cuate, informándole los médicos que debía ser trasladado de inmediato a Madrid.

Así que, de volada se cambió de ropa y, alternándose al volante con Pepe Bienvenida, llegaron en la madrugada a la ex Villa y Corte, donde los estaban aguardando dos médicos.

Lógico es suponer que Carlos estaba agotado, así que se fue derechito al hotel para echarse una pestaña, pero apenas cerraba los ojos cuando se personaron en la habitación don Andrés Gago y los empresarios de Segovia, quienes le suplicaron que sustituyera a Manolete.

“Don Andrés, en verdad, créame, apenas puedo abrir los ojos y no voy a poder con el ‘paquete’”.

Total que, paquete o no paquete, tuvo que apechugar, cubriéndose de gloria con el corte de cuatro orejas y dos rabos y, además, por el tanto cansancio, su segundo lo prendió de muy fea manera, dándole una impresionante paliza y teniéndolo en el piso por un buen rato, sin soltarlo, y así las cosas, don Andrés saltó del callejón, tirando de Carlos por las piernas; éste se levantó por demás dolorido y con la ropa hecha jirones, antes de cortar los máximos trofeos de aquella fiera.

Al volver a Madrid se llevó otro buen susto cuando los médicos le dijeron que había sido una total imprudencia llevar a Manolete en automóvil, ya que si hubieran dado con un bache o un desnivel habría muerto de inmediato, puesto que la punta de la clavícula podía haber causado una brutal hemorragia en el cuello.

Por poquito…

***

Y también él.

Se fue Carlos a Burgos para cumplir con uno de los muchos compromisos que tenía firmados, dos días después días del percance de Manolete, y ahí un astado de Pablo Romero lo prendió de fea manera y le causó una severa cogida en una ingle.

Total, al hospital los dos formidables toreros y vale la pena decir que el mismo auto en que Carlos llevó a su amigo de Alicante a Madrid, volvió a hacerlo de ambulancia, esta vez de Burgos a Madrid.

Cosas veredes…

Así que la famosa corrida de la prensa tuvo que ser suspendida, ya que el cartel eran los dos averiados y Domingo Ortega.

Al despertar Carlos de la anestesia, de pronto escuchó cuerdas de guitarras y canciones muy mexicanas, y es que el inolvidable Chato Guzmán con varios coletudos mexicanos le estaban llevado gallo. El también paisano matador Antonio Toscano –años después concuño de Arruza– tomó la inseparable guitarra del herido y contestó con su bien templada voz a los de afuera y de pronto ¡zas! Las enfermeras y los médicos de guardia fueron a exigirles absoluto silencio pero El Chato se arrancó con Los Arrayanes, y tanto les gustó a los de blanco vestidos, que uno de ellos le preguntó a Toscano: “¿No les va a contestar? y que se arranca con Rayando el Sol.

Aquello concluyó como a las 3 de la mañana, mientras los heridos –matadores, novilleros y subalternos–preguntaban cuándo iba a repetirse aquello.

Carlos, que era todo sentimiento, estuvo tan a gusto que hasta pena le dio dejar el hospital donde más que bien le trataron y más que bien la pasó.

Él lo comentaba.

***

Y al toro.

Carlos bien sabía que tenía que demostrar que el percance no le había hecho mella, así que en su reaparición en Lisboa, tras de 15 corridas perdidas, alternando con el gran Silverio y Domingo Ortega ¡qué se iba a amedrentar! En siete corridas cortó 19 orejas, cuatro rabos y dos patas, pero aquel tanto trajinar, mal dormir, casi no descansar, tenía que hacerse sentir.

Aquellos viajes.

Tenga en cuenta el lector, que en esos días –hace ya 69 años– casi no existían vuelos locales; los internacionales eran lecheros y la mayoría se hacían por carreteras muy diferentes las de hoy día, con automóviles que solían fallar y el ferrocarril.

Carlos comenzó a enfermarse por tanto torear y a lo anterior añádase el mal comer, el correr de una plaza a otra y el toro.

Mucho trajín.

***

¡No lo aguanto, no lo soporto!

Cortemos, pues.

(AAB)

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