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El Ballet de Zurich, del cual es director, presenta hoy y mañana Woyzeck en Bellas Artes

El lenguaje de los coreógrafos es ahora mucho más complejo: Spuck

Gracias a un programa educativo que atrae a jóvenes, su público se ha renovado, dice

Considera que la guerra comienza cuando falta tolerancia en las familias hacia lo diferente

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Cada año, el Ballet de Zurich, que cuenta con 50 bailarines, monta una gran producción, como Romeo y Julieta y Woyzeck, mientras ya prepara Ana KareninaFoto Conaculta
 
Periódico La Jornada
Miércoles 3 de septiembre de 2014, p. 3

Al coreógrafo alemán Christian Spuck (1969), director del Ballet de Zurich, le encanta contar historias y que el público entienda lo que sucede en el escenario sin tener que leer el programa de mano, a la vez que recibe el impacto emocional de la obra.

El Ballet de Zurich, con sede en la casa de ópera de esa ciudad suiza, presentará Woyzeck, coreografía intensa y emotiva de la autoría de Spuck, los días 3 y 4 de septiembre en el contexto del 80 aniversario del Palacio de Bellas Artes.

Woyzeck está basada en la obra de teatro homónima del alemán Georg Büchner (1813-1837), quien –a pesar de fallecer a corta edad y sólo escribir tres obras de teatro– es el fundador del teatro contemporáneo en el mundo europeo. Gracias a su juventud fue capaz de plasmar en pocas palabras la esencia del ser humano en la sociedad, expresa Spuck vía telefónica.

De hecho, Woyzeck nunca fue terminada como obra de teatro –oficialmente se considera inconclusa–, y Büchner dejó escenas que nunca fueron ordenadas. Al leerla, a Spuck le llegó; además, considera que las nuevas creaciones siempre deben reflejar lo que pasa en la sociedad.

Cuando fue coreógrafo residente del Ballet de Stuttgart, el entrevistado creó en 2011 su obra para el Ballet Nacional de Noruega, en Oslo. Al montarla, ya como director del Ballet de Zurich, se hizo una nueva versión, misma que se verá en México.

Woyzeck muestra en qué medida un joven es objeto de abuso y maltrato de personas de un nivel social más elevado, contra lo cual finalmente se rebela con consecuencias trágicas, ya que mata a lo que más quiere, con la finalidad de conseguir un momento de libertad.

El soldado Woyzeck vive en un pueblo, junto con Marie y su pequeño hijo, pero no están casados; esto lo convierte en una especie de criminal.

Para Spuck la guerra no comienza entre dos países, o dos religiones, sino en el entorno familiar, cuando no existe tolerancia hacia alguien un poco diferente.

Una obra emotiva merece una escenografía igual de emocionante. De allí que califica de impresionante la de Woyzeck: “Una enorme pared negra en forma de ‘s’ gira en el escenario; llueve; hay nubes”. Mientras la danza en sí es muy demandante, la selección de música también importa. La obra cuenta con cinco percusionistas que tocan en vivo en el escenario.

Spuck está por comenzar su tercera temporada al frente del Ballet de Zurich, que cuenta con 50 bailarines. Cada año ha montado una gran producción. La primera fue Romeo y Julieta, con música de Prokoviev; la segunda, Woyzek, mientras “actualmente trabajamos en Ana Karenina, de Tolstoi”. Aparte de presentar obras de Spuck, también incluyen las de otros coreógrafos, como William Forsythe, Jiri Kylián y Mats Ek. Tratan de incluir tres, cuatro, incluso cinco nuevas creaciones por temporada.

Los bailarines del Zurich son “muy fuertes, porque no sólo interpretan ballet clásico, como El lago de los cisnes o Giselle, sino también ballets contemporáneos”.

Hace dos años, el Ballet de Zurich inició un gran programa educativo. A Spuck le importa atraer personas jóvenes a la casa de ópera. A veces nos siguen hasta 2 mil estudiantes o niños. Asisten a los ensayos, hacen sus propios proyectos, van a las funciones. Ha tenido gran éxito. Nuestro público se ha rejuvenecido, refiere.

–¿Es éste un buen momento para la creatividad dancística?

–Sí, existen muchos coreógrafos, claro, podría haber más. Antes había los coreógrafos para las grandes compañías y otros para los grupos pequeños. Eso ha cambiado. Estos últimos ahora trabajan también para las grandes compañías. El lenguaje de los coreógrafos se ha vuelto mucho más complejo y difícil. Me gustaría que hubiera todavía más coreógrafos.

“En el Ballet de Zurich cada año realizamos una función llamada ‘jóvenes coreógrafos’, en que bailarines de la compañía crean sus propias obras. Apoyo a los jóvenes bailarines que quieren coreografiar”.