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¿Otra vez la violencia?
T

al parece que la realidad se prodiga sin límites en este aspecto de la vida social, política y económica, y que es más factible que se sequen las aguas de los mares que la violencia se extinguiera, también en todo el planeta. ¿Qué es lo que pasa? ¿Es que está en la naturaleza de todos los seres humanos, sin excepción, intentar por todos los medios a su alcance, como primera opción, la aniquilación de aquel o de aquellos que hacen suyos los medios físicos, llámense piedras, palos o cuchillos, y ya en más altos niveles de ignorancia, sí, de ignorancia, armar a pueblos completos, incluyendo a las mujeres y a los niños que sean capaces de cargar y de accionar un rifle de alto poder, o una pistola de 9 milímetros, artefacto, o materia sólida líquida o gaseosa que, manejada con el odio, la sed de venganza, la ceguera social, o hechos y circunstancias, de tal manera intensos o simplemente producidos, con una falta absoluta de sentido común, o acuciados por la necesidad de cambiarse a sí mismos por un líder o caudillo, que imaginariamente los lleva a cometer lo que puede ser incluso una falta grave?

Y tanto que uno de pronto, y ya sin más explicaciones, quisiera no haber luchado con éxito por la derogación del delito de disolución social (artículo 145 bis del Código Penal Federal), y por los derechos humanos que tanto se llevan y se traen y luego no resultan nada más allá que puras letras muertas.

En diciembre de 2005 publiqué en nuestro periódico algo que cuadraba muy bien con el tema mío: Pero la fuerte percepción de la justicia manifiesta, se aplica también a los adultos. Lo que nos mueve, con razón suficiente, no es la sensación, lo cual pocos esperamos, sino que hay injusticias claramente remediables, en nuestro entorno, que quisiéramos suprimir.

A este autor lo leo con frecuencia, según los espacios libres que me concede mi trabajo. Creo, después de todo, que no era necesario aclararlo, pero por una parte la ética, y por otra la conveniencia de que pudiera haber quien se dejara influir por mis citas frecuentes. De él, Nobel, nacido en India, se llama Amartya Sen, fue también catedrático de filosofía y economía en la Universidad Harvard. Además de otros varios reconocimientos de valor universal. El libro que he multicitado es La idea de la justicia y lo editó Taurus.

¿Por qué acudimos a estos autores? Pues por la sencilla y muy válida razón de que en nuestro país tal parece que, después de la Revolución Mexicana, que se inició con el llamado de Francisco I. Madero, el 20 de noviembre de 1910 al pueblo mexicano, a tomar las armas, para instaurar un régimen democrático, que habría de emerger a la caída de don Porfirio Díaz, y que la fecha de su terminación del movimiento armado ya no es tan fácil ni tan claro determinarla, pues si bien a los generales Obregón y Calles, y a la muerte de Carranza, efectivamente se institucionaliza el régimen de gobierno que nos heredó quien desde el vapor que lo llevaba a París profetizó con aquella nostálgica frase ya se soltó la caballada, a ver quién la controla, no resultó del todo atendible, aunque lo que sí no quedó dentro de su campo visual fue realmente cierto el que, muerto Obregón en La Bombilla, se inició la fila, de dos en dos años. Por diferentes razones el periodo que el pueblo mexicano, que canta muy certeramente sus penalidades, escuchaba y atendía el dicho tan claro de que aquí vive el presidente, y el que manda vive enfrente, señalando, primero al hermosísimo Castillo de Chapultepec, y luego lo que ahora es una calle, donde se domiciliaba el señor general Plutarco Elías Calles.

De todo esto tenemos noticias por algunas menciones, quizás ahora resulten un tanto superficiales, pero que el efecto del tiempo dejará a todos y a cada uno en su lugar. El hecho es que cada quien vaya haciendo sus apuestas, pues no tardan en voltearse las cartas, y las mías, así nomás, y para que no se piense en que esos bárbaros ataques que algunos puñados de jóvenes iracundos no han sabido canalizar de una manera más efectiva, el modo de hallar mejores opciones, en la búsqueda de poder suficiente para encontrar en el plazo más corto posible la justicia en una forma más concreta, de acuerdo. Pero más cerca de Amartya Sen que del profeta del buque de vapor que se enfilaba, para siempre, a otras latitudes, en las que sus ideas pudieran cristalizar, con todo respeto para su persona, no fue posible allá tampoco lograrlo.

También en Guerrero se han violentado las mínimas reglas del humanismo más elemental. Termino con otra pregunta: ¿qué está pasando en México? ¿Podemos acaso, así nomás, aceptar las explicaciones acerca de los restos humanos hallados, o la de fueron ellos los que atacaron frente a los restos informes de hombres mujeres y niños, que no pueden encontrar las diversas policías, y tampoco el Ejército nacional?