Opinión
Ver día anteriorViernes 21 de noviembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La mirada inescrutable de los poetas
M

ientras los escupitajos rojos de la metralla/ silban todo el día en el infinito del cielo azul:/ mientras escarlatas o verdes, junto al rey burlón/ se desploman en masa los batallones bajo el fuego;/ mientras una espantosa locura machaca y hace de hombres una pila humeante/ –¡pobres muertos!, en la yerba, en tu alegría/ ¡oh Naturaleza!, tú qué hiciste a esos hombres santamente–…

Es Rimbaud quien hace esta magistral descripción en un poema de dantescas escenas que hoy se reproducen sin medida en distintos escenarios del país. Avasallados por el horror nos dejan perplejos y pasan ante nuestra mirada con horrenda y sorprendente cotidianidad que desborda y se torna inasible, incomprensible, inasimilable.

Rimbaud ayuda a la reflexión en otro crudo poema: Corazón mío, ¿Qué nos importan las capas de sangre/ y de brasa, y los mil crímenes y los interminables gritos de rabia,/ esos llantos de cualquier infierno que derriban/ cualquier orden, y el Aquillón gimiendo aún sobre las ruinas,/ y venganza alguna? ¡Nada!

La palabra de los poetas parece emerger con fuerza descarnada y verdad que ya no podemos ocultar ni menos negar. Convendría escuchar a los poetas, a los poetas malditos que al mal-decir, al decir del mal lo hicieron sin concesiones y además de talento excepcional mostraron sin reticencia el dolor, la desesperación, el vacío y la desesperanza que cohabitan con el mal en las profundidades del alma humana.

…tras el asesinato, los presuntos delincuentes acomodaron los cuerpos y les prendieron fuego. Esta hoguera avivada con diesel, plástico, madera y otros materiales, se mantuvo desde la media noche del 27 de septiembre hasta las 14 o 15 horas (local) de ese día.

Es consustancial al nazismo la borradura de todo trazo, de las víctimas como de los verdugos. Explica Georges Didí-Huberman:

“Asesinar no era suficiente, porque los muertos nunca estaban suficientemente ‘desaparecidos’ desde el punto de vista de la Solución Final. Más allá de la ausencia de sepultura que la antigüedad había considerado el colmo del ultraje a los muertos, los nazis emplearon, racional o irracionalmente, no dejar ningún trazo, a hacer desaparecer todo resto. (…) El fin de la Solución Final (…) nombraba una nueva empresa, la desaparición de los instrumentos de la desaparición”.

Salvador Rocha, colega… me recuerda que:

Detrás queda el olor, la puerta cerrada, el silencio de los cuerpos que ya no crepitan. Las cuencas vacías repiten el poema Tenebrae, de Paul Celan:

Cerca estamos, señor, cercanos y aprehensibles/ Asidos ya, Señor,/ unos en otros incrustados, como si fuera/ el cuerpo de cada uno de nosotros tu cuerpo, Señor./ Ruega, Señor, ruéganos, estamos cerca./ Torcidos íbamos, íbamos a inclinarnos/ sobre la hondonada y la laguna./ Al abrevadero íbamos, Señor./ Era sangre, sangre era, lo que derramaste, Señor./ Brillaba./ Nos arrojó tu imagen a los ojos, Señor,/ ojos y boca tan abiertos y vacíos, Señor./ Hemos bebido, Señor./ La sangre y la imagen que había en la sangre, Señor./ Ruega, Señor. Estamos cerca.