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Vox Libris
La voz del viento en libertad
Periódico La Jornada
Domingo 22 de febrero de 2015, p. a16

La expatriación es el eje de seis relatos de Albert Camus (1913-1960), reunidos en el libro El exilio y el reino, publicado en 1957, año en que el autor de El extranjero fue reconocido con el Premio Nobel de Literatura.

Los personajes de esas historias viven desde el destierro físico y social hasta ese cautiverio personal que hace patente la condición humana inseparable de ese cúmulo de absurdos que enmarca la cotidianidad.

Varias coordenadas atraviesan esos textos de Camus: soledad, resignación, fatiga, vacuidad, confusión, fragilidad, entereza, miseria, amargura, contrición, miedo, dolor, violencia, maldad, vesania, injurias, sueño, cólera, asedio, desgracia, hostilidad, hambre, infelicidad, impaciencia, vulnerabilidad, congoja, desamparo, sufrimiento, ofuscación, fraternidad, nihilismo, impasibilidad, desolación, hastío, obstinación, azar, vejaciones, ingenuidad, desdicha, deseo, esperanza, pecado, virtud, amistad, amargura y solidaridad.

También páramos espirituales y físicos, la memoria extenuada, la voz del viento en libertad y las ansias de liberación cruzan el quehacer escritural del autor de El mito de Sísifo.

Aquí algunos vislumbres de El exilio y el reino.

La mujer adúltera

Janine y Marcel deambulan por un horizonte, donde el silencio es tan vasto como el espacio. Quieren hollar silenciosamente la tierra y trasponer paisajes ahogados por el polvo.

El renegado o un espíritu confuso

El desierto es una tierra que vuelve loco.

Quise levantarme, volví a caer, feliz, desesperadamente feliz de morir al fin, también la muerte es fresca y su sombra no está habitada por ningún dios.

Los mudos

Ivars sabía lo que iba a decir, algo que todos estaban pensando al mismo tiempo que él, que ellos no ponían malas caras, que les estaban cerrando la boca, lo tomas o lo dejas, y que a veces la cólera y la impotencia duelen tanto que ni siquiera se puede gritar.

El huésped

...Así era la tierra, cruel con la vida, incluso sin hombres, los cuales, además, no solucionaban nada. Pero Daru había nacido allí. En cualquier otra parte se sentía exiliado.

Jonas o el artista trabajando

El protagonista de este relato era como esos hombres que mueren solos, en su casa, en medio del sueño, y, llegada la mañana, el timbre del teléfono suena insistente, enfebrecido, en la casa desierta, sobre un cuerpo sordo para siempre.

La piedra que crece

...De nuevo quiso huir de aquella tierra, y al mismo tiempo pensaba en aquella piedra enorme y deseaba que la promesa hubiera terminado.

Así escribía Camus, para quien los mandamientos del periodismo libre son: lucidez, desobediencia, ironía y obstinación.

(Albert Camus. El exilio y

el reino. Traducción

de Manuel de Lope.

Madrid, Alianza

Editorial, 2014,

pp. 173.

Precio de lista:

205 pesos)

Identidad inasible

La muerte es lo único cierto en la vida, escribe Maruan Soto Antaki (DF, 1976) en su novela La carta del verdugo.

Los protagonistas de esa historia Bernard Maurice Reynaud, ejecutor suplente de presos criminales de la República Francesa, y Clóe Gilbert, franco-mexicana y bióloga, entablan una relación inmersa en una incógnita: barruntar acerca de la extinción de la vida, como hace el verdugo en nombre del Estado.

Foto
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La guillotina, la máquina corta cabezas, también figura como personaje en la novela de Soto Antaki. El ejecutor estaba “autorizado para botar el seguro que tensaba la cuerda y dejaba caer la cuchilla: el bourreau (el verdugo).

Reynaud tenía casi 33 años al recibir, en 1968, el nombramiento de Ejecutor de remplazo de presos criminales, una de las plazas menos deseadas en todo el aparato de justicia francés, cuando aún se imponía la pena de muerte.

Los argumentos de Albert Camus contra la pena capital eran contundentes: la supresión de la vida humana en nombre del Estado carecía de eficacia para inhibir la comisión de delitos. Nunca una cabeza sirvió para detener otra felonía, escribe Soto Antaki.

Clóe, estudiosa de los moluscos por influencia de Eulalia Alonso –malacóloga catalana– viaja a París en 1981 tras un Gloriamaris (codiciada concha), que conoce en la tienda de un japonés. Ahí lo ve, junto con Bernard, y conjetura “lo que llamó provisionalmente la ecuación de la muerte”.

Marguerite, Sophie y Veronique son las cómplices de los intríngulis sexuales del protagonista de la novela y con ellas mantuvo largas disquisiciones acerca de la potestad del Estado para matar en nombre de la ley, aunque, por lo demás no hay peor lugar para hablar de la muerte que la cama.

Ahora bien: “–¿En qué momento de la evolución decidimos que matar no es correcto?” –preguntó Clóe al bourreau.

–El sentido de justicia –respondió– no forma parte de nuestra conformación animal (...)

El verdadero verdugo no sólo lo es cuando ejerce: vive en su papel cada día, porque, escribió Fedor Mijailovich Dostoievski, existen dos clases de verdugos: los que lo son por espontánea voluntad y los que ejecutan por deber, por oficio. Reynaud pertenecía a este último linaje.

El 9 de octubre de 1981, narra Maruan Soto Antaki, Francia decretó la abolición de la pena capital, por lo que el equipo encargado de poner a funcionar la guillotina se quedó sin empleo.

Después del primer encuentro, la joven Clóe y Bernard se reunían tres veces a la semana. Desde ese año hasta 1995.

Bernard Reynaud no se despidió de Clóe, ésta retornó a México cuando Jacques Chirac ganó las elecciones presidenciales y con él regresó la derecha al poder en Francia.

En enero de 2014 un paquete traía la indicación de ser entregado a Clóe Gilbert, en el Instituto de Biológicas de la Universidad Nacional, en la ciudad de México.

Dentro estaba el Gloriamaris perseguido con pasión por la joven malacóloga, acompañado de una carta de Bernard Maurice Reynaud escrita a mano.

A un ejecutor que pasó su vida sin matar, sólo le quedaba esperar su propia muerte, escribe Maruan Soto Antaki.

La misiva dirigida a Clóe Gilbert, fechada en enero de 2014, del bourreau, contenía la respuesta al enigma sobre la muerte.

A propósito de esta historia del ejecutor francés es aplicable lo que Salvador Elizondo (1932-2006) escribió en su obra Farabeuf: “(…) La identidad de los verdugos es inasible como el mérito de sus funciones”.

Este domingo a las 18 horas, en la Galería de Rectores, será presentado el libro La carta del verdugo, en la edición 36 de la Feria Internacional del Palacio Minería (calle Tacuba 5, Centro Histórico).

(Maruan Soto Antaki, La carta del verdugo,

Editorial Alfaguara.

México, 2014, pp. 261.

Precio de lista: 259 pesos)

Texto: Ángel Bernal