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Recaudará fondos en una exhibición contra Azabache Martínez

JC: Me llevaron con engaños a rehabilitar y hoy estoy sobrio

Tiene una fundación y dos clínicas para ayudar a personas adictas

 
Periódico La Jornada
Miércoles 17 de junio de 2015, p. a15

Hace más de cinco años Julio César Chávez había recaído una vez más en las drogas y el alcohol. Los intentos por rehabilitarse sólo duraban los meses de internamiento, porque a las pocas semanas que dejaba la clínica volvía a la misma rutina autodestructiva que lo llevaba al hospital.

La última recaída fue también la más dura –explica el ex pugilista–, porque cada una es peor que la anterior. Estaba quizá en su momento más crítico y sin visos de recuperación.

El Chávez que había tejido una leyenda como el mejor boxeador mexicano de la historia, con una marca de 107 victorias en 115 combates, se convirtió en un hombre desesperado que se precipitaba en su ocaso.

Dicen que la droga te arrastra al hospital, a la cárcel o a la morgue. Afortunadamente sólo llegué al hospital, pero ya iba rumbo a la muerte. De la cárcel, me salvé, cuenta Chávez mientras mira sus manos con las que se mantuvo invicto en 89 peleas.

La manera como llegó a estar enganchado al consumo del alcohol y a las drogas es una historia que se repite como guión en la vida de muchos boxeadores. JC lo admite, pero precisa que es una enfermedad social.

Sin matices expone su teoría cruda de la vulnerabilidad de los peleadores antes las adicciones: Lo que pasa es que uno es baquetón y le gusta el desmadre, y pues uno se va por el desmadre.

Luego busca otras razones posibles. Las que se esgrimen siempre que se habla de pugilistas: que porque son pobres, o porque la mayoría carece de formación escolar y de pronto se ven arrojados a un universo de abundancia.

Es difícil, porque de pronto ganas mucho dinero y te juntas con gente que te va induciendo, explica, pero como parece no quedar claro lo precisa: Primero te invitan, y uno por pendejo nomás para ver a qué sabe, pues la prueba. Al principio no te gusta, pero como ya la probaste, pues otra vez y luego otra, y así te vas metiendo.

En aquella recaída, de hace cinco años, su familia tomó medidas urgentes ante el deterioro en el que Chávez se encontraba. Dice que la gente a su alrededor ya sufría demasiado y no conseguían hacerlo entender que necesitaba ayuda, pero él no quería: Yo por mí, podría seguir drogándome y tomando todavía si no hubiera sido por mi familia.

Le dijeron que necesitaba hacerse estudios médicos. Con engaños lo convencieron que los acompañara para que le hicieran una endoscopia.

Amanecí en una clínica. Estaba sedado y vendado. Gracias a eso hoy estoy aquí con cinco años de sobriedad, pero cuidándome cada día, porque mañana no sabemos, dice entre risas, como si contara una broma pesada que le juegan a otra persona.

La recuperación de Chávez hizo que personas desesperadas por las adicciones de algún conocido le pidieran ayuda. Decidió invertir lo que le quedaba del patrimonio y crear una fundación con su nombre, construir un par de clínicas para ayudar a gente con estos problemas. Una la abrió en Tijuana y la otra en Culiacán, su antigua casa y que donó para este proyecto.

Con el propósito de reunir fondos para sus clínicas hará una exhibición de boxeo en la que invitará a ex campeones. El propio Chávez se enfundará los guantes para enfrentar, 30 años después, a Mario Azabache Martínez. Lo hace por aquellos con quienes comparte un sufrimiento y dice: Es difícil la vida.