Opinión
Ver día anteriorDomingo 11 de octubre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Carmín tropical
I

ntrépidas buscadoras de peligro. Las propuestas originales de Carmín tropical, segundo largometraje de Rigoberto Perezcano, son evidentes: tratamiento en ficción de un tema (la diversidad sexual en su variante oaxaqueña muxe), abordado por lo común en México sólo a través del documental, y recurso a técnicas narrativas del thriller, con tintes de cine negro, para centrar ese tópico en una realidad lacerante: los crímenes de odio por homofobia, muy a menudo impunes, como tantos otros delitos en el país.

A cinco años de haber abordado con gran fortuna en Norteado el tema de la inmigración clandestina a Estados Unidos, a partir de los fallidos intentos del protagonista Andrés (Harold Torres), coronados con un irónico desenlace exitoso, el cineasta oaxaqueño explora ahora la subcultura de los travestis de la región juchiteca abordando un suceso de nota roja. El cuerpo de Daniela, un joven muxe, ha sido descubierto con 27 puñadas en la espalda y la sospecha principal del crimen recae sobre el stripper Rubén Jiménez, apodado el Muñeco, quien una vez detenido declara su inocencia y defiende su hombría, admitiendo haber sostenido relaciones sexuales con ella y aclarando haber jugado sólo el papel de temerario o machete. Hasta aquí el lado pintoresco del asunto.

De modo novedoso, Mabel (José Pescina), amiga travesti de Daniela, regresa de su autoexilio en el norte del país y se propone, en la tradición del cine negro, conducir por cuenta propia una investigación que la policía local sólo cumple a medias. Esta estrategia narrativa subraya el hecho de que la impunidad de muchos crímenes de odio reposa en el calculado desdén de las autoridades que prefieren calificarlos de crímenes pasionales (según un prejuicio tenaz: los desviados se matan entre ellos), para cerrar con premura los casos y justificar así el escarmiento.

La comunidad muxe (derivativo zapoteco del vocablo mujer) ha sido explorada por documentalistas notables como Alejandra Islas y Maricarmen de Lara, quienes señalan a la región del istmo de Tehuantepec como un lugar donde, por tradición local, homosexuales y travestis gozan de una gran tolerancia social. El muxe se siente mujer, es educado como tal y se le reconocen sus aportes en el cuidado de los hermanos menores y los ancianos. En el documental de Islas, Muxe’s: auténticas intrépidas buscadoras de peligro (2005), los protagonistas referían su experiencia en primera persona, su gusto por la vestimenta regional y esa enorme libertad sexual que, en lenguaje coloquial, hace que “al muxe ‘le gusta la mojarrita en caldo’, teniendo también algo de iguana, ‘por andar de palo en palo’”. Algo de ese humor sigue presente en la cinta de Perezcano, particularmente en los diálogos de Mabel y sus dos compañeras travestis, Darina y la Faraona, detrás de cuyo desenfado aparente existe el temor de ser ellas también las próximas víctimas del asesino misterioso.

Lo interesante en el tratamiento ficcional que hace Carmín tropical de lo que pudo haber sido tema de un documental de denuncia es su manera de incursionar en la complejidad sicológica de los personajes. Modesto (Luis Alberti), el enigmático taxista que ayuda a Mabel en sus pesquisas, y que parece sentirse seducido por ella, ilustra con mayor elocuencia que Rubén, el sospechoso preso, los sentimientos encontrados del machista, su ambiguo acercamiento erótico al objeto de su repulsa. La dinámica entre la muxe temeraria y su chofer encandilado es fascinante, y ambos personajes son estupendamente interpretados por actores noveles. La mirada del ci- neasta es tan respetuosa como precisa, evita las tentaciones del tremendismo moral (esa variante del melodrama que hace de los personajes marginales lamentables freaks de feria ambulante) y el gusto por las deprimentes atmósferas de arrabal en pos de una dudosa estética de lo grotesco. Lo suyo es una ficción resultado de una paciente indagación al lado de valiosos activistas muxes, como la infatigable Amaranta Gómez, y una reivindicación de la dignidad del travesti juchiteco en un complejo clima social donde a la tolerancia aparente la acompaña un odio soterrado, justamente la misma ambivalencia presente en el personaje de Modesto, un taxista sicológicamente muy norteado. Carmín tropical, el título mismo concentra el misterio y la sensualidad en la propuesta policial, también el carácter turbio del comportamiento homofóbico. Parafraseando un poema célebre de Octavio Paz, podría repetirse, con una modificación pertinente, que la vergüenza es ira vuelta contra uno mismo: si todo un hombre se avergüenza es león que se agazapa para saltar.

Se exhibe en salas comerciales y en la Cineteca Nacional.

Twitter: @CarlosBonfil1