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Periódico La Jornada
Sábado 28 de noviembre de 2015, p. a16

La disquera Independent Recordings pone a circular en México un álbum doble irresistible: Antología de la música electrónica y del arte del ruido.

Esta novedad discográfica presenta un compendio afortunado de un territorio inabarcable y que tiene todo el futuro por delante.

Lo que hoy se conoce como música electrónica es tan vasto como borrosas sus fronteras, pues si algo priva en la vida cotidiana es lo electrónico.

El arte del ruido, en tanto, continúa como un ente bien localizado, con ramificaciones insospechadas.

La antología que ya circula en México se logró mediante un acuerdo con el sello Sub Rosa, máximo referente del tema.

Está dividida en dos cedés (también existe la versión en vinil, las dos versiones se consiguen aquí: www.independentrecordings.com ), el primero de los cuales presenta un corpus prácticamente académico, pues están los grandes clásicos de la música electrónica.

El primer volumen cubre el periodo entre 1921 y 1975. El segundo tomo recorre 1977-2009.

Vistos y escuchados en conjunto, podemos decir que el disco uno es académico y el segundo lírico.

Académico porque cumple con escrúpulo con los capítulos imprescindibles de la línea del tiempo de la historia de la música.

Lírico porque es un aglutinado cuyo punto de partida es el gusto personal, lo cual es un camino correcto para antologar un territorio inabarcable por naturaleza. También es evidente la selección por cercanía con los grupos involucrados, pertenecientes al sello que los publica. Y eso también resulta lógico.

Como lo que importa en música es el resultado sonoro, luego de escucharlo a conciencia podemos determinar que se trata de un álbum sumamente valioso.

Escribí música. Sí, es música. El arte de los ruidistas nunca se aparta del territorio de la música porque ésta es insobornable.

John Cage, por supuesto incluido en esta gran antología, aportó las reflexiones centrales a propósito del ruido, la música y el silencio.

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John Cale
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John Cage

Hay que decir también, en favor de quienes no estén relacionados con este ámbito musical, que se trata de una experiencia auditiva muy, pero muy diferente de lo estándar.

Si el término es el arte del ruido, es porque hay mucho ruido en este álbum. Y también muchas nueces.

Advertir también que hay piezas muy difíciles de escuchar porque saturan o requieren de un nivel de atención que involucre paciencia, apertura y capacidad de asombro.

He de confesar que hubo momentos en que suspendí la escucha o porque iba conduciendo el automóvil o estaba en la oficina o simplemente porque me saturé. La intensidad de pronto resulta insuperable. Algo similar le sucedió a mi colega Juan José Olivares, autor de una estupenda reseña que publicó La Jornada en días recientes (aquí va el link: http://goo.gl/PT5QpC )

Hay, en contraparte, episodios que se convirtieron en mis favoritos, como el track 3 del tomo uno: La música de las esferas, de Johanna M. Beyer; Hamburger Lady, de Thro-bbing Gristle, que me recuerda un disco formidable del cineasta David Lynch, que alguna vez reseñó el Disquero: http://goo.gl/yWEZi8 .

También me embrujaron otras piezas, como Trance # 2, de John Cale y amigos. Y las muy conocidas, como Distant Hill, de Brian Eno, y la fascinante Imagination, de Sun Ra and the Arkestra. Ah, y la que nunca pude superar: Audience, de Sonic Youth.

Abundan los conocedores del territorio aquí reseñado. Son minoría. Para el público en general, se trata de una oportunidad grandiosa de enriquecer la experiencia musical. Este álbum va más allá de la arqueología. Está inmerso en el territorio del disfrute y ejercicio del arte de la música, que es inabarcable, abierto.

Eso, mente abierta, condición sine qua non para toda música.

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