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Plan de talleres gratuitos, fundado por Juan Carlos Calzada en colonias marginadas del DF

Jóvenes Orquestas, proyecto de música para generar el cambio

Comenzó a dar clases de géneros folclóricos a niños y adolescentes de Cuautepec; ahora ya hay cinco sedes más en otras zonas de la ciudad

Queremos armar una estrategia para cambiar patrones nocivos, porque la cultura potencia las cosas humanas más dignas, dice en entrevista

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Cada año realizan un campamento musical, al que han asistido Los Folcloristas, Mono Blanco, Afrojarocho y Ernesto Anaya, entre otros amigos que creen en este proyectoFoto cortesía de Juan Carlos Calzada
 
Periódico La Jornada
Sábado 28 de noviembre de 2015, p. 7

Los dedos aún pequeños se mueven sobre el diapasón. Se deslizan en busca de la cuerda y el traste que harán sonar el acorde en el instrumento de madera. Con la otra mano tañen de arriba a abajo los ritmos. Otros cantan, se armonizan. Sonidos al aire se sobreponen a pedazos de asfalto.

En el callejón, dos carpas blancas los resguardan del clima. No siempre fue así, antes era al aire libre. Sentados en bancos de plástico, decenas de pequeños aprendices repasan sus lecciones orientados por otros niños de su misma edad o por jóvenes que los asisten. La vida alrededor sigue su curso. Nadie los interrumpe. Se abstraen.

Ellos colocan todo el mobiliario para los ensayos, comenta el maestro Juan Carlos Calzada, fundador de Jóvenes Orquestas, proyecto que ofrece talleres gratuitos de música folclórica en la colonia Del Bosque, en Cuautepec. Queremos que los chavos aprendan a tocar algún instrumento.

A metros de ahí, como si se tratara de un enemigo que está al acecho, o construido a propósito para marginar más esta zona, se ubica el Reclusorio Norte, enorme y opaco.

De espalda al reclusorio

Lo iniciaron en 1976. Parte de lo que fue Lecumberri, lo plantan aquí. No puede ser, comenta el maestro con atisbos de indignación, cuando en realidad lo que siempre hemos necesitado son escuelas, centros culturales, de salud, un mercado para que la gente tenga desarrollo social y humano.

Por eso, parte de mi trabajo social consiste en hacer que los chavos no miren hacia allá, se refiere a la mole de cemento del reclusorio. Perseo contra Medusa. Quiere evitar que el mayor número de vecinos traspase esa barda cercada con púas y alambre, y vigilada las 24 horas del día.

Nada fácil. Enumera los problemas que afectan a esta parte de Cuautepec: deserción escolar, familias disfuncionales, pobreza, delincuencia, narcomenudeo, prostitución. ¿Qué futuro para los niños? La respuesta que él quiere es otra, más digna, sabe que es a largo plazo.

Llegó a vivir a esta parte de la sierra de Guadalupe a los 14 años de edad. En este barrio encontré huapangueros, hicimos un grupo y comenzamos a tocar en diferentes partes de la ciudad, porque la música potencia al ser humano.

Tiempo después, por ahí de 1994, en el deportivo Carmen Serdán, se instaló sin permiso a dar clases al aire libre, con un pizarrón y guitarras. Llegó a tener 20 o 30 alumnos, pero la administración nos corrió, querían que pagáramos por usar el espacio. También fueron sus primeros intentos de organizar festivales.

No desistió y comenzó a enseñar música en la puerta de su hogar, a la intemperie. Ahí llegó una señora y le preguntó si enseñaba a tocar guitarra. Ella le mandó al primer alumno, Iván El Huesos, de 15 años. Quería aprender a tocar rock. Le dijo que sí. A la siguiente sesión llegó con cinco amigos, después más. Ya no cabían en el patio. Optimista, sabía que estas acciones de inclusión generaban bienestar.

Así siguió con las clases hasta formar Jóvenes Orquestas, donde el acceso es libre, no se cobran las clases ni es necesario que lleven instrumentos. Ahí cuentan con jaranas, charangos, guitarras, cajones, arpas. Esto con el propósito de que los niños busquen una vida social sana, porque la música cambia la manera de pensar.

Contribuye también a hacer amigos, a ser incluyentes, compartidos. “Los niños tienen una capacidad enorme de estructuración de ideas. Aquí se les brinda conocimiento musical y eso genera confianza social entre ellos.

Ofrecemos una alternativa fuerte. Proponemos la no violencia. Queremos armar una estrategia para cambiar patrones nocivos, porque la cultura potencia las cosas humanas más dignas.

El proyecto Jóvenes Orquestas ya tiene seis sedes. Cuatro en Cuautepec y dos en las colonias Nueva Atzacoalco y Ampliación Gabriel Hernández, en la delegación Gustavo A. Madero, en la que participan alrededor de 150 niños y adolescentes.

Queremos valorar el trabajo de las personas, y si colaboramos todos juntos, esto se vuelve un cúmulo de bienestar.

En Jóvenes Orquestas se enseñan diferentes géneros musicales. Sonidos de Latinoamérica como sones mexicanos, además de Colombia, Perú, Argentina, Brasil, Venezuela y Ecuador. En su primera clase, los interesados mínimo aprenden uno o dos ritmos, también historia referente a su desarrollo en cada país.

Hay futuro

El siguiente paso, comenta, es armar una escuela comunitaria de música con niños y niñas, orquestas formales de son jarocho, sones del sur, de occidente y huastecos, ejecutados con instrumentos tradicionales y de orquesta sinfónica para que convivan las dos formas de música para generar una recomposición del tejido social. Será mucho esfuerzo, pero gratificante.

Para el público en general, cada año realizan un campamento musical, entre julio y agosto, al que han asistido agrupaciones como Los Folcloristas, Mono Blanco, Afrojarocho, el Grupo Taller. De Venezuela, el proyecto Alma Llanera, y los músicos Ernesto Anaya, Anastacia Guzmán, entre otros amigos que creen en este proyecto. Como agrupación han aparecido en el documental México flamenco, al lado del barcelonés Antonio Cortés Barullo, y han recibido premios nacionales e internacionales.

A las cuatro de la tarde, en el callejón de las calles Ciprés y Palma, las carpas ya están colocadas, los bancos de plástico servirán de asiento. Lo que antes era un basurero, ahora es un lugar de integración. Niños que tocan y cantan. Mueven los pequeños dedos, pulsan acordes. Sonidos que cambian.