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La artista Betsabeé Romero utiliza llantas, intervenidas con chicle y otras texturas

Ídolos frente a los altares, diálogo entre el México mítico y el actual en el Anahuacalli
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Una de las 60 piezas de Betsabeé Romero que estarán hasta el 27 de marzo en el museo AnahuacalliFoto Yazmín Ortega
 
Periódico La Jornada
Miércoles 27 de enero de 2016, p. 6

En la ciudad de México hay lugares llenos de magia, de historias, como el museo Diego Rivera Anahuacalli –que diseñó el pintor mexicano en 1943 en homenaje a la arquitectura prehispánica–, donde se presenta la muestra Ídolos frente a los altares, de la artista Betsabeé Romero, quien crea un diálogo entre el México mítico y el actual.

Enclavado en el pueblo de San Pablo Tepetlapa, este recinto, construido con piedra volcánica procedente de la erupción del Xitle, alberga 59 mil 400 piezas de arte prehispánico coleccionadas por Rivera, de las cuales se exhiben de manera permanente alrededor de 2 mil 500.

La artista plástica Betsabeé Romero, inspirada en el altar a Diego Rivera –que estuvo dedicado a uno de los fenómenos sociales más intensos a escala mundial: la migración– creó la muestra, en la que reúne más de 60 piezas, distribuidas dentro y fuera del museo.

Al recorrer el edificio, que evoca una pirámide, el espectador se encontrará primero con la intervención de algunas piezas prehispánicas, ya que la artista les colocó halos para hacer referencia a los ídolos que en la antigüedad se escondían detrás de los santos.

Las obras, que forman parte de la colección del muralista, se encuentran en primer plano en la planta baja del recinto, en la que Rivera representó el inframundo y está en penumbra.

El recorrido de la humanidad

La muestra incluye neumáticos intervenidos, porque a la artista le recuerdan que la humanidad rueda y se ha hecho de peregrinar, de correr y de huir, como se lee en una cédula informativa. Desde hace más de 10 años, Romero se ha centrado en dar nuevos significados, locales y cotidianos, a símbolos y ritos del consumo de la cultura, como los automóviles.

El museo –que en cada esquina tiene deidades que representan a la tierra, el viento, el agua y el fuego– aloja las llantas que han sido intervenidas por la artista con chicle y otras texturas, como la pieza Sobre nuestro lomo, con estructura de metal y figuras de fibra de vidrio con chicle. También figuran pequeños neumáticos tallados con los sellos cilíndricos prehispánicos que eran utilizados por los hombres para decorar su piel.

La obra de la artista se integró a cada sala del museo Anahuacalli, gracias a que las llantas tienen diseños prehispánicos, incluso algunas con diseño parecido a las ventanas del edificio.

En la sala de Tláloc, dios de la lluvia, en una de las esquinas del recinto, se puede apreciar la pieza Huhuetéotl de sabores: una cabeza de pasta, estructura de metal, llanta de montacargas y chicles de sabores.

Al subir por unas escaleras que representan la tumba de Pakal en Palenque, Chiapas, se encuentra el nivel de la vida terrenal, donde el público apreciará en el techo dos dioses del panteón mexica: Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, y el dios Xólotl, considerado el señor de la estrella de la tarde.

En el centro de esta sala se halla otra obra de Romero: una llanta de go-kart recortada y una figura de madera policromada, que lleva por título Niño rayado II. En otra sección hay una pieza muy parecida a Niño rayado I, cuya figura de madera fue pintada del mismo color de las piezas de la colección de Rivera.

Las llantas intervenidas por Romero dialogan con las piezas arqueológicas de cerámica o líticas (de piedra) de las culturas del occidente del país y de Mezcala, Guerrero. También en el primer piso el visitante descubrirá uno de los tesoros más valiosos del Anahuacalli: los 17 bocetos realizados por Rivera, que corresponden a murales que pintó en México y Estados Unidos.

Entre las piezas de Romero también figura La muerte y el camino, un neumático decorado con hoja de oro y calaveras de azúcar, mientras en el segundo nivel, conocido como el supramundo, sobresale una llanta de tractor pintada con los colores de la bandera mexicana, grabada con un águila, un nopal y una serpiente. Acompañan a esta pieza dos neumáticos que simbolizan el juego de pelota, con figuras de cargadores.

Espiral sin fin llama la atención de los visitantes. Es una instalación de cinco llantas que dan forma a una enorme serpiente, y enseguida se encuentra el tapete Atropellando maíz, hecho de pedazos de neumático con grecas elaboradas de la gramínea. Con esta pieza, Romero invita a reflexionar sobre el maíz transgénico y lo que conllevan los procesos artificiales.

Desde la terraza del museo se aprecian también las cuatro piezas de la artista que se ubican en la explanada; tres son inéditas y la otra ya la había trabajado en homenaje a la cultura huichol; su estructura circular tiene varias llantas, cuyo centro representa las ventanas al cielo.

Las otras piezas inéditas son una serpiente hecha con neumáticos, vinculada al trabajo de Mathias Goeritz, y un rodillo de impresión, que evoca la importancia de reciclar y convertir un símbolo de velocidad y contaminación en instrumento para imprimir, así como una columna formada por llantas de distintos tamaños con iconografía precolombina en cada una.

El altar a Diego Rivera, dedicado al fenómeno de la migración, se quitó el pasado 15 de enero, pero la exposición Ídolos frente a los altares, de Betsabeé Romero, estará abierta al público hasta el 27 de marzo de 2016. museo Diego Rivera Anahuacalli (Museo 150, San Pablo Tepetlapa, Coyoacán).