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Puntos sobre las íes

Recuerdos XXII

P

use punto final a mi anterior entrega a La Jornada refiriéndome al caos en que se había convertido mi vida, gracias a José López Portillo y Miguel de la Madrid, mismos que casi acabaron con este maravilloso país y yo sin saber qué hacer, sin periódico, sin maquinaria, sin dinero y sin futuro. Fue entonces cuando el licenciado Juan Okie González me ofreció pudiera guardar la colección de El Redondel en sus oficinas, lo que mucho le agradecí.

Y ahí me quedé.

* * *

Pero hubo más.

Mucho más.

En esas andaba, cuando mis hermanos me tendieron la mano con toda generosidad, a lo que se sumaron mis tres hijos varones –bien jóvenes por cierto– y puede el amable lector imaginar el estado emocional en que me encontraba.

De todo tuve.

Un día de esos me llamó a casa el licenciado Okie, preguntándome si podía ir a sus oficinas y, de buenas a primeras, me ofreció que me hiciera cargo de la contratación de los medios publicitarios: periódicos, revistas, radio, cine, televisión y espectaculares, lo que, consideró no requería de mucho tiempo, cuando más mediodía.

Y claro que yes.

Me instaló en un pequeño cubículo y a trabajar me puse. Entre pláticas del ayer y entre consideraciones para el futuro, me propuso diéramos nueva vida a El Redondel, idea que me llenó de júbilo y estuvimos de acuerdo en que lo indicado sería hacerlo a través de la televisión.

Trabajamos sin casi descanso y puedo afirmar que el programa piloto no tenía peros y el lógico siguiente paso era conseguir anunciantes. A ello me dediqué en cuerpo y alma, ya que queríamos ofrecer a los posibles patrocinadores un paquete completo”, sin que esto me distrajera de las obligaciones y responsabilidades anteriormente contraídas.

El posible primer anunciante fue la Casa Domecq y debo dejar constancia de la forma en que don Antonio Ariza Cañadilla acogió la idea y me ofreció que, además de algunos spots, le diéramos la entrada y la salida de los programas y que le hablaría a Everardo Camacho, entonces propietario de la agencia que manejaba la publicidad de la legendaria firma, para que ultimáramos detalles, precios y demás.

Me volvió el alma al cuerpo.

El siguiente considerado fue cigarros Delicados y, allá en las oficinas de la tabacalera fui atendido por un sobrino de Carlos Slim Helú, quien a media presentación me dijo:

–Está hecho, entramos al programa, pero como patrocinadores de los capítulos en que el público participe tanto en la trivia como en el concurso.

Quedé en hacerle llegar la tarifa por 13 programas sin las repeticiones, ya que no contemplábamos programas refritos.

Y faltaba algo más.

Una mujer joven que animara los programas, ya que deseábamos que fueran para todo público y género.

Pa´pronto pensé en Mari Carmen, hija de mi querido amigo el ingeniero Miguel Ortiz Monasterio y condiscípula de mi hija María Ruth.

Y ambos nos lanzamos a la Unidad Educativa de la Secretaría de Educación Pública para obtener los entonces certificados de locutor, exámenes por demás rigurosos y que duraban no recuerdo si dos o tres días.

El 15 de agosto de 1996 se nos otorgaron los certificados, categoría A –por cierto la más alta calificación–, mismos que aún conservo y que, supongo, tras ver y escuchar tantos desatinos de los hoy día locutores, o bien son ya mero trámite burocrático o ya ni se exigen.

Y ahora, a buscar canal.

Muchos años atrás conocí a don Luis Arrache, uno de los más destacados e importantes miembros de esa familia de grandes publicistas y escritores y quien, entre otros importantes puestos, fue director de prensa y publicidad del Instituto Mexicano del Petróleo y que, una vez jubilado, me dijo aburrirse mucho y deseaba regresar a las lides periodísticas o publicitarias.

–Claro que sí, ¿qué tienes en mente?

–Mira, soy amigo del doctor y me ha confiado que está dando firma a una revista y a un posible programa de televisión dedicado a las personas de la tercera edad (eso fue entonces, ya que hoy, por fortuna, estamos ya en la cuarta y tal vez en la quinta) y a la que ha titulado Sin cuenta y más, ¿puedes echarme una manita?

–Claro que sí, déjame exponerle el asunto al licenciado Okie y a ver que opina.

Continuará...

(AAB) [email protected]