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Prenda ritual maya, estrella de la exposición Oxtankah: lujo y poder, inaugurada en ese sitio

Exhiben los vestigios más recientes descubiertos en el Templo Mayor

Documenta una muestra 10 años de trabajos de exploración arqueológica

Ahí está la razón de nuestras identidades, afirma la titular del INAH

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Sobre estas líneas, prenda ritual alrededor de la cual se despliega la exposición Octankah: lujo y poder.Foto Guillermo Sologuren
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Eduardo Matos Moctezuma, María Teresa Franco y Raúl Barrera durante la inauguración de las dos exposiciones la noche del jueves en ese museo de sitioFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Sábado 28 de mayo de 2016, p. 3

La noche del jueves, en el Museo del Templo Mayor, María Teresa Franco, directora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), agradeció a las fuerzas armadas su labor en la protección del patrimonio cultural del país.

Dijo que con la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena) de manera constante estamos en acción. Durante la inauguración de las exposiciones Revelaciones de la arqueología mexica: Programa de Arqueología Urbana (PAU) y Oxtankah: lujo y poder, la funcionaria también expresó su reconocimiento al Fideicomiso de la Ciudad de México y a las autoridades capitalinas pues, argumentó, pese a que muchas veces discutimos y quisiéramos que las cosas avancen a pasos más rápidos, la verdad es que la ciudad y sus autoridades han respetado siempre los tiempos que requiere la investigación científica; sería poco generoso de nuestra parte no reconocer ese esfuerzo.

Frente al monolito de Tlaltecuhtli, la titular del INAH explicó que entrar en el Museo del Templo Mayor siempre produce una sensación tan poderosa que a veces no hay qué decir nada, sino sentir lo que significa este espacio. Es una ciudad sobre otra, profundamente enlazadas, razón de muchísimas de nuestras más hondas identidades.

Una década de trabajos

La muestra Revelaciones de la arqueología mexica, detalló Franco, no sólo da cuenta de los hallazgos más recientes del PAU, a cargo del arqueólogo Raúl Barrera, que deriva del gran Proyecto Templo Mayor, sino que relata los trabajos arqueológicos realizados durante una década, los cuales han sacado a la luz vestigios de importantes edificaciones mexicas, como el Calmécac, el Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl y uno de los más recientes: el gran Huei Tzompantli.

La labor de rescate y salvamento desarrollada en el PAU, además de estudiar todo lo hallado, implica la concientización sobre la importancia del patrimonio arqueológico, sobre todo, de los dueños de los predios donde se realizan obras de reconstrucción o remodelación.

La directora del INAH resaltó que hay contribuciones inéditas, como la creación del museo de sitio del Calmécac, en el Centro Cultural de España, el cual ha tenido gran éxito, o la beneficiosa combinación de esfuerzos con el Fideicomiso de la Ciudad de México.

Montaje de ofrendas

El arqueólogo y fundador del Proyecto Templo Mayor, Eduardo Matos Moctezuma, expresó que las dos exposiciones que desde hoy puede apreciar el público en el Museo del Templo Mayor, aunque pequeñas, son realmente sustanciosas por los materiales que las integran.

Recordó que hace 25 años, en 1991, empezó el Programa de Arqueología Urbana, derivado del Proyecto Templo Mayor, durante los trabajos que se realizaban en la Catedral Metropolitana, lo cual nos permitió intervenir, y ahí comenzó este programa que tenía como meta conocer el entorno del antiguo centro ceremonial.

A partir de entonces, continuó el investigador emérito, han sucedido una serie de hallazgos impresionantes que han permitido conocer lo que era el antiguo recinto ceremonial, el cual, señalaba fray Bernardino de Sahagún, tenía hasta 78 edificios en su interior, entre ellos, el Templo Mayor. Nuestro trabajo no se detiene porque debajo de nosotros hay otra ciudad: la antigua Tenochtitlán.

En la exposición llama la atención de los visitantes el montaje de ofrendas, muchas de ellas formadas por gran cantidad de restos óseos.

Secciones de templos y estructuras vinculadas con la vida ritual y formativa de las clases ligadas al poder mexica descubiertas son el eje de la muestra: el Cuauhxicalco, el Calmécac, el Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl, la Cancha de Juego de Pelota y el Huei Tzompantli, donde se han identificado 35 cráneos, pero posiblemente sean cientos más, lo cual se comprobará en la segunda temporada del proyecto en este 2016.

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Uno de los mútiples vestigios hallados en la zona arqueológica del Templo MayorFoto Guillermo Sologuren

El atuendo fue hallado en 2000, en QR

Mónica Mateos-Vega y Ana Mónica Rodríguez

Una prenda ritual que imita la piel de un hermoso pez plateado llamado xihua, oriundo de la bahía de Chetumal, es la pieza en torno a la cual se despliega la exposición Oxtankah: lujo y poder, inaugurada la noche del jueves en el Museo del Templo Mayor.

Esa pieza fue confeccionada entre los años 600 y 900 dC, se muestra por primera vez al publico y probablemente se convertirá en una pieza emblemática del mundo maya, dijo el arqueólogo Emiliano Melgar Tísoc durante el recorrido por la muestra.

Es una obra de arte prehispánico elaborada con mil 620 cuentas nacaradas y 34 pendientes de distintos tonos rosados, lo cual remite al vasto mundo acuático que veneraba la sociedad maya, al mismo tiempo que suma nuevos conocimientos sobre los antiguos habitantes de la zona.

Fue hallada en 2000, en la tumba de un hombre joven (de entre 25 y 35 años), desarmada sobre su pecho. El trabajo de reconstrucción y armado fue largo y minucioso, realizado por Hortensia de Vega Nova, directora del Proyecto Arqueológico de Oxtankah, el arqueólogo Melgar Tísoc y la restauradora perito Lourdes Gallardo Parrodi.

La exposición ofrece información sobre Oxtankah, sitio arqueológico ubicado en el sur de Quintana Roo, en la frontera con Belice, así como una semblanza de sus habitantes y cómo era su desarrollo. Fue en la tumba 1 de la Estructura VI de la Plaza Columnas, donde la arqueóloga De Vega halló el millar y medio de piezas de moluscos sobre el pecho del personaje principal, que se cree pertenecía a la clase alta por la suntuosa parafernalia con que fue ataviado, al que acompañaban seis individuos, tanto adultos como infantes.

La investigadora explicó que la sección más importante del entierro sufrió el colapso de una laja superior, razón por la cual la prenda quedó deshecha, así como otros objetos del contexto ritual: piezas de cerámica, platos policromados, collares y una máscara.

De color nacarado

Emiliano Melgar explicó que las piezas del atuendo fueron elaboradas con cuatro especies de moluscos, de las cuales tres provienen de aguas marinas del Caribe y una de agua dulce, probablemente de Belice o del Petén guatemalteco, que es zona de ríos.

El nácar de agua dulce emite colores claros y el de agua marina tiene tonos oscuros; los espléndidos artesanos mezclaron ambas especies, lo cual indica que estaban buscando el color nacarado.

Para el desgaste, corte, perforación, pulido y bruñido los antiguos mayas usaron herramientas de basalto, pulidores y buriles de pedernal, navajas o lascas de obsidiana y trozos de piel.

Lourdes Gallardo, al recibir las piezas, les dio un tratamiento de conservación para mejorar su estabilidad y después trabajó en diversas propuestas de tendido, donde observó que el objeto sugería una forma semicircular para cubrir el pecho.

El análisis iconográfico en estelas, relieves, dinteles y esculturas mayas reveló gran variedad de atavíos y determinó que las lentejuelas estaban unidas en forma imbricada; por ello, las perforaciones son excéntricas y sólo una de las dos caras tiene brillo.

Esos elementos le dan un carácter de prenda, no de collar o pectoral como podría pensarse, puntualizó la restauradora.

De Vega añadió que se desconoce cómo llamaban originalmente los mayas a esta ciudad prehispánica, pues el nombre Oxtankah se lo atribuyó el investigador Alberto Escalona Ramos en la primera mitad del siglo pasado y significa entre tres pueblos o entre ramones.