Opinión
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Ciudad Perdida

Constitución de la era digital

La revocación de mandato

Tentación de los poderes fácticos

L

a constitución política de la Ciudad de México será la primera en el mundo que enfrente eso que se llama era digital, y que plantea problemas sociales que ninguna otra tuvo que resolver, por lo que debe tomar en cuenta que muchas de las circunstancias que hasta no hace mucho tiempo normaban, por ejemplo, la verdad política de la ciudad ahora resultan engañosas, u obsoletas en el mejor de los casos.

Desde luego no debe caber ninguna duda, entre quienes redactan la constitución, de que los ciudadanos de esta metrópoli en su mayoría, no los partidos, han exhibido, mediante el voto, su vocación por los gobiernos de izquierda, por las fórmulas que acompañan a estas administraciones.

Por eso mismo, se debe señalar que la intención y la inspiración superior con la que se construya el marco legal que normará la vida de los citadinos no debe ser torcida o defraudada, puesto que la voluntad de quienes acuden a las urnas es imponer rumbo a quienes gobiernan, y ese rumbo en la Ciudad de México se escribió a punta de sufragios.

Y como ya dijimos, sería imposible dejar de lado que muchas de las normas que emanen de los acuerdos del constituyente encuentren sustento, para bien o para mal, en los tiempos actuales, lo que obligará a dejar de lado también muchas de las visiones que marcaban cierto tipo de anhelos políticos que si alguna vez fueron necesarios para aliviar ciertos males de la democracia, hoy podrían convertirse en instrumentos desequilibrantes que acarrearán mayor zozobra social.

Preocupa, por ejemplo, que en el texto constitucional se incluya la revocación de mandato, que, por necesario que parezca, puede ser una trampa que pervierta, aún más, la mal parida democracia mexicana, que sólo encuentra decepciones a su paso.

Para que la revocación de mandato se pudiera ejercer sin la intervención de ciertos poderes fácticos, como los medios masivos de comunicación o las llamadas redes sociales, cuya fuerza, en los dos casos, es demoledora, se tendrían que dar ciertas condiciones, que de todas formas llevarían a la censura, cosa inaceptable, y permitirles el juego abierto sería poner en las fauces de la crítica interesada a los gobiernos que no caminaran por el sendero que esos poderes marquen.

Basta recordar, nada más, aunque hay ejemplos en el extranjero, aquel 7 de junio de 1999, cuando el humorista Francisco Stanley fue asesinado y una televisora llegó incluso a culpar a Cuauhtémoc Cárdenas, entonces jefe de Gobierno de la ciudad, casi de ser el autor intelectual de aquella muerte, y pidió su renuncia en una transmisión que duró horas y horas.

En aquel tiempo no había revocación de mandato, pero si ese hecho hubiera ocurrido con esa ley vigente, la de revocación, seguramente Cuauhtémoc Cárdenas hubiera tenido que dimitir o enfrentarla sin que mediara un juicio sereno o la presentación de pruebas. La manipulación de las y los receptores de mensajes vía redes sociales o televisoras hubiera deshecho aquel gobierno, y eso puede suceder en caso de que ese antiguo deseo se convierta en ley.

Sí, el proyecto de carta magna que el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, entregue a la Asamblea Constituyente tendrá que estar muy al día en eso de los problemas que en nuestra era le plantea la sociedad a las leyes, para que sea la constitución que requiere esta metrópoli para hoy, para el futuro inmediato.

De pasadita

Eso sí, la inspiración que sustentará al texto constitucional está a cargo de Porfirio Muñoz Ledo, en buenas manos, así que no hay nada que temer.