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Anoushka nos lleva a la tierra áurea
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Periódico La Jornada
Sábado 16 de julio de 2016, p. a16

En los anaqueles de novedades discográficas esplende un tesoro.

Land of Gold (Deutsche Grammophon), el nuevo disco de Anoushka Shankar, es una oda, un himno, una plegaria, un grito de protesta, una caricia al desvalido, la voz al que no la tenía, un bálsamo, una curación, un renacer. Un refugio para el amor.

El tema: la crisis mundial de la migración, la tragedia de los que tienen que abandonar su hogar, cruzar mares, desiertos, los nueve círculos de Dante, en pos de la tierra áurea (Land of Gold).

Find a kind heart
Rest your feet and soul
May your kind heart
Find a land of gold.

Que encuentres un corazón que te ame. Que descansen tus pies y tu alma. Que topes con un corazón de amor. Que des con la tierra dorada.

¿Cuántos de nosotros somos migrantes?, ¿cuántos hemos dejado hogar, familia, madre, padre, hermanos, el patio de la casa, los árboles, el paisaje, para buscar la franja áurea?

Migrar también es una metáfora.

Y también un devenir: la transmigración de las almas.

Y todo eso suena en el nuevo disco de Anoushka Shankar y supera, como sucede con los artistas verdaderamente grandes, a sus trabajos anteriores.

Land of Gold está vertebrado por un sistema circular y concéntrico. Las 10 piezas que forman el álbum son distintas entre sí pero están unidas por un fluir que nace, danza, vuela, en el sitar de Anoushka.

Podemos reconocer, así, células motívicas, dejos, mohínes, señales, códigos secretos, melodías apenas pronunciadas pero absolutamente entrelazadas entre cada uno de los 10 episodios que dura el disco.

Esta nueva pieza maestra de Anoushka es la música clásica de India, sí. Es la continuidad del gran trabajo de su padre, Ravi Shankar, pero es también la evolución.

En discos anteriores ya era notable ese maridaje insólito con la música de Occidente. Traces of you está atravesado por el amor. He aquí la reseña que hizo el Disquero de ese álbum imprescindible: http://goo.gl/ePjLxi

Land of Gold, el nuevo disco, está atravesado por la diáspora.

En un bellísimo texto incluido en el booklet de este disco, Anoushka despliega sabiduría: De alguna u otra forma, cada uno de nosotros está en búsqueda de su propia Tierra áurea: un viaje hacia un lugar que brinde seguridad, conectividad y tranquilidad, lo que los demás llaman hogar. Este viaje también representa la búsqueda interior que todos hacemos para hallar paz interior, verdad y aceptación, un deseo universal que une a la humanidad.

La semilla del disco Land of Gold, explica Anoushka, se origina en el contexto de la crisis humanitaria de los migrantes y refugiados. Eso coincidió, narra, con el nacimiento de su segundo hijo y le conflictuaba el alto contraste entre su habilidad para proveer a su bebé frente a la desesperación de otros que buscaban dar seguridad a sus bebés pero no lo conseguían.

El conflicto mental de Anoushka estribaba en que las oleadas de migrantes son provocadas por razones políticas ajenas a ellos y ligadas a actos de guerra. Me parece trágico pensar que vivimos en un mundo donde nuestra capacidad de ofrecer santuario a aquellos desterrados por circunstancias violentas ajenas a ellos, esté determinada por fronteras geográficas.

Fue entonces cuando Anoushka vio lo que todo el planeta observó estremecido: la trágica imagen del pequeño sirio Aylan Kurdi ahogado en alta mar y depositado su cuerpo por la madre mar en una playa turca.

Esa imagen delineó la belleza del disco Land of Gold, que grabó Anoushka como una respuesta contra el horror. ¿Qué mejor respuesta contra la violencia, el horror, la indiferencia, que crear belleza?

Desde la primera pieza del disco, Boat to nowhere (Lancha a la deriva), los temas musicales nacidos de su sitar permean la larga jornada hacia la tierra áurea. Los títulos hablan de fronteras, líneas, saltos, disolver límites, cruzar umbrales, recitar plegarias y lograr la reconciliación.

En la segunda pieza, Secret Heart, ascendemos espiritualmente con el sonido del shehnai, ese hermoso instrumento del norte de India muy parecido en contorno y sonido al oboe tibetano y cuyo sonar nos hace levitar. Lo sublime toma forma, contorno, se hace realidad y confirma el asombroso crecimiento espiritual que nos atañe.

Ese sonido sublime, clamoroso como un hermoso amanecer, como el vuelo majestuoso de una mariposa, como el nado elegante de una sirena, hace estallido en el track ocho, el momento culminante del disco donde Anoushka emite notas a toda velocidad, en éxtasis.

La pieza que da título al disco está justo a la mitad, track cinco, a cargo de la cantante alemana-turca Alev Lenz: All is good/ I love you/ You can hear me/ You can call.

La violonchelista británica Caroline Dale, el contrabajista Larry Grenadier, nada menos que el titular de ese instrumento en el Trio de Brad Mehldau, el violista británico Max Baillie, el pianista Mitch Jones, completan la disposición de instrumentos occidentales que culminan la belleza del discurso sonoro de los instrumentos de India: el sitar de Anoushka, la kanjira (tambor), el mencionado y sublime shehnai, el ghatam y de manera muy especial las diminutas campanas Ghungroo que ataron a los tobillos del bailarín Akram Khan, coronado el todo por Manu Delago, el máximo intérprete del hang, ese novedoso instrumento de percusión y además en la co-escritura musical de todo el álbum con Anoushka, completan un paraíso de sonidos, conceptos, metáforas, ideas. Esplendor.

Vanessa Redgrave, esa gran luchadora social, participa en el track siete recitando un poema de Pavana Reddy (Remain the Sea), donde el discurso de defensa de la madre Tierra, la protesta ecológica pero sobre todo la esperanza resuenan en medio de cánticos provenientes del Rig Veda en coro femenino.

He aquí, en este disco maravilloso, la tierra dorada, el remanso, hogar, la caricia, el refugio para el amor. La reconciliación.

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