Opinión
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Aprender a morir

Ambición mata todo

E

n tiempos más sumisos las almas pías advertían: La ociosidad es la madre de todos los vicios, sumándose así a la productividad sin ton ni son de un sistema inhumano por explotador, frenético y demencial, sin imaginar que no hacer o hacer poco habría resultado menos nocivo para la tierra, cuyo ritmo vital, además de ignorado, es violentado a diario, con consecuencias irreversibles, pero aceptadas. Porque no cree en las virtudes que pregona, el poder tiene que utilizar armas y amedrentar con palabras.

De modo que no son la ociosidad ni la pereza ni los ninis la causa de los desenfrenos, corrupciones y maldades en el planeta. La madre de todos los vicios, con perdón de teólogos y moralistas, es ni más ni menos que la ambición, ese deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama, a partir de la angustia de sabernos mortales, la inseguridad de reconocernos vulnerables y la certeza de vernos vapuleados por el sistema si no alcanzamos unos mínimos de poder, de perdis económico o político, que el mental y el espiritual ni en las universidades se consiguen. La Cofepris (o Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios), 15 años protegiendo tu salud, órgano desconcentrado con autonomía administrativa, técnica y operativa, con un comisionado federal designado por el presidente de la República a propuesta del secretario de Salud, siendo la Secretaría de Salud quien supervisa a la Cofepris, amenaza con obtener un nuevo logro en materia de negligencias, omisiones y complicidades o, mejor dicho, en materia de ambición.

No contenta con hacerle el caldo gordo a la industria farmacéutica extranjera y nacional; a laboratorios, farmacias, hospitales y a las televisoras concesionadas y su publicidad fraudulenta de productos chatarra, ahora publicó una lista de 200 plantas medicinales, muchas de ellas de la tradición indígena, cuyo uso quiere prohibir, entre otras árnica, anís estrella, pasiflora, valeriana, equinácea, zarzaparrilla, sábila y ginseng. ¿Con qué objeto? Para beneficiar a las empresas farmacéuticas y privatizar la rica tradición herbolaria del pueblo, quitándole el último recurso para medio preservar su salud. Ah, que la ambición.