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Vanessa Salas presenta en Guanajuato su exposición Zoología del alma y algunas bestias

Exhibe creadora sus híbridos de la actitud animal empatada con la humana

‘‘Me interesa que mis piezas no sean sólo un objeto de contemplación, sino que puedan formar parte de la vida de alguien más, del entorno”, indica en entrevista con La Jornada

Enviada
Periódico La Jornada
Sábado 29 de octubre de 2016, p. 3

Guanajuato, Gto.

Vanessa Salas brinda nueva vida a objetos que han expirado y los transforma en fauna del imaginario personal. Su antiguo morral de estudiante fue la crisálida que ahora vuela como amarilla mariposa entre azules flores de tela que crecen sobre el muro, las viejas faldas donadas por sus amigas liberan una libélula, una cristalina cafetera anima el despertar matinal en forma de gallo.

Me interesa que mis piezas no sean sólo un objeto de contemplación, sino que puedan formar parte de la vida de alguien más, del entorno, expresa en entrevista con La Jornada la artista sinaloense, nacida en 1974. La idea es que el arte debe ser parte de lo cotidiano.

La serie de obras se exhibe en Zoología del alma y algunas bestias, muestra montada en el Museo de Arte Contemporáneo Primer Depósito, en Guanajuato, que forma parte del programa dedicado a las artes visuales en la edición 44 del Festival Internacional Cervantino (FIC).

El hilo y la aguja tejen la hebra de la exposición, integrada por esculturas blandas, una instalación y vestuario teatral. En tamaño gigante, esos dos objetos del sastrecillo reciben en la primera sala, rodeadas por la serie de trabajos acumulados en los cuatro años recientes. Son el hilo conductor en estos híbridos entre humanos y animales, hechos de tela como material primigenio.

Siento que siempre debe haber una conexión del ser humano con el mundo animal, para podernos mantener alertas y escuchar la parte instintiva que hemos dejado muy dormida. Es necesario para tomar decisiones, para sobrevivir, correr. Esa parte animal es importante.

También el hilo y la aguja la remiten a su infancia en su natal Culiacán, donde su padre pescaba con anzuelo e hilo de nailon; con su madre hizo su primera muñeca. Entonces, de manera simbólica, esos dos objetos son el seno familiar. Me gusta porque están hechos para construir o alimentar.

Perderle el miedo al material

Tras subir unas escalerillas de caracol se llega a una enredadera hecha con gigantes flores trepadoras. Quiebraplatos es su denominación común, Ipomoea purpurea el nombre científico, gloria de la mañana, manto de María, don Diego de día o campanilla morada en otros lados. Aunque fue en Guanajuato donde la conoció, ciudad que Vanessa Salas adoptó como hogar hace 20 años.

Hasta el lugar llega el sonido apremiante del cláxon de los autos que circulan sobre el callejuela de Positos, en esta ciudad atestada de vida durante la fiesta cervantina.

Prendida sobre los muros es una pieza que ha ido creciendo. Primero fueron unas cuantas flores y un colibrí, luego llegaron el grillo, los caracoles de tierra y las mariposas. Me gusta la idea de que sea una obra viva.

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Siento que siempre debe haber una conexión del ser humano con el mundo animal, para podernos mantener alertas y escuchar la parte instintiva que hemos dejado muy dormida. Es necesario para tomar decisiones, para sobrevivir, correr. Esa parte animal es importante, considera Vanessa Salas (junto a una de sus obras)Foto Alondra Flores

Mucho de su trabajo se ha desarrollado en las artes escénicas diseñando vestuario y escenografía. Esta faceta es la primera que descubre el visitante al observar los ropajes para la obra teatral La escuela de los bufones, de Michel de Ghelderüde, un proyecto de la Universidad de Guanajuato.

Esos hombrecillos de la corte, dice, son como despojos humanos; eran los hijos no deseados de los nobles y las cortesanas. Los tiraban en las letrinas y se vestían con todo lo que encontraban de los grandes señores, por eso, hacen pensar en las bestias, representados como carnero, serpiente o ave, todos andrajosos y sucios.

En seguida, al cruzar al otro salón, aparecen las esculturas suaves, como un coyote que aúlla en solitario, una iguana de brillantina textura o una pieza entrañable, una becerrita hecha al tamaño natural de su pequeña hija cuando tenía dos años. La mayoría están basadas en el poemario Animalia mexicana, de Lirio Garduño-Buono. Otras, en las historias de lo cotidiano.

Salas estudió la licenciatura en artes plásticas en la Universidad de Guanajuato, aunque cuando terminó no sabía coser. Empezó haciendo juguetes: unas sirenas de tela pintadas a mano. Fue perderle el miedo al material y a sus posibilidades. De alguna manera el no tener una formación estricta de sastre o modista me deja jugar mucho más. Por otro lado, me obliga a invertir más tiempo en experimentar.

También, cuenta, hizo mucha figura humana. “Cuando estudié la carrera tuve buenas clases de anatomía, que me fascina. Como buena nerd me compré un libro de anatomía comparada, animal y humana. Repetía las láminas muchas veces.

Ahora los animales me dan gran satisfacción, asegura la artista, quien ha participado en más de 70 exposiciones colectivas y 18 individuales, en varias entidades del país y en Estados Unidos, Alemania e Italia.

Otra noticia se titula la figura de una regordeta elefanta de piel a rayas que un día huyó del circo y comenzó a correr por las calles. Luego, murió atropellada, así lo consignó la prensa e inspiró la figura inmóvil en el salón. Al menos fue libre por un instante, suspira Salas.

Cada animal tiene su temperamento y carácter. Igual que nosotros, de ahí el gusto de estos híbridos de la actitud animal empatada con la humana. Por mera intuición.