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Documentando la memoria
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Fotograma del filme
H

ace varios años, a propósito del estreno en México de El pianista (2002), de Roman Polanski, escuché la afirmación de un cronista de espectáculos –cuyo nombre prefiero olvidar– sobre que se hacían demasiadas películas acerca del Holocausto judío, pues todas decían lo mismo. No podría estar más en desacuerdo. Se hacen relativamente muy pocas para la trascendencia del tema. Y en México, todavía menos.

Por eso es importante el estreno en la Cineteca del documental Paraíso en Auschwitz, realizado por la pareja mexicana Aarón y Esther Cohen. Didáctico en el mejor sentido del término, este trabajo aborda el Holocausto como para un espectador sin una clara idea de su significado. O, de hecho, para quien lo ignore por completo (con los millennials nunca se sabe). Pero enfoca un caso insólito que uno no conocía y es narrado por un grupo de sobrevivientes, incluyendo uno establecido en México, Bedrich Steiner, a quien se dedica el documental.

El relato se inicia en Checoslovaquia, a partir de la invasión nazi de 1939. Como ocurría en varios países europeos, la población judía era segregada en principio, para luego ser confinada a ghettos. (El documental hasta define el término, por si alguien lo ignora). El caso checo fue diferente, pues el ghetto de Terezín se planteó como uno modélico, que servía para dar una imagen al mundo de que el tratamiento era humano. Para eso fue fundamental la figura de un judío alemán, Fredy Hirsch, quien era el líder del llamado Macabi Hatzair, una organización juvenil encaminada a la educación y el deporte entre los jóvenes.

Por supuesto, esa situación idílica no podía durar demasiado, y en 1943, 10 mil judíos checos fueron deportados a Auschwitz-Birkenau, el infame campo de exterminio nazi. Sin embargo, a las mujeres y niños no se les condujo a la cámara de gases, como era costumbre, sino que fueron llevados a una barraca específica donde, durante seis meses, vivieron condiciones insólitas de privilegio para el infierno que era Auschwitz (de ahí el paradójico título del documental). Las razones de esa decisión resultan un misterio, pero la negociación se debió nuevamente a Hirsch, quien finalmente se sacrificó cuando anticipó que la causa estaba perdida.

¿Por qué no hemos oído hablar de la figura heroica de Hirsch, como se ha sabido de Oskar Schindler, digamos? Por una sencilla razón: Fredy Hirsch era homosexual, y ese dato ha sido suficiente para mantener casi secreta su historia. (Ahora que el movimiento LGBT ha cambiado mucho, la situación, es probable la inminente producción de una versión hollywoodense de los hechos, interpretada quizá por Shia LaBeouf).

En términos formales, Paraíso en Auschwitz es un notable trabajo de recopilación y tratamiento del material de archivo. Los dibujos hechos por los sobrevivientes –que servían de informe para la SS– se han animado con acierto para darles más vida. Los Cohen incluso lograron conseguir pietaje de Blancanieves y los siete enanos (1937), por cortesía de la firma Disney, una película con un significado emblemático para varios de los sobrevivientes.

También el diseño sonoro de Fernando Alanís contribuye especialmente a la atmósfera conseguida por el documental. En particular, efectiva es la recreación del sonido de lo que probablemente se escuchaba dentro de la cámara de gases, hasta el último aliento, mientras la imagen se va a negros.

Cada imagen, cada pedazo de película, cada testimonio de los sobrevivientes (muchos de los mostrados en el documental ya han fallecido) es fundamental para mantener presente la peor atrocidad humana cometida en el siglo XX. Paraíso en Auschwitz no hace otra cosa que recordarnos su pertinencia.

Paraíso en Auschwitz

D: Aarón y Esther Cohen/ G: Sabina Berman/ F. en C: Aarón Cohen/ M: Fernando Alanís/ Ed: Fernando Alanís, Aarón y Esther Cohen/ P: Cohen y Cohen Creatividad, Momentum Films. México, 2016.

Twitter: @walyder