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Corrió cuatro ultramaratones y escaló igual número de cumbres en menos de un año

Lorena Olvera impone récord Guinness en deportes extremos

Un día cruzaba entre dunas, con temperaturas entre 38 y 50 grados, y dos después se encontraba escalando gélidas montañas

Tenía que sobrepasar mi zona de confort, afirma

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Una lesión de escoliosis en la columna, enfrentar su miedo a las alturas y sufrir deshidratación no menguaron el afán de Lorena Olvera, de 40 años, para demostrar que podía vencer sus límitesFoto cortesía de la atleta
 
Periódico La Jornada
Jueves 6 de abril de 2017, p. 9

Se encontraba entre el cielo y la tierra, había ascendido el monte Tubqal, el pico más alto de Marruecos, y los pensamientos de la mexicana Lorena Olvera se diluían entre las nubes que la ro-deaban. El llanto la invadía, pero era muestra de la satisfacción que sentía de haber impuesto un récord Guinness: correr cuatro ultramaratones y escalar el mismo número de cumbres en menos de un año.

En España corrió en el desierto de Tabernas y escaló el Mulhacén, en Argentina se enfrentó al ardiente Fiambalá y el volcán de San Francisco, en México anduvo por el desierto de Laguna Salada e hizo cumbre en el Pico de Orizaba para después llegar al Sahara en Marruecos y enseguida culminar, el 20 de marzo, este reto en la cima del Tubqal.

A sus 40 años de edad no tuvo reparos en combinar las pruebas de larga distancia y alpinismo en lapsos menores de cuatro días. Tener una lesión de escoliosis en la columna, enfrentar su miedo a las alturas, sufrir deshidratación o adapatarse a los cambios bruscos de temperatura del desierto y la nieve no fueron factores que la detuvieran en su afán por trascender en los deportes extremos.

Un día corría entre las dunas con el sol candente, con temperaturas entre 38 y 50 grados, y dos después se encontraba escalando montañas de clima gélido y con altitudes de 4 mil a 6 mil metros sobre el nivel del mar.

Horizonte sin fin

–¿Qué imágenes recuerda de este reto en el que enfrentaba dos ambientes tan diferentes?

–Es padrísimo. Veía la arena como si no tuviera fin. Las pisadas las iba sitiendo cada vez más hondas. Ves el llano, el calor que te pega, te unes con el lugar en donde estás, porque cada espacio te da una magia diferente.

La cumbre es otro sentir, porque es fuerza y lucha. Al llegar arriba sientes el frío, pero sigues adelante. Son cambios físicos y de emociones, pero que marcan tu visión de la vida, relata Olvera al tiempo que su mirada color castaño se llena de efusión entre los recuerdos.

El deporte ha estado ligado a Lorena desde niña, cuando comenzó a correr a los 12 años. Esa pasión la llevó también a convertirse en nutricionista deportiva. No obstante, fue hace siete años que decidió competir en carreras de larga distancia y en 2016 ganó la prueba de Atacama Xtreme. Después de cruzar la meta en el primer puesto, una idea de osadía comenzó a rondar su mente; hacer un proyecto que tuviera que ver con carreras de ultramaratón, pero en el que también se involucrara alguna disciplina relacionada al alpinismo.

El reto no sólo era demostrar las capacidades físicas que podría tener ante las adversidades, sino también salir de su zona de confort. Tenía que sobrepasar algo en lo que yo me sintiera cómoda. El ultramaratón lo es, lo hago con mucha pasión, dice, y destaca que en las competencias de distancia que hizo para este reto quedó en el podio en cada una de ellas.

No obstante, la cumbre era el verdadero desafío, porque le tengo miedo a las alturas, revela con voz delicada, pero en la que se filtra el entusiasmo de llevar a cabo una proeza.

Cuatro desiertos, cuatro cumbres fue el reto que se autoimpuso para cumplir en un plazo menor a un año. Después de realizar varios estudios de logística y de preparar su cuerpo a los cambios extremos del frío al calor, comenzó en marzo de 2016 la hazaña.

En diversos momentos tuvo que lidiar con el dolor, por las heridas, ampollas, lumbalgia, recaídas por la escoliosis que padece, pero en esos momentos negociaba la aflicción con el cuerpo.

El desierto de Tabernas, en España, fue la primera prueba. Ahí recorrió 65 kilómetros para después ascender al Mulhacén, todo en 25 horas.

Sólo dos meses más tarde viajó a Argentina, donde compitó en el ultramaratón de Fiambalá en la categoría de 100 kilómetros y dos días después escaló el volcán de San Francisco, en la frontera con Chile.

Cada desierto es distinto. En Tabernas, hay cabañas, es muy seco, es un ambiente como del viejo Oeste. En Argentina el desierto blanco es espectacular, porque sientes el calor y a lo lejos ves las cumbres con hielo, rememora con fascinación por los paisajes que pudo contemplar en su travesía.

Había conseguido con éxito la mitad del reto. Al inicio la satisfacción la dominaba, sentía el entusiasmo de realizar cualquier proeza, pero sabía que todavía faltaba el tramo más complicado. En la tercera etapa el miedo comenzó a atacarla. Era una mezcla de temores, porque sabía a lo que se enfrentaría en el camino, pero al mismo tiempo sentía la certeza de que lograría el objetivo.

El desierto de Laguna Salada, en Baja California, fue la tercera competencia que realizó y en la que corrió 69 kilómetros a nivel del mar en apenas seis horas.

Sin embargo, su cuerpo comenzó a lanzar señales por el desgaste físico. Lorena sufrió una deshidratación que le provocó molestias en un riñón. Apenas pudo dormir un par de horas para recuperarse, ya que al siguiente día debía enfrentar el Pico de Orizaba, la cumbre más alta de México.

La prueba fue complicada, lo escaló por la cara norte, la más difícil. El cansancio comenzaba a mermar sus energías, sólo faltaban 10 metros para alcanzar la cima, pero por el esfuerzo había perdido la noción del tiempo y la distancia. Cada paso le costaba el doble de trabajo y el dolor la invadía, pero siguió el recorrido.

Pese a las adversidades, implantó un récord mundial al recorrer desde el punto más bajo de altitud hasta el más alto en sólo tres días. Nunca antes lo habían hecho y fui la primera persona en conseguirlo.

Sólo faltaba un desafío, enfrentar la hostilidad del Sahara por 60 kilómetros y subir al Tubqal. Antes de comenzar el último ultramaratón tuvo que drenar uno de los dedos de sus pies debido a una inflamación por las ampollas que la aquejaban. No tenía opción, así enfrentó la competencia final.

Al correr entre la arena del Sahara y estar tan cerca de concluir el reto se dejó envolver por un momento de reflexión. Ahí ves las crestas de las dunas cafés, los camellos a tu lado, corres en tramos de llano y también es algo mágico, porque puedes entablar tu ritmo cardiaco y es cuando empiezas a soñar, a evaluar por qué estás ahí.

Al alcanzar la cima del Tubqal lo único que pudo hacer fue sentarse a admirar la nieve mientras la abrazaba la alegría. En la cumbre me quedé un rato sentada a agradecer, a disfrutar lo que habíamos logrado. Lo importante ya estaba hecho.