Política
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Los dogmas se derrumban
L

os mantras incansablemente repetidos por neoliberales de toda laya tienen vida finita, y algunos signos parecen anunciar su derrumbe. Todo asunto histórico-social tiene un inicio y un fin, aunque todo neoliberal lo ignore, porque la historia no está en su cabeza.

Trump ¿populista? De risa. Es una suerte de forúnculo del capitalismo neoliberal; sus críticos lo llamaron populista porque ¡sus discursos! de campaña no estaban alineados a los mantras del mainstream. En los hechos es un rabioso militante de uno de los más feroces y despóticos anhelos del neoliberalismo: la exclusión social más inhumana. Trump está derruyendo el sistema de salud, y ha anunciado la demolición del resto del Estado de bienestar estadunidense. Es un duro entre los duros neoliberales, aunque lo ignora. Pero no esperemos coherencia: también es un adicto al mercantilismo más torpe.

En el espacio delincuencial de los grandes capitalistas se reconoce a Trump como un gran negociador empresarial; él mismo lo presume. Este presidente tambaleante tuvo una gran idea: creyó que podía convencer a China de que debía presionar a Corea del Norte para que detuviera sus actividades nucleares. Lo que hizo Xi Jinping, el 6 de marzo pasado, fue narrarle algo de la historia de Asia. Donald dijo al día siguiente a The Wall Street Journal: Después de escucharlo durante 10 minutos, me di cuenta de que no es tan fácil. Agregó: “ You know, yo sentía, muy fuertemente, que China tenía un enorme poder sobre Corea del Norte. Pero no es lo que se podría pensar”. La periodista de investigación de The Washington Post Breanne Deppisch comentó: Nuestro presidente necesita un tutorial introductorio sobre las relaciones entre China y Corea para entender lo difícil que es contener a Pyongyang. Este es sólo el último ejemplo de uno de sus puntos ciegos: él y su círculo íntimo tienen muy poco sentido de la historia. Obama, interrogado por un reportero de The New York Times, expresó el 26 de marzo: La persona que hace esos comentarios (la pregunta aludía a Trump) no sabe mucho sobre política exterior, política nuclear, la península de Corea o el mundo en general.

Hablemos de economía. Me refiero a la o las disciplina(s) que estudian los economistas. Hoy por hoy el mainstream se basa en los principios (¡!) neoliberales: ninguna novedad.

En un acto académico celebrado el 5 de noviembre de 2008 en la London School of Economics, la reina Isabel II de Inglaterra preguntó a un distinguido grupo de profesores de economía: ¿Por qué nadie vio llegar la crisis? Sólo vio desconcierto. No sólo fue tan eminente señora la preguntona. Muchas voces han exigido explicaciones. Los del mainstream no saben las respuestas.

Llegó el Brexit en junio del año pasado. Cincuenta y dos por ciento de los votantes británicos optaron por salir de la UE, a pesar de que sólo uno de cada 22 economistas previamente entrevistados en un sondeo por el dominical The Observer apoyó la salida. Los expertos coinciden en algo inquietante para ellos: un número creciente de ciudadanos parece hoy no creerles ni media palabra. Frente a esa realidad, el establishment económico y político advierte, claro, sobre una ola alarmante de populismo. Andrew Haldane, economista-jefe del Banco de Inglaterra dijo que su profesión estaba en crisis al no haber previsto el colapso financiero de 2008 y al haber calculado mal el resultado del voto Brexit. Dijo que era preciso adaptarse a la confianza del público, alegando que sus modelos han resultado estrechos, pero que era preciso ignorar el comportamiento irracional de los más (parece que incluida su majestad, quien había pedido tres argumentos convincentes para concluir que Inglaterra debía pertenecer a la UE). La obcecación neoliberal no ve los efectos sociales de la forma de la pertenencia a la UE.

En enero David Redshaw, periodista especializado en economía, de The Guardian, escribió: No serían los economistas de hoy en día mejor servidos que mediante la lectura de alguna historia de la economía en lugar de confiar en sus modelos; puso de ejemplo a Galbraith con su El crash de 1929.

Crece en Europa alta expectativa sobre el libro de Joe Earle, Cahal Moran y Zach Ward-Perkins, Econocracy: el peligro de dejar a los expertos la economía (Manchester, University Press, 2017). Se trata de una obra de tres jóvenes estudiantes del posgrado en Economía de la Universidad de Manchester. El problema estriba en la desconexión radical entre una ciudadanía, que no entiende el lenguaje elemental de la economía, y una tecnocracia formada en facultades que sólo enseñan un esotérico pensamiento único. En concreto, las teorías de la escuela neoclásica, un modelo económico que, pese a estar escondido en una densa niebla de ecuaciones algebraicas, es tan ideológico como cualquier otro. Eso escriben estos activistas de un nuevo movimiento estudiantil, que cuenta ya con grupos en 14 universidades británicas y unas cuantas de Europa. Cuentan con el apoyo moral de economistas como el citado Andy Haldane; Ha Joon Chang, de Cambridge; Robert Skidelsky, biógrafo de Keynes; Ann Pettifor, autora de La producción del dinero; el lingüista Noam Chomsky, y Martin Wolf, gurú macroeconómico del Financial Times.

Los estudiantes, miembros activos de la campaña Rethinking economics, (Replanteando las ciencias económicas) reivindican la pluralidad en la enseñanza de la disciplina, mediante la incorporación al currículo de una amplia gama de teorías heterodoxas y ortodoxas, desde la austriaca a la keynesiana, de la feminista a la ecológica.

Los dogmas se derrumban lentamente. Hoy con fuerza particular en England, cuna de la economía.