Opinión
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Buscando la aguja en el pajar
P

ronto habremos de empezar a oír las más diversas propuestas sobre cómo atender el gravísimo problema de la seguridad pública. Veremos hechos y dichos sorprendentes por parte de reales y supuestos expertos y especialistas. Esa suposición se fundamenta en que es impensable que, en las mesas, foros, discursos, ponencias, desde los que irradiará la creatividad de los candidatos campeadores, sus partidos y jilgueros, se hablará en términos de proponer algo satisfactorio sobre lo que es la amenaza más aguda para el futuro del país.

En una campaña pugnaz como la que se espera, son condiciones difícilmente aceptables para un candidato el ser objetivo y veraz. Aceptar que sus propuestas, como condición ineludible, les implicarían asumir grandes costos políticos, sociales y presupuestales y que sólo ofrecerían frutos confiables a plazos medios y largos sería contra natura en una campaña. Esas condicionantes que son auténticas, no serían propias para plantear soluciones eficaces en un proceso prelectoral en el que por su índole sólo debe ofrecer bondad, belleza y felicidad.

Simultáneamente surge otra determinante: El cambio radical es ahora o nunca. O se exige al siguiente gobierno que enfrente decididamente el problema o el futuro nacional se verá muy comprometido. Mucho de la situación actual se deriva de que en 20 años sólo se han aplicado medidas parciales de resultados supuestamente inmediatos.

Si esta aseveración fuera atendible, habría que buscar otros caminos para encarar lo grave de la situación, sus complejos requerimientos y lo difícil que será alcanzar pronto logros indispensables. Sólo la sociedad organizada tiene la libertad de opinión, la sensibilidad sobre el problema y la entereza de plantearlo como justa exigencia a los gobiernos entrantes.

Ya empiezan a darse encuentros de organismo sociales en busca de interlocutores políticos con miras a hacerse oír en las campañas. Ese camino, legítimo y comprensible es posible que no sea el mejor. La contaminación prelectoral es un peligro a evitar. Es apremiante que, al margen de las campañas, y atendiendo a la oportunidad de un gobierno a renovarse, la sociedad se organizara de múltiples maneras, en un esfuerzo de la dimensión requerida por un problema nunca enfrentado suficientemente.

Muy poco puede esperase de lo que se plantee en las campañas. Por su naturaleza el problema es propicio para ser tema de debate prelectoral, de la misma manera que su propia naturaleza le impide transparencia, objetividad y autenticidad tanta como es indispensable. Un segundo problema y de gran calibre, es la arraigada costumbre del poder de despreciar las propuestas de la sociedad en términos que fueran reales y comprometidos. En estos mismos tiempos somos testigos como organizaciones sociales de gran solvencia moral, técnica y experiencia, han sido ignorados por el gobierno federal.

Como paso inicial es necesario que una constante en cualquier proposición –aunque esta fuera preliminar– sea el ineludible cambio de perspectiva. El enfoque meramente criminal ha demostrado ya que, si en algún momento fue correcto, hoy está absolutamente rebasado. Un nuevo encauce es indispensable: el sociopolítico, debería cumplir tres exigencias: El enfoque preventivo, el de participación social y perfeccionar el actual de carácter judicial. Esto lo convertiría en un proyecto diferente, de naturaleza interdisciplinaria, de sociología política y no solamente de control judicial.

Naturalmente, cada rubro mencionado está compuesto por mil partes que habrá que desagregar. Eso equivale, en parte, a una autopsia que resultará desagradable para la administración Peña Nieto, muy comprometedora para su partido, el PRI y un filón de oro para los partidos de oposición, pero es la base de partida. Habrá que partir de la propia Constitución con sus vacíos, indefiniciones y parcelaciones sobre el tema; considerar todo tratado o convenio internacional, dictar leyes secundarias y fijar políticas públicas, todo ello debidamente consolidado en programas de gran participación social. Estas razones abundan en lo necesario que es preservar esas reflexiones nacionales de toda contaminación prelectoral.

El gran reto y el gran requisito es aceptar que estamos ante un problema sociopolítico de pronósticos alarmantes. Es importante hacer relevante que una situación como la que actualmente se vive puede evolucionar del tipo de conflicto presente a otro a perfilarse según los hechos que ocurran en un momento dado. Hay datos ya presentes de numerosas señas de descomposición social. Ella se victimiza a sí misma y crece la expansión criminal. ¿Queremos más?