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Ver día anteriorViernes 25 de agosto de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Todo es singular en Barcelona
C

omo en su nombre, como en su espíritu, como en su historia, como en sus calles y avenidas –la Rambla–, como en sus monumentos –la Sagrada Familia de Gaudí, considerada el símbolo de la ciudad. Todo es singular en Barcelona. Hoy en duelo por el cruel atentado terrorista de una célula yihadista el fin de semana pasado. Acto que dejará huellas traumáticas sobre otras huellas que aún permanecen activas de la Guerra Civil española, en especial los terribles bombardeos franquistas sobre la ciudad.

Huellas de voces ahogadas en debate lento, quedo, laborioso y secreto, deshilvanador y misterioso efecto de gritos de dolor en movimiento. Huellas que evolucionarán más allá del tiempo lineal; jirones de recuerdos asociados a jugueteos infantiles esperanza de una vida nueva entre viejas llagas.

Huellas del desgarre de voces como río, efímera conexión de salida a la inercia asfixiante de huellas contra la piel. Resplandor perdido en la cueva vocal debajo de dientes, huecos de encías, raíces profundas al amparo de sombras, saturadas de humedades recelosas y enroscadas. Huellas de huellas perdidas en silencio que giraban alrededor de pechos que rasgaban el fondo del aire –¡aire que lleva aire!– hundidos en hondo barranco, polvo infernal que sirve de soporte al milagro del ay, ay, ay que fue un solo grito.

Una luz en la noche dirigida a la aparición del sol en formación de doble sentido: unirse y separarse más libremente a pesar de huellas escondidas detrás de este diálogo previo al lenguaje que unía y separaba el simple cambio de sonidos; de la unión a la separación; de la fusión a la sucesión.

Desesperación desmesurada por un dolor inelaborable. Ante el acto terrorista, afirmación del todo ¡Barcelona es uno! Sacrilegio y sacrificio sumergido en perversas escenas inolvidables que se repiten. Huellas bajo tachadura, desdoblamiento en que se vistió de ternura, la destrucción que martirizó a España. Brutalidad inhumana, retorcimiento de serpiente, curva interminable de instinto de muerte, destructivo. Al que Barcelona opuso la elegancia y suavidad entrañable subrayada de múltiples sentidos.