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De nuestras Jornadas

Negociando con lobos

A

quel primer discurso del precandidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional, José Antonio Meade, el domingo pasado en el puerto de Veracruz, donde acusó al ex gobernador Javier Duarte de Ochoa de traicionar al priísmo, no sólo buscaba el necesario deslinde de quien es considerado el político más corrupto del país, sino que de rebote tenía por destinatario a un nutrido grupo de duartistas, hoy militantes y activistas informales en el proyecto monárquico-sucesorio del gobernador panista Miguel Ángel Yunes Linares.

Confrontar al vergonzante duartismo fue pretexto y advertencia a Yunes Linares sobre los riesgos de su desatado pragmatismo, que lo lleva a negociar con un grupo de conspicuos amigos del reo del Reclusorio Norte apoyo económico o político a cambio de protección e impunidad. Durante su campaña, el mismo gobernador los acusó de formar parte de la pandilla delincuencial que saqueó Veracruz.

Meade, como candidato de Peña Nieto, desde la plenitud del pinche poder, revivió el tema de la corrupción, en parte por la necesidad de alejarse coyunturalmente de lo que representa Duarte, pero también para insinuar que el paraguas yunista azul, que hace arreglos con ex funcionarios manchados por el asalto al erario y la impunidad, no será suficiente para librarlos de sus responsabilidades, asentadas en los expedientes abiertos por la Auditoría Superior de la Federación.

Entre otros, aparte de Juan Manuel del Castillo y Vicente Benítez González, ambos diputados locales y connotados operadores financieros del duartismo, hay algunos legisladores federales que habrían aportado capital político y financiero al proyecto yunista a cambio de evitar la persecución gubernamental.

En esa lista de nuevos miembros del gobierno del cambio están el ex contralor Ricardo García Guzmán, a quien motejó de tapadera de Duarte para luego promover, sin éxito, su candidatura a la alcaldía de Pánuco, y destacadamente el diputado local priísta Basilio Picazo, un cacique de horca y cuchillo de la sierra de Papantla, acusado de traficante de madera por el propio gobierno yunista.

En su empeño por heredar la silla gubernamental a su hijo, Yunes Linares les ha cobrado elevadas cuotas monetarias y de apoyo político, en una estrategia de mustia simulación que, en su afán de socavar la estructura electoral priísta, sin pretenderlo le está haciendo el favor a Cuitláhuac García, de Morena, su tan odiado rival, como el mismo tricolor, al que también sin querer le está acomodando las fichas para que mantenga su actual posicionamiento entre los electores. Es el precio de negociar con corruptos, y está dispuesto a pagarlo.