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Nosotros ya no somos los mismos

Trump y los dueños del planeta

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, benefició con una reforma fiscal al sector más pudiente de su país, lo que le acarreó una cascada de aplausos de ese pequeño grupo de millonariosFoto Afp
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ada de qué quejarme sobre las reacciones a mi modesto acercamiento al perfil de don Don(ald) Trump. Todas las opiniones son coincidentes, aunque una gran mayoría me confiesa que adopté un tonito doctoral cuyo diagnóstico todo mundo comparte (o sea: fui innecesario) y me mostré demasiado light en la propuesta de respuesta.

Una gran mayoría considera que la reacción del gobierno mexicano, por timorata y consecuente, ha provocado una mayor agresividad y prepotencia. La mayoría coincide, en que pretender responder en el mismo tono bravucón e irracional, nos coloca en un igual nivel que el agresor y en el cual, evidentemente, estamos en desventaja. Nuestra trinchera es la de la racionalidad, la cordura, la justa y explicable indignación. Nosotros no podemos amenazar, agredir, domeñar. Sí podemos denunciar, exhibir, descalificar e invalidar ética, moralmente y, por supuesto legalmente, al transgresor del derecho que rige y hace posible la convivencia entre las naciones.

En circunstancias más favorables de predominio, ni Estados Unidos ni Francia ni Inglaterra ni otras metrópolis igualmente hegemónicas han podido someter a los países malditos, es decir insumisos: desde la Tracia de Espartaco hasta la Corea de ese individuo tan incompresible para nosotros, pero tan pequeño y fuerte, como para mantener nerviosita a esa extraña mezcla de Goliat y Godzilla.

Nadie en su sano juicio imaginaría siquiera una reacción violenta u ofensiva al presidente Trump y su gobierno, menos al pueblo de ese país, por más que amplios sectores se lo ganan a pulso. Entre más comedida, razonada y respetuosa fuera nuestra postura, más resaltaría la patanería, la estulticia, la carencia de cordura y el nivel de insania (trastorno de las facultades mentales, privación del juicio) que caracterizan al gobernante que aterra al mundo pero que, dentro de su país cuenta cuando menos con el respaldo de la cuarta parte de la población.

La posición de México tendría que, además de todo lo anterior, ser absolutamente firme y seria (nada de un pasito pa’delante y dos para atrás). Por eso es indispensable sopesar anticipadamente las acciones que se decidan tomar y los límites imposibles de rebasar. Identificar en qué puntos encontraremos apoyo, no sólo en los países latinos o los restos de aquellos no alineados, sino en los europeos que nos verán como la punta de una lanza que ellos no se atrevieron a levantar. Y también los apoyos internos que tan bien ha sabido conjugar míster Trump, pese a las enormes diferencias de todo tipo que los separan, sin olvidar que estos no se concretan a los estados del Sur Profundo en los que se concentran los hombres de túnicas y conos blancos con los que pretenden ocultar no la negrura de su epidermis sino la de su conciencia de pilgrims de quinta, su calvinismo cerril, no alcanza a cubrir su comportamiento de sicópatas kukuxklanes. Vaqueros generadores de la violencia más irracional con tal de conseguir, sin más derechos que la fuerza bruta y la carencia de mínimos escrúpulos, todos los bienes que la rapiña permita: la mitad de un territorio ajeno, las tierras, aguas, ganado, recursos naturales y, por supuesto, las vidas de los legítimos propietarios, los habitantes originarios. Y por supuesto los multimillonario y los CEO de las trasnacionales más poderosas. Todos discriminadores y altivos WASP, ya sea que vivan en Boston, Filadelfia, Scottsdale (condado con mayor número de balnearios por cabeza en el mundo), Manhattan o dentro del código postal 11962, nada menos que en los Hamptons. Allí, los vecinos de los Rockefeller, los Vanderbilt, los Carnegie, seguramente, los Duarte, los hermanitos Zavala y por supuesto, Jay Gatsby, el grande (Robert Redford, primero y Leonardo DiCaprio, después con una diferencia de más de 40 años).

No debe dejar de tomarse en cuenta que la reciente reforma fiscal de Mr. Trump abatiendo las cargas fiscales que tan despiadadamente cargaban sobre esta sufrida minoría, le ha acarreado una inevitable cascada de gratitud de quienes siempre han estado empeñados en Make America Great Again.

Todos ellos forman parte de esa infame: minúscula, ínfima, microscópica, irrisoria minoría de los dueños del planeta. Intenté construir una palabra con el prefijo nano, o sea la multimillonésima parte de la unidad, pero los domingos a estas horas no tengo tiempo sino para tres martinis, por eso me conformé con una expresión no del todo ortodoxa pero sí muy expresiva: “minoría dia’madre”. O juzguen ustedes a partir de estos datos, tan veraces como aterradores: El 10 por ciento de la población de EU concentra 74 por ciento de la riqueza del país. Es decir, ese sector, del que Trump evidentemente forma parte, es poseedor de ¾ partes de la riqueza producida por la población económicamente activa de 328 millones 94 mil 562 personas que formaban la población de Estados Unidos, hasta las 12:46 del domingo 28 de enero de 2018, según reporte recibido directamente por esta columneta, a la hora señalada desde la Oficina del Censo de Estados Unidos y el Banco Mundial.

A cambio, el segundo dato: la porción inferior de la población gasta nada menos (ni nada más), que 1 por ciento de esa riqueza. Por cierto, pienso que es el momento de republicar la información que nos proporcionaron a finales del año pasado Andrea Becerril y Víctor Ballinas: Juan José Gómez Camacho, representante permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas, dio a conocer un dato por demás desconocido y asombroso: los migrantes aportan 7 trillones de dólares a la economía mundial. Y agregó: las remesas anuales que envían a sus países de origen suman más 550 mil millones de dólares. Sin embargo 100 mil de esos millones van a dar a los propios países desarrollados porque éstos también tienen migrantes. Pero lo más importante: esos 550 mil millones de dólares que los migrantes reciben como ingresos por los más deplorables empleos (que ni los negros aceptarían. Según el docto criterio del devoto y piadoso católico, el humanista de reconocimiento total en San Francisco del Rincón Guanajuato, don Vicente Fox), sólo 15 por ciento son destinados a las remesas que envían a sus familias y 85 por ciento permanece en los lugares donde trabajan y contribuyen a la creación de riqueza, empleo, seguridad, servicios comunitarios.

Tengo un agudo problema al que no le veo fácil solución: yo escribo una vez a la semana y don Don(ald) tuitea diariamente desde la madrugada. Considero que no debo permitir que permanezca sin comentario cada una de sus peligrosísimas opinionamenazas a México y al mundo pero, no me doy abasto. Me resisto a que tanta estupidez e infamia cotidiana nos vayan acostumbrando y, como en la época de su antecesor alemán, hombres y países tratemos de justificar nuestra estupidez o cobardía, con la ridícula excusa: es que era imposible que esa monstruosidad aconteciera.

En mi agenda siguen pendientes las declaraciones del sacrosanto cardenal de Guadalajara, también los cada día más inexplicables argumentos del joven que, rompiendo su tradicional estilo de vestimenta, se atrevió a portar una chamarra de porrista de las huestes de los pumas, aunque el amarillo no tiene el fulgor del oro universitario, es apenas un amarillo bastante más deslucido que el que López Castro escogió para el escudo del Sol Azteca. Qué ridículos tiene que pasar un proyecto de candidato con tal de tratar unos cuantos votos o, ¿no es así joven Anaya? ¿Y las proclamas de honradez, honorabilidad, transparencia de Alejandrita Barrales, avalada por Frank Nitti, Frank Capone y Dillinger? ¿Ex delegados y diputados perredistas?

Lo confieso: no sé cómo continuar.

Twitter: @ortiztejeda