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Fuego aliado
C

on el triunfo electoral de la Cuarta Transformación (4T) en 2018 se inició un periodo de definiciones políticas con el que varias máscaras y disfraces dieron paso a la revelación de causas, proyectos y motivaciones. Aquel romance escondido con el que PRI y PAN –partidos con bases fundacionales antagónicas– juguetearon para simular una alternancia en 2000 y compartir su más anhelado fetiche, el poder, salió de lo oscurito para convertirse en un matrimonio al que promiscuamente invitaron al PRD, aquel partido referente de las izquierdas que en 2018 desvió tanto su rumbo que celebró su aniversario teniendo como maestro de ceremonias a Ricardo Anaya.

A partir de diciembre de 2018, por primera vez, el grupo heredero del maximato fue realmente oposición, dejó de ser gobierno por mandato popular como resultado de la ausencia de un proyecto que respondiera a las necesidades de la población de un país rico pero empobrecido, cuya percepción hacia sus gobernantes era la misma que los indígenas tenían hacia los españoles que los sometieron durante el virreinato, mientras los explotaron para llevarse las riquezas de sus tierras a otro continente.

Tiempo tuvieron PAN, PRI y PRD, después de perder la Presidencia, gubernaturas y municipios durante los últimos cinco años y medio, para percatarse de que, como oposición, su única herramienta para dejar de serlo era la de construir un proyecto mejor que el de sus rivales políticos y que atienda lo desatendido por siglos, y que acuda a las causas de las problemáticas para resolverlas. Días, meses y años les sobraron para reconocer lo que no han admitido, que fueron ellos quienes iniciaron el fuego que el actual gobierno lucha por apagar en materia de seguridad, o que el repudio mayoritario que en ellos recae responde a exactamente aquello que muestran seguir representando. No lo hicieron, prefirieron conformarse con quienes votarán a su favor, pero no por ellos, sino en contra de los otros.

Los animales gregarios no somos tan distintos como podría pensarse. Ejemplo es el de los lobos y humanos cuyos grupos y jaurías se integran y desintegran por necesidades y ambiciones. Aquel lobo que busque dominar en su jauría deberá enfrentar al líder para ocupar su lugar; de no ser así dejará a su comunidad para vagar y en el trayecto tal vez encontrar a otros expulsados con quienes fundará una nueva organización, repartiendo jerarquías para, al final, repetir el ciclo por generaciones.

Lo mismo sucedió con PRI, PAN y PRD, partidos políticos que en algún momento representaron ideales antagónicos, pero que comparten algo que a sus miembros les es más poderoso que cualquier ideología: el poder por el poder que hoy, expulsados popularmente de gobiernos, los lleva a caminar juntos –aunque sin mucho rumbo– para intentar volver a conseguirlo. Pero en este trayecto que conlleva repartición de candidaturas u otras posiciones de poder, las mordidas, como en cualquier jauría, no faltan e incluso son imposibles de evitar.

Eventos como el empujón y cabezazo durante un mitin de la candidata Xóchitl Gálvez por parte de responsables de logística de la misma candidata y del PRI, son síntoma de una jauría que se ve amenazada a ser despojada de su hueso. De igual manera, el reclamo de la candidata de oposición a las organizaciones políticas que la abanderan por falta de apoyos muestra en sí una lucha de poder interna que no es menor y parece dejar sola a una candidatura que en las encuestas está muy abajo.

Pero en todas partes las fauces responden a los gruñidos. Sobre un supuesto desacuerdo o conflicto entre Clara Brugada y Claudia Sheinbaum que después del inicio de campaña presidencial de Morena en el Zócalo comenzó a ser utilizado para intentar dar la impresión de unidad rota en la 4T, hay que entender un par de cosas. La primera es que en la política se vale todo y en tiempos electorales se vale más; por ello no es de extrañar que desde la oposición se orqueste una campaña que busque hacer creer que están distanciadas; viniendo de adversarios de Morena es normal.

La segunda es lo revelador que resulta el que dentro de Morena muchos miembros de la 4T le den valor de verdad a algo así. Parecen olvidar que Claudia Sheinbaum y Clara Brugada son compañeras de movimiento y lucha desde hace mucho tiempo. A veces el enemigo parece estar dentro del mismo grupo o jauría.