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Haber firmado la paz es lo correcto, aunque haya una lucha muy dura

Incorporarse a la vida civil ha sido difícil para los ex combatientes

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▲ Para los ex guerrilleros los acuerdos de paz que firmaron las FARC en 2016 fue lo mejor que se pudo hacer y ahora los colombianos los defienden, a pesar de que no se ha cumplido la reforma política.Foto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Jueves 5 de diciembre de 2019, p. 20

Dos de comandantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que condujeron a la guerrilla durante décadas y negociaron los acuerdos de paz con el gobierno por seis años, Rodrigo Londoño (Timochenko) y Julio Gallo (Carlos Antonio Losada) aseguran que no fueron ilusos cuando se firmó el pacto que puso fin a la guerra más larga de América Latina.

Ningún revolucionario puede pensar que sólo por firmar un acuerdo va a cambiar el país radicalmente. Sabíamos que esto iba ser un pulso, una lucha muy dura, reconoce el ahora presidente del partido en formación y que mantiene las siglas del ya desarmado grupo combatiente, Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC).

A pesar de eso se mantienen en la certeza de que no nos equivocamos al firmar la paz. Es el camino correcto. Lo prueba el hecho de que a partir del 21 de noviembre miles de colombianos se están levantando y llevan el acuerdo de paz como una de sus banderas principales. Esto lo sostiene el comandante guerrillero que estrechó, en noviembre de 2016, la mano del ex presidente Juan Manuel Santos en Cartagena para refrendar el pacto.

Vaya que la lucha por mantener el silencio de las armas ha sido dura. Mientras combatientes de las FARC intentan incorporarse a la vida civil, otros están en plena labor de exterminio. En tres años de paz han sido asesinados 171 ex guerrilleros de-sarmados y más de 800 dirigentes populares.

Pero nada de lo que han hecho ha logrado revertir el camino. Y no han podido porque los acuerdos de paz están bien hechos, blindados.

Para reforzar su argumento pregunta: ¿Durante estos tres años cuántas personas han dejado de morir? Porque durante la guerra se moría a diario, incluso compañeros nuestros de los que nunca se supo sus nombres, ni dónde quedaron y jamás se sabrá. Hoy se sigue matando. Pero de estos muertos sabemos sus nombres y, más importante, hay un sistema judicial integral que permite que se exija justicia.

Julio Gallo, conocido como El Clandestino porque durante buena parte de su vida se dedicó a organizar las redes de apoyo para la guerrilla urbana y ahora es senador de por la FARC, analiza las movilizaciones que desde hace tres semanas colocaron a los colombianos en el mapa de las protestas masivas que sacuden s Latinoamérica:

La realidad nos está dando la razón. La mayoría de los sectores del país, incluso los que son adversarios nuestros, defienden los acuerdos. Nunca se había dado un movimiento así, tan grande y de tanta profundidad. En tiempos de la guerra hubiera sido imposible.

Londoño cuenta una anécdota: “El 21 estaba en Medellín. Salí a caminar con la marcha y se me acercó un señor para tomarse la foto. Me decía: ‘yo he sido godo (conservador) de toda la vida y siempre estuve en desacuerdo con ustedes. Pero en la paz sí estamos juntos. Lo respeto’”. Concluye que ese es el nuevo ánimo que palpita en las calles.

Antes de firmar la paz, explica Gallo, las FARC se fijaron como objetivo lograr que los contenidos de los acuerdos se convirtieran en banderas de la lucha popular. Sólo así pueden materializarse las transformaciones acordadas, pese a la nula voluntad política que ha tenido la élite gobernante colombiana.

Londoño y Gallo, de visita en la Ciudad de México, enfatizan en los foros su apuesta por la paz. Pero dentro de su organización el sentir no es unánime. Hace seis meses se desgajó del tronco de las FARC una fracción encabezada por los comandantes Iván Márquez y Jesús Santrich, quienes anunciaron su determinación de retomar la vía armada.

Una fractura

–¿Cómo impactó esta ruptura entre las bases?

–Todo el tiempo estamos explicando a la gente la necesidad de mantenernos, a pesar de que los incumplimientos nos afectan mucho a la reincorporación a la vida civil. Convencerlos a pesar de que no se avanza en materia de tierras, en reforma política, en proyectos de sustitución de cultivos de coca y otros puntos es relativamente fácil. Lo difícil es explicar lo del asesinato. Pero dirigentes y bases lo tenemos claro: la manera de solucionar esto no es volviendo a la guerra –explica Timochenko.

–¿De dónde viene esa violencia selectiva y sistemática contra el movimiento popular?

–En Colombia hay regiones en donde el Estado no controla sectores políticos y económicos en las regiones fuera de las grandes ciudades, incluido el narcotráfico, que se mantienen ejerciendo la violencia, dice el senador Gallo.

No controla ni la justicia ni el monopolio del uso de armas y la fuerza. Pero tampoco se ha preocupado en crear institución, porque los poderes regionales garantizan el predominio de las élites políticas.

Si se implementara la reforma agraria y la reforma política, como están acordadas, habría la posibilidad de incorporar el campo colombiano al mercado nacional por la vía de la construcción de infraestructura social. Eso arrancaría a esas masas de campesinos olvidados al narcotráfico. De ahí podría surgir un movimiento que pueda, ahora sí, construir un verdadero Estado nacional. Por eso en las regiones esas mafias ven como una amenaza a sus intereses los liderazgos sociales y esto se expresa en estos asesinatos sistemáticos.

¿Y qué hacer ante esto? Entender que esto es un proceso histórico que va a demandar configurar unas mayorías políticas y sociales que terminen imponiendo la implementación del acuerdo. Ahí es donde surge la diferencia con Santrich y Márquez, que consideraron que había que regresar a lo de antes. Nuestra tesis es que ya intentamos esa vía durante 50 años y la verdad es que nunca logramos ganar en esa confrontación. Tampoco nos derrotaron. Y en ese proceso lo que se desarrolló fue el deseo de unas mayorías de vivir en paz. Y eso es lo que estamos cosechando los colombianos ahora con esta movilización que se está gestando estos días.

–¿Cómo va la reconversión de las FARC en partido político?

–La reforma política no se ha cumplido conforme lo acordado. Estamos en este proceso, pero con reglas del juego que siguen siendo las mismas que durante la guerra. En enero vamos a tener nuestro congreso, que llamaremos asamblea de los comunes. Y ahí haremos un balance de nuestros dos primeros años de vida como partido político. Esperamos ahí poder dar una reorientación más precisa, evaluando dónde nos equivocamos y dónde no. Y definiendo nuestras alianzas políticas. En 2026 tendremos que cumplir ciertos requisitos y si no lo logramos perdemos el registro como partido. Pero si es así, tampoco importa. Nuestra decisión es correcta y vamos a seguir.

Londoño reconoce las dificultades cotidianas que enfrentan los cerca de 14 mil ex guerrilleros para incorporarse a la vida civil sin que se hayan cumplido los mínimos. Por ahora sólo 2 mil ex combatientes están incorporados a proyectos productivos, pero para el resto, que bajo el esquema de la guerrilla tenía asegurada su subsistencia y la de su familia, no hay alternativas. Eso hace difícil el compromiso con la paz, pero hay un núcleo grueso de compañeros que lo han entendido y se han echado al hombro la tarea de la reconversión a la vida civil. Y esto implica mucho trabajo y mucho sacrificio. El mayor desafío es evitar que la mafia, el narcotráfico, la economía ilegal los atraiga.