Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de noviembre de 2007 Num: 663

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Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Marx no era marxista
ALEJANDRO MICHELENA

Tu cuerpo
ARISTÓTELES NIKOLAÍDIS

Horacio Durán, pionero
del diseño

ÓSCAR SALINAS FLORES

Entrevista con Horacio Durán
FRANCISCO JAVIER GARCÍA NORIEGA

Philippe Perrin o la repetición de la pérdida
ELIZABETH DELGADO NAZARIO

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Columnas:
La Casa Sosegada
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Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

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HERENCIA DE ESPÍA

MIGUEL BARBERENA


Sin respiro,
William Boyd,
Traducción de Beatriz García Ríos,
Alfaguara,
México, 2007.

En su nueva novela, Sin respiro, el británico William Boyd ha ido a husmear en la historia del espionaje de su país y ha dado con una página estupenda, la de la actividad de los servicios secretos de su majestad en Estados Unidos, de 1940 a 1941. Gran Bretaña quería forzar la intervención de Estados Unidos en la guerra contra Alemania y, para ello, todo se valía. Una célula de agentes en Nueva York plantaba por todos los medios falsas informaciones, medias verdades, insinuaciones y cualquier forma de propaganda antinazi. Una “fabrica de rumores” para convencer al “gringo” de a pie, y por ahí a Roosevelt y al Congreso, de pelear contra Hitler. Misión imposible: la opinión pública era mayoritariamente aislacionista, el drama en Europa era cosa de los europeos. Tras el ataque japonés a Pearl Harbor, la célula inglesa pierde su razón de ser.

En este contexto Boyd ubica al personaje central de su novena novela, Sally Gilmartin, nacida Eva Delectorskaya, una bella emigrada rusa contratada por el servicio secreto británico en 1939. Años después, en 1976, Sally teme por su vida y decide revelar a la hija su pasado clandestino. Lo hace por escrito, mediante una autobiografía que entrega por capítulos a Ruth, su hija de veintiocho años, estudiante fosilizada en Oxford, maestra de inglés para extranjeros en sus ratos libres, madre soltera de vida simplona.

Estos episodios autobiográficos llevan adelante la novela: Sally recuerda al espía que la recluta en el París de la preguerra –y que después se convierte en amante y peor enemigo–, sus actividades secretas en Nueva York, que también la llevan al chantaje sexual en Washington y a Nuevo México, donde un típico judicial mexicano quiere matarla; y la traición de la que es víctima, y que la obliga a huir a Canadá e Inglaterra y vivir bajo una serie de falsas identidades.

También es cuestión, en paralelo, de Ruth, una joven de otro tiempo y otras costumbres, que apenas puede con el shock de los secretos maternos. Descubre lo poco que sabemos de la biografía de nuestros padres… y cuando menos lo piensa ya está envuelta en un doble juego peligroso. Pueden estar metidos los alemanes de la banda Baader-Meinhof o los servicios secretos del Sha de Irán, la temible savak …

Sin respiro ( Restless, título original en inglés) renueva la novela de espionaje, género que ha dado a Gran Bretaña grandes practicantes. Boyd, nacido en 1952, ya no cuenta con el colonialismo que sirvió de fondo a los espías de Graham Greene, ni con la guerra fría de Smiley y demás “topos” de John Le Carré. Y los nuevos enemigos de la humanidad –el terrorismo, las multinacionales, el narcotráfico– no inspiran buenas novelas de espionaje, como tristemente lo ha comprobado el mismo Le Carré. Boyd opta mejor por un thriller histórico con resonancias contemporáneas. Pone en el papel protagónico –cosa inusitada en el género– a una mujer, tan audaz e inteligente como cualquier par varón. En un juego de bluffs e identidades alteradas, Eva Delectorskaya se convierte, primero, en Eve Dalton, y después en Margery Allerdice, Mary Atterdine, Lily Fitzroy, Sally Fairchild y Sally Gilmartin. Una mujer que ha vivido sin respiro, que aprendió a no confiar en nadie y, aún a los sesenta y seis años, vive temerosa, vigilante, en espera de que alguien venga a asesinarla.