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La Brigada Rafael Arce Zablah
L

a Brigada Rafael Arce Zablah. ¡Misión cumplida! Una historia contada por sus protagonistas (México: Ediciones Expediente Abierto, 2009) es un libro singular en más de un aspecto. Su autor, Héctor Ibarra Chávez, Genaro, no es un observador externo a la historia de luchas, sacrificios, héroes, injerencia imperialista y violencia sin fin que caracterizaron al proceso revolucionario y contrarrevolucionario de El Salvador en la segunda mitad del siglo pasado. Genaro es un actor más de ese proceso, quien, siendo mexicano, ganó con creces el grado de patriota salvadoreño, como muchos internacionalistas que asumieron un compromiso máximo, a riesgo de sus vidas, sacrificando sus proyectos personales y familias y sin más recompensa que el deber cumplido. Así, el libro es producto de la más compleja de las técnicas de observación participante: formar parte de un proceso revolucionario en otro país.

Héctor hilvana las voces de sus protagonistas con sus investigaciones en el teatro de la guerra y con los recursos de su oficio de historiador el tejido de una trama enmarañada y trágica en la que sobresale el pueblo salvadoreño, el artífice voluntarioso de una lucha por las mínimas libertades democráticas; condiciones de trabajo, salarios dignos y justicia social; una vida cotidiana sin el terror de la policía, escuadrones de la muerte, levas y masacres del ejército opresor; un país independiente, democrático y soberano. Pero, también, un pueblo en la búsqueda incansable de la unidad de las organizaciones revolucionarias, divididas por luchas fratricidas, sectarismos, intolerancias y, en ocasiones, lamentablemente, por las sicopatías o megalomanías de algunos dirigentes de la controvertida vanguardia, que para el caso de la revolución salvadoreña destacan dos muy estremecedoras: los asesinatos de Roque Daltón y la comandante Ana María.

La obra se centra en la conformación de la Brigada Rafael Arce Zablah (la BRAZ), como parte de los esfuerzos del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) por fortalecer la guerra insurgente mediante unidades de combate con cierto grado de fogueo, especialización y organización militar. No obstante, el desarrollo de la obra va más allá, a la revolución salvadoreña misma con base, particularmente, en la experiencia de una de las organizaciones que finalmente integrarían el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que tuvo la distinción de ser reconocido como fuerza beligerante por la Declaración Franco Mexicana.

El autor se pregunta sobre los integrantes de la BRAZ, uno de los proyectos político-militares más radicales de la época, su procedencia, motivos para levantarse en armas y hacer una revolución, lo que esperaban de este proceso radical de transformaciones. Genaro da respuesta a estos interrogantes remontándose a las raíces del movimiento social salvadoreño, situando las coordenadas sociales y territoriales de los combatientes de la BRAZ, su composición diversa urbano-rural, con contingentes notables de las comunidades cristianas de base, estudiantes, intelectuales, internacionalistas, toda una amalgama de grupos sociales en los que predomina el campesinado, que se transforma en un disciplinado contingente militar al servicio del pueblo.

Nuestro autor, afortunadamente, contaba con un recurso que constituía un hábito en el Che Guevara, y en los antropólogos por deformación profesional: llevar un diario. Genaro sintió la necesidad de contar lo que la historiografía oficial y también de izquierda, añadiría, calla o deforma. Se ve alentado a recuperar la memoria desde los testimonios particulares y las historias regionales.

Los testimonios que registra Genaro son especialmente representativos y valiosos, ya que recorren todas las estructuras militares y políticas del ERP, desde Joaquín Villalobos, hasta hombres y mujeres combatientes de variada procedencia social, incluyendo otros internacionalistas mexicanos. Los testimonios son sinceros, desenfadados, no respetan la versión oficial que incluso la guerrilla elabora de sus propias experiencias. Ejemplos de ello se localizan en las críticas a la incapacidad de las organizaciones revolucionarias para la unidad en los momentos en que se dieron las condiciones objetivas y subjetivas para la insurrección en 1979; las sarcásticas y jocosas opiniones de algunos revolucionarios sobre la ofensiva final o sobre el rollo ese de que estamos ganando la guerra.

Genaro llega a una dramática conclusión con la que estoy plenamente de acuerdo: Al final de la guerra, algo parecido a lo que pasa en México durante la Revolución Mexicana, sucede en El Salvador, y es que los que destacan son los dirigentes históricos, que por lo general son los sectores urbanos, que logran imponer el programa revolucionario y la conducción al proceso. Este sector, al final de la guerra, se constituye en clase política que medra al amparo del poder junto con la oligarquía financiera.

La Brigada Rafael Arce Zablah. ¡Misión cumplida! Una historia contada por sus protagonistas tiene la intención y centralidad referidas. Sin embargo, Genaro deja temas a los cuales debe llegar como una natural extensión de su libro. Por ejemplo: ¿qué lleva a la firma de los acuerdos de Chapultepec? ¿Qué participación tuvieron los distintos sectores populares en armas en la decisión de entrar en la ruta de esa salida negociada? ¿Qué ocurrió con la dirigencia máxima del ERP que lleva a un Joaquín Villalobos, por ejemplo, de la radicalidad armada socialista a las posiciones socialdemócratas, salida del FMLN, e incluso, a presuntas asesorías contrainsurgentes?

Por el momento, ésta es una obra de obligatoria lectura; de valor interpretativo y testimonial de primer orden. Gratitud a Genaro por esta, sin duda, ¡misión cumplida!