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El escritor e investigador acaba de publicar su novela histórica Sangre y fuego

Alejandro Rosas invita a reflexionar por qué México lleva 200 años de fracasos
 
Periódico La Jornada
Sábado 21 de noviembre de 2009, p. 4

La pregunta que se hace el escritor e historiador Alejandro Rosas no le da vuelta al asunto: ¿Dónde chingaos quedaron los logros de la Revolución Mexicana, luego de más de un millón de muertos y de casi 100 años de iniciada?

Hace otro planteamiento destacado: La reflexión ante el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución debiera ser por qué México lleva 200 años de fracasos. Y propone: El presente sería un momento ideal para refundar el país, pues ahora ni siquiera tenemos un proyecto nacional y la clase política está enana.

En entrevista con motivo de la aparición de su novela histórica Sangre y fuego (Editorial Martínez Roca), acerca de la etapa más oscura y descarnada de la Revolución Mexicana, derivada del golpe de Estado del general Victoriano Huerta y del consecuente asesinato del presidente Francisco I. Madero, Rosas considera que nos ha faltado pedirle cuentas al priísmo, pero también a lo que va del panismo.

Autor de libros como Los presidentes de México y Mitos de la historia mexicana, el narrador reconoce, sin embargo, que han habido logros derivados de la Revolución, como el haber codificado en leyes las demandas de la sociedad de democracia, justicia social y otras, que antes sólo se enarbolaban como banderas. Pese a ello, apunta que eso es poco para el tiempo y los sacrificios experimentados.

“Creo que la Revolución fracasó. No puede ser que tengamos un país como el que tenemos. ¿Dónde están las estructuras políticas, las leyes, una sociedad mucho más comprometida y cívica, una clase política eficiente, servicios de salud y educación de calidad, progreso, etcétera?

Ya lo anunciaba desde 1946 Cosío Villegas: que la Revolución había fracasado, muerto, por ese sendero de corrupción e impunidad. El Estado le sale debiendo a la sociedad a 100 años de la Revolución y 200 de la Independencia.

Huerta, el gran villano

Alejandro Rosas dice que Victoriano Huerta se convirtió en el gran villano de la historia, por encima de Porfirio Díaz o Agustín de Iturbide, debido a que mandó matar a Francisco I. Madero. Agrega que Huerta era uno de tantos hombres del viejo régimen porfirista, muchos de ellos sanguinarios, pero el general también venía de una cultura del esfuerzo. Aunque recuerda también que Huerta llegó a la presidencia del país mediante un acto de traición.

De Madero, el novelista comenta que su grandeza no reside tanto en lo que hizo, sino en su asesinato, el cual lo convirtió en un mártir.

Madero desarrolló un mal gobierno y nunca supo tener la sensibilidad política para olfatear, leer los hechos o escuchar a su gente cercana, como su hermano Gustavo.

–¿El gobierno de Madero hubiera podido ser un parteaguas en el desarrollo democrático e institucional de México?

–Sí, no me cabe duda. A él lo que le faltó fue visión de estadista. Madero no era un estadista. Era el momento propicio para impulsar la democracia, la transformación de las instituciones y transitar pacíficamente hacia un régimen de libertades públicas, que era lo él quería. Pero nunca supo cómo hacerlo, porque tampoco supo leer cuáles eran las circunstancias sociales del país. Emiliano Zapata quería los cambios con mucha prisa. Se hubieran podido hacer dos o tres reformas importantes para que los revolucionarios y la gente viera que realmente había la posibilidad de un cambio.

Es lo mismo que sucedió con el régimen de Vicente Fox, quien llega con las expectativas del cambio, con la fuerza de una sociedad que lo apoya, tenía toda la legitimidad de unas elecciones aceptablemente limpias. Y debió empezar a desmantelar todas esas estructuras de impunidad y corrupción que se construyeron durante 70 años. Dejó ir la oportunidad.

A partir de ahí, mediante la ficción literaria, Rosas buscó explorar esa etapa del país desatada tras el asesinato de Madero y Pino Suárez, así como el golpe de Estado y la caída de Huerta.

De ahí personajes como el sanguinario y contradictorio coronel huertista José Cayetano Guzmán, su amante Jovita Arellano –una bella viuda que se movía entre dos mundos opuestos–, el maestro maderista Indalecio Pontones, desencantado de la Revolución, y Crispín Robles, basado en el bisabuelo del escritor y cuyo ingreso a la Revolución altera la vida familiar en un pueblo zacatecano.

“Los personajes de Sangre y fuego transitan en claroscuros, no hay un personaje puro, idealista y perfecto. Y eso parte de que, en la realidad, la historia también es de claroscuros. No podemos hablar de héroes y villanos. Y los protagonistas de la novela son hombres y mujeres que pueden ser capaces de lo más terrible o lo más sublime.”