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El Nicho Experimental
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Periódico La Jornada
Sábado 22 de mayo de 2010, p. a19

Sala Margolín es uno de los referentes culturales de México. Durante décadas, muchas generaciones de melómanos han encontrado en este lugar de privilegio (Córdoba 100, casi esquina Álvaro Obregón, colonia Roma) una Meca de la Música, un sitio de visita obligada, como lo fue en su momento la Librería Francesa, que estaba en Havre, donde ahora hay... adivinaron: un mall (México se ha convertido en el ajonjolí de todos los malls). Decir Sala Margolín sigue siendo por fortuna sinónimo de cultura musical en nuestro país.

La noticia es que en el mero centro de la Sala Margolín se ha erigido un anaquel de maravillas: El Nicho Experimental, a manera de extensión geográfica y secuencial de aquel lugar de culto en Londres y que así se llama: El Nicho Experimental, una pequeña tienda de discos donde uno encuentra materiales que difícilmente conseguiría en otro sitio, dada su naturaleza de obra de arte selecta, rara avis, joyas discográficas de pura cepa.

Albricias: uno ya no necesita viajar a Londres para hacerse de esos tesoros, pues el loco genial (pues hace falta ser un loco genial para emprender obras tan poderosas y definitivas como El Nicho Experimental) viajó a México en busca del sitio ideal para ubicar un punto de distribución de los discos que vende en Londres. Y como todos los caminos llevan a la colonia Roma, donde se ubica la Sala Margolín, y dado el prestigio, la categoría, la trayectoria y todo el dechado de virtudes que envuelven a este centro cultural independiente, el viajero inglés eligió a Sala Margolín para ubicar en México una sede de El Nicho Experimental.

Muchos otros factores acentúan el privilegio, citemos uno solamente: se supone que vivimos en la era de la información, se supone que ahora todo se consigue por Internet. Lo cierto es que el arte sigue avanzando con motores que no son viejos, simplemente son los motores que mueven las vanguardias. En este caso se trata de una suerte de apartado contracultural. El Nicho Experimental es una vía de avance a contracorriente. Un garante de calidad, de innovación creativa.

Y como este tipo de proyectos son los que merecen ser conocidos, difundidos, apreciados, el Disquero eligió tres títulos de entre las decenas que se consiguen en Sala Margolín y cuyas portadas aquí reproducimos, todos con el ingrediente central del arte improvisatorio en música, en este caso en el territorio del jazz de vanguardia, pero afincado el todo en los axiomas sustanciales de tan difícil arte.

En el álbum vortices and angels, el guitarrista británico Derek Bailey entabla, en los primeros dos tracks, diálogos alucinógenos con el saxofonista John Butcher, en sesiones grabadas en el club de jazz Vortix, mientras los tres tracks restantes fueron grabados en la iglesia de San Miguel y Todos los Ángeles (de ahí el título del disco: vortices and angels), entre el guitarrista mencionado y el arpista Rhodri Davies. El resultado es sencillamente magistral.

Time Lapse, álbum de Evan Parker, es una cátedra dictada por este patriarca del arte de la improvisación en las décadas recientes. Géiseres de sonidos, ecos de cantos de ballenas. Magma y esmegma. Sucesiones de notas como ráfagas encontradas con fluidos calmos y la creación de atmósferas de ensueño, cantilación y encanto.

Don Cherry Live at Cafe Montmartre 1966 es otro documento de proporciones epopéyicas. El trompetista Don Cereza (Don Cherry, jeje) junta al saxofonista argentino Gato Barbieri, al vibrafonista alemán Karl Berger, al bajista danés Bo Stief y al baterista italiano Aldo Romano para armar una sesión de esas que quedaron documentadas para la posteridad en la novela Rayuela, de Julio Cortázar, enormísimo cronopio.