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Ver día anteriorSábado 22 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los entretelones de la cumbre y Lobo en Madrid
C

uando el pragmatismo se impone sobre la ética, las decisiones políticas pasan a ser justificadas por intereses coyunturales. Es el caso que nos ocupa. Se trata de la reunión entre los países latinoamericanos y de la Unión Europea celebrada en Madrid durante los días 17, 18 y 19 de mayo. La agenda no es otra que firmar un acuerdo transversal, copia del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos, México y Canadá. Un TLC en el cual se favorece una línea de inversiones desreguladas para las empresas trasnacionales de los países europeos. En esta línea, Felipe Calderón, en entrevista concedida a TVE, no se arrugó señalando que México es un país óptimo para recibir inversiones extranjeras. Interpelado por la ola de violencia, respondió que son ajustes de cuentas entre bandas de narcotraficantes y el crimen organizado, derivando el problema hacia una gestión de imagen de su gobierno, que no ha sabido trasmitir el ambiente de paz y seguridad democrática en la que viven sus conciudadanos.

La ausencia del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, fue una llamada de atención hacia cumbres donde todo está casi cocinado de antemano. A los medios de comunicación su ausencia los dejó sin titulares. Aunque gobernantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) sobresalieron por su posición crítica, denunciando el comportamiento de las trasnacionales españolas y europeas en la zona. Rafael Correa, de Ecuador; Evo Morales, de Bolivia, y la presidenta argentina, Cristina Fernández, se destacaron en esta dirección.

Primero, Evo Morales denunció la participación del Partido Popular en el intento de golpe en 2008. Mientras tanto, Cristina Fernández de Kirchner mostró el pesar por el retroceso de la justicia española a la hora de juzgar los crímenes de lesa humanidad en su territorio, manteniendo en la impunidad a los responsables. La respuesta no se hizo esperar. Dichos comentarios han sido vistos, por la derecha conservadora y sus medios de comunicación, como una falta de respeto hacia Europa y España como anfitriona. El periódico monárquico y adscrito al pensamiento conservador y retrógrado, ABC, puntualizó en su editorial: En Madrid ha habido quien ha ofendido a Europa con acusaciones de racismo contra los inmigrantes y quien ha cuestionado el sistema judicial español..., Evo Morales, después de decretar la expropiación de varias empresas de capital europeo, se ha permitido lanzar insidias, acusando al Partido Popular de los graves problemas que causa su gestión. Por su parte, la secretaria del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, pedía que Morales se retractara de las acusaciones. La respuesta del gobierno fue inmediata. Su ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, salió al paso, haciéndose eco de la petición de Cospedal. Así, dijo: el Partido Popular no tuvo nada que ver con la intentona golpista en Bolivia. De tal guisa y en medio de tantos desatinos, el canciller de Cuba, Bruno Rodríguez, apuntilló que los países latinoamericanos no son colonias y deben ser considerados países soberanos e independientes.

Mientras tanto, el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, era recibido con honores y agasajos por sus correligionarios populares y el propio gobierno. A él, nadie lo tocó. La secretaria del Partido Popular no le preguntó sobre las acciones de los paramilitares, los falsos positivos, las desapariciones, las fosas comunes, los hornos crematorios, cuasi rayando en el nazismo, o los más de 150 mil desaparecidos, como denunció, en La cumbre alternativa, la senadora colombiana Piedad Córdova. Por cierto, imposibilitada de hablar en la cumbre oficial a petición del gobierno de Colombia.

Sin embargo, la reunión pasaría desapercibida si no fuera por la inclusión del presidente ilegítimo de Honduras, Porfirio Lobo. Los primeros en levantar la voz y cuestionar su presencia fueron los países miembros de la Unión de Naciones Sudamericanas y de la Alba. No están dispuestos a compartir mesa con uno de los responsables del golpe militar, la represión y la posterior farsa electoral que lo encumbró a la presidencia. Estar a su lado es tanto como avalar el exilio del ex presidente constitucional Manuel Zelaya, la muerte de campesinos y militantes del Frente Nacional de Resistencia Popular, la censura de prensa, el asesinato político y la violación continua y permanente de los derechos humanos que siguen bajo el mandato de Lobo. Pero el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha tirado de historia y logrado un acuerdo de mínimos. Restablecidas las vías diplomáticas entre ambos países, España consideró indispensable la presencia institucional de Honduras en la cumbre, más aún cuando la presidencia de la Unión Europea recae en España. ¿Cuál es la solución propuesta?

El guión es el mismo que se utilizó para la muerte del dictador Francisco Franco en 1975. En dicha ocasión, los gobiernos democráticos europeos y latinoamericanos se negaron a participar de los funerales del tirano. Ellos fueron invitados a la coronación del rey. Sin embargo, había un personaje non grato: Augusto Pinochet. Muchos mandatarios señalaron su disconformidad con su presencia. La solución fue salomónica. Pinochet mostró sus respetos al muerto y emprendió el viaje de regreso a Chile, sin participar de los actos de coronación de Juan Carlos. Así todos contentos.

Hoy, se calca el procedimiento. Primero, se celebró la cumbre con todos los presidentes latinoamericanos y europeos asistentes, en ella no participó Lobo, vetado por sus homólogos latinoamericanos. Sin embargo, cuando muchos de los mandatarios estaban volando a sus países, se llevó a cabo una reunión específica con las naciones centroamericanas, donde sí participó Lobo. Mientras tanto, hizo turismo en Madrid y trató de pasar desapercibido. Su agenda contempló una reunión a puerta cerrada con Mariano Rajoy, valedor de Lobo. Sin embargo, caben dos preguntas: ¿por qué España reconoce al gobierno de Porfirio Lobo? y ¿dónde queda la dignidad de los países centroamericanos?