Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de julio de 2010 Num: 801

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El águila y el escorpión
AUGUSTO ISLA

Dos estampas
MAURICIO QUINTERO

De princesas promiscuas
y malhabladas

ADRIANA DEL MORAL

Un intercambio con
Alejandro Aura

JULIO TRUJILLO

“Vivir no fue cumplir un requisito”
EDUARDO VÁZQUEZ MARTÍN

Kapuscinski con un fusil
al hombro

MACIEK WISNIEWSKI

Agua estancada déjala correr
RAÚL OLVERA MIJARES entrevista con MARYSOLE WÖNER BAZ

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Jorge Moch
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En el país de la percepción torcida

En el país de la percepción torcida la gente mal mira tanta paz y prosperidad porque es tonta y sobre todo ingrata: tan bonitos anuncios los del gobierno en la tele, tan diáfanas las mañanas de las plazas de los pueblos a cuadro, con sus puestos de golosinas y sus banderines de papel picado, sus calles empedradas, nacarada la sonrisa de los actores que interpretan pueblo llano y feliz, y viene la gente desagradecida, la que vive en barrios en cuyas esquinas se acumula la basura o en cuyas aceras amanece un cadáver encobijado a no creerse nada de lo que propone el gobierno como realidad, porque la gente, la pinche gente siempre quiere ver la República tras el distorsionador cristal de su realidad de a pie.

El régimen, golem deforme que va trastabillando, gritando bravatas de borracho, engendro que allá donde debiera llevar la cabeza desgobierna un chicharito medroso, un frijolito mentiroso y borrachín, si fuera entidad remota sería una preciosidad de pintoresquismo bestial, como el gobierno de Idi Amin Dada en la Uganda de 1975, pero es la suma de todos nuestros miedos porque somos nosotros, aquí y ahora, los protagonistas de esa comidilla internacional que en sus charlas de café coincide en “qué bueno que México está tan lejos”.


Ilustración de Juan Puga

En el país de la percepción torcida no hay candidatos a puestos públicos cosidos a balazos, sino oportunas ocasiones para lanzar convocatorias de unidad en las que a nadie se pide heroísmo sino resignación. Estamos acá, en la mitad del pozo, soportando los dislates y tropezones del golem que acata, idiota antonomástico, las tonterías de su pústula gobernante, y en el país de la percepción torcida las víctimas inocentes han pasado a llamarse daño colateral, y el reportaje periodístico de una realidad horrible se ha ganado el nombre de mala propaganda, y la delincuencia que prevalece y domina ha pasado a ser una salvaje minoría, casi una insignificancia, y los victimarios históricos de masacres y represiones son ahora las víctimas contritas que rasgan sus vestidos, y quienes se dijeron siempre la oposición a los gobiernos de opresión y latrocinio son hoy los que propinan macanazos a la disidencia, la acosan, la violan, la matan o la echan a un calabozo con sentencia de ciento doce años por rezongona.

En el país de la percepción torcida no existen los levantones a jornaleros ni las masacres en centros de desintoxicación, sino los ajustes de cuentas entre delincuentes; en el país de la percepción torcida quién sabe en qué enjuagues turbios andarán metidos tantos periodistas asesinados, aunque tengan nombre y apellido y testigos presenciales de sus levantones y desapariciones, o hasta advertencia a las policías de sus lugares de origen de las amenazas de muerte en su contra, como, por sólo mencionar un par de casos, Jorge Rábago Valdez de La Prensa en Reynosa, o Juan Francisco Rodríguez Ríos, reportero de El Sol de Acapulco y del Diario Objetivo de Chilpancingo y su esposa, también periodista, María Elvira Hernández Galeana, asesinados delante de su hijito de ocho años en un cibercafé en Coyuca de Benítez, Guerrero.

En el país de la percepción torcida no alcanza el papel para confeccionar la lista de los periodistas asesinados, de los niños baleados por soldados, de los muertos en enfrentamientos entre facciones antagónicas del narco que incluyen en sus filas, muchas veces, a policías y presuntos agentes del orden público. En el país de la percepción torcida no hay culpables cuando por negligencia y estupidez se calcinan cuarenta y nueve niños en una guardería, porque en el país de la percepción torcida no hay nunca peces gordos pescados por la justicia, desde masacres de estudiantes hasta masacres de pueblos indígenas, pasando por todas las variantes del crimen y la bestialidad: en el país de la percepción torcida la visión de la realidad que tiene el golem la sugieren las distorsiones de unas enormes gafas que usa, con dos cristales de similar tesitura e incondicional cortesanía. En el ojo derecho el cristal se llama Televisa, y en el izquierdo se llama TV Azteca, y no hay más mundo posible para el golem y su chícharo pendenciero que el que allí se mira.

Y mientras tanto sólo queda a los potenciales futuros daños colaterales de la estupidez y la insania que alguien, un valiente, trepe al rostro del golem, trace el nombre de dios en el fango hediondo de su frente y miremos cómo se desmorona, cómo se disuelve, cómo se disipa en la colectiva, silente justicia del olvido, convertido ya en nada más que un mal recuerdo.