Cultura
Ver día anteriorMartes 17 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

La escritora evoca en un libro los cien años de la fundación de La Castañeda

Cristina Rivera Garza reivindica héroes cotidianos de vidas rotas

Los pacientes siquiátricos mostraron el fracaso del proyecto modernizador de comienzos del siglo XX, dice

Un país que no pone atención a sus voces dolientes va a entrar en grandes problemas

Foto
Cristina Rivera Garza durante la entrevista con La JornadaFoto Carlos Cisneros
 
Periódico La Jornada
Martes 17 de agosto de 2010, p. 4

A la par de los héroes de la Revolución, de los que hablan los libros de historia, hubo otros que fueron olvidados. Héroes cotidianos de vidas rotas que llegaron al Manicomio General La Castañeda, siquiátrico de cuya inauguración se cumplen cien años.

Lo que vemos es este heroísmo cotidiano, no el grandilocuente o el que pasa por la luz de los reflectores, sino el que sobrevive con dignidad ante retos muy fuertes, que son los retos de todos estos cambios que ocurren de forma muy veloz en épocas de modernización, señala la escritora Cristina Rivera Garza, quien acaba de publicar La Castañeda: narrativas dolientes desde el Manicomio General, México, 1910-1930 (Tusquets).

–¿Este libro puede ser la otra cara de la moneda en las conmemoraciones por el centenario de la Revolución?

–Una de las razones por las cuales consideré pertinente publicar el libro ahora fue un poco para ampliar la conversación en tiempos de conmemoraciones de centenarios y bicentenarios.

“En este libro, una de las cosas que vas a encontrar son las voces de los pacientes pobres, casi todos, que llegan a La Castañeda. Son personas que ingresan al manicomio con vidas rotas, partidas en muchos pedazos.

“Son evidencia de la crisis y del fracaso del proyecto modernizador de inicios de siglo y son evidencia también de estas experiencias del cuerpo con la enfermedad en contextos históricos específicos.

Creo que ahora es muy importante recordar eso: que hay, que hubo, que sigue habiendo este tipo de experiencias, este tipo de vidas difíciles con grandes retos y que son parte de la nación, porque una nación que no pone atención a sus voces más dolientes va a entrar en grandes problemas.

Flechazo y deuda saldada

Cristina Rivera Garza (Matamoros, 1964) ejerció en este ensayo su carrera de historiadora; durante 15 o 18 años se dedicó a estudiar los expedientes del Archivo Histórico de la Secretaría deSalud. Mi vida evidentemente cambió el día que abrí el primer expediente. Fue como los amores a primera vista.

De ese flechazo nació Nadie me verá llorar, novela cuya protagonista principal, Matilda Burgos, está internada en La Castañeda. Primero la ficción, después el ensayo de historia.

“Sé usualmente que en el orden natural de las cosas –si hay orden y si es natural– viene primero la no ficción y después la ficción, y aquí sucede que primero escribí la novela. La Castañeda... es un manuscrito que he estado trabajando por mucho tiempo. Soy historiadora de profesión, hice mi tarea, llevé a cabo la investigación y la historia es una disciplina que quiero mucho, por eso tenía esta deuda con esta investigación que estuvo guardada durante mucho tiempo, mien-tras que Nadie me verá llorar es ficción documental más que novela histórica”, dice la autora de La frontera más distante.

–Si Nadie me verá llorar es una ficción documentada, más que una novela, este nuevo libro no entra en la categoría ortodoxa de ensayo histórico.

–Estás totalmente en lo cierto; vamos a ver qué dicen los historiadores. Cuando estoy escribiendo historia debo tener un aparato documental, citas de pie fidedignas, cosas por el estilo, pero de ahí en fuera creo que es un trabajo tan creativo e imaginativo como el de la novela, cada uno con sus reglas, con sus tradiciones.

–Poco más de 40 años después del cierre de La Castañeda, ¿cree que ha cambiado la relación del Estado con los pacientes siquiátricos?

–Sigue siendo muy problemático; hemos pasado por una siquiatrización, si lo quieres llamar así, del lenguaje cotidiano, ahora todos padecemos depresión, bipolaridad, mil cosas. En ese sentido se ha expandido, se ha diseminado el lenguaje de la siquiatría a nuestra vida cotidiana: en lugar de parecer un estigma, ahora tienes que tener un terapeuta, si no algo está mal con tu vida.

Por otra, sin ser experta en las condiciones actuales de los hospitales estatales de siquiatría, parece ser que padecemos lo que se padece tanto en este país: falta de presupuestos adecuados, de políticas claras, eficientes y cosas con las que tenemos continuamente que estar trabajando y luchando.

La Castañeda era un reflejo de lo que ocurría en el país, explica Rivera Garza, pero desde su lado más vulnerable, más dolido. Sería casi automático pensar que lo que pasa en un manicomio no es central para el país, pero creo que no es así, que el diálogo que se lleva a cabo en estas instituciones no es marginal. El hecho que se le haya dedicado tanta atención a La Castañeda desde su inauguración, por ejemplo, o de que haya sobrevivido como leyenda negra en nuestro imaginario social por tantísimos años nos está indicando que el tema de conversación que se desarrolla dentro de sus consultorios, patios y habitaciones es central para todos.

–Con tantos años de investigación, ¿no pensó que se volvería loca?

–Siempre he pensado que ya estoy loca. Eso de estudiar La Castañeda se sentía como un regreso a casa. Eso sí suena muy natural.