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El partido está en un error, porque su ideal democrático es Madero: Pedro Salmerón

Los panistas no entienden ni les gusta la Revolución Mexicana

Para empezar, el organizador de los festejos no es historiador, sino divulgador, y malo, opinó el especialista en entrevista

Espero el regreso de la historia social, política, combativa, expresó

 
Periódico La Jornada
Lunes 27 de septiembre de 2010, p. a12

El gobierno de Felipe Calderón pone mayor énfasis en celebrar el bicentenario de la Independencia que en el centenario de la Revolución. Lo hace –dice el historiador Pedro Salmerón– por razones ideológicas y de identificación personal del encargado de organizar los festejos, José Manuel Villalpando: “para empezar, no es historiador, sino divulgador, y malo; han sido groseros los errores de facto que comete en sus interpretaciones de la historia; además, no le gusta ni entiende la Revolución, como ocurre a todos los panistas”.

El Partido Acción Nacional comete un error de apreciación histórica, porque esa fracción viene de la Revolución, la fuente del panismo es Francisco I. Madero, claramente reivindicado como ideal democrático por la gran cabeza intelectual fundadora del PAN, Manuel Gómez Morín, pero eso se les olvida a los panistas actuales, incluidos los seudohistoriadores.

Vindican un pasado conservador

Salmerón, autor de Los carrancistas, considera que si el gobierno federal no quería exaltar la Revolución, por lo menos pudo recurrir a historiadores conservadores, pero buenos, mejores que Villalpando: ahí están Francisco José Paoli Bolio o Jaime Arenal, profesor de la Escuela Libre de Derecho, o el propio Javier Garciadiego, que sin ser panista promovió el voto en favor de Vicente Fox; todos ellos son gente más seria que Villalpando, capaces de entender está conexión del PAN no sólo con el maderismo, sino con el propio José Vasconcelos, figura protagónica de la cultura y el arte posrevolucionarios.

Los que le atraen a Villalpando son personajes como Félix Calleja o Agustín de Iturbide, buscando la reivindicación de un pasado conservador, en libros que vindican una visión de la política nacional de aquellos años, en los cuales el ejército estaba en las calles y metido claramente en la vida pública; militares que durante la guerra de Independencia lucharon en el bando realista; son aspectos que no me parecen ni gratuitos ni ociosos en este momento.

Precisa: los dos hombres que gobernaron durante más tiempo en este periodo catastrófico, seis años cada uno, Santa Anna e Iturbide, fueron militares realistas y pelearon en favor de la corona española”.

–¿Hay una disputa por la interpretación de la historia?

–La empieza a haber. Durante mucho tiempo la academia ha sido dominada por el historicismo; yo mismo me formé en esa escuela, de la que son deudores mis primeros libros (La división del norte: la tierra, los hombres y la historia de un ejército del pueblo, 101 Preguntas de la Revolución Mexicana), salvo el de Los carrancistas. Es una escuela sumamente interesante, pero que termina por relativizar todo y por tratar de comprender todo, por no buscar interpretaciones globales de la historia, que sostiene que la subjetividad es inevitable y que todo lo que leemos son interpretaciones, llega al extremo de afirmar que todas las verdades son relativas, que no hay hechos comprobables del pasado, que todo es interpretación histórica. De ahí al posmodernismo, es decir, a la idea de que finalmente todo es solamente discurso, sólo hay un paso.

Pedro Salmerón (1971) considera que la predominancia del historicismo aunada a una supuesta crisis de las ideologías emblematizada por la caída del Muro de Berlín en 1989, tuvo un efecto negativo: la historia perdió su filo y su agudeza combativa; de tal modo que en la academia se convirtió en un divertimento intelectual y los historiadores han terminado leyéndose nada más entre ellos. Por eso espero y abogo por el regreso de la historia social, de una historia política, combativa.

Foto
Pedro Salmerón es autor de Los carrancistasFoto Carlos Cisneros

A los historiadores de su generación se les dijo, por ejemplo, que tenían que comprender a Victoriano Huerta, entender por qué actuó como lo hizo el asesino de Madero y usurpador de la Presidencia de la República: Para mí nada le quita lo canalla ni a él ni a su gobierno.

Especializado en la Revolución Mexicana, Salmerón admite que los historiadores de su generación –cuyas edades oscilan entre los 30 y los 50 años– “están haciendo muy escasos aportes al estudio de ese periodo, sobre todo comparados con los hechos por la generación anterior, la de 1968, llamada genéricamente ‘revisionista’, de la que surgen grandes y muy novedosas explicaciones sobre la Revolución; a ella pertenecen Arnaldo Córdova, Adolfo Gilly, Jean Meyer, John Womack, Friedrich Katz, quienes no sólo renovaron las interpretaciones sobre la gesta revolucionaria, sino que hicieron libros que tuvieron impacto en la vida nacional.

“Por ejemplo, La ideología de la Revolución Mexicana, de Córdova, o La revolución interrumpida, de Gilly, son libros que permiten una relectura del Estado mexicano; incluso títulos que aparentemente no tenían esa intención, como La frontera nómada, de Héctor Aguilar Camín. Todos ellos eran historiadores muy ambiciosos profesionalmente, muy sólidos, imaginativos; replantearon por completo la Revolución, desde distintas perspectivas.”

Comparado con esos aportes, lo que hemos hecho los historiadores posteriores es bastante menor en varios aspectos; después de Womack, nadie ha intentado una reinterpretación global, de largo aliento, del zapatismo, a pesar de que Salmerón identifica a grandes autores de su generación, como Horacio Crespo, Salvador Rueda, Francisco Pineda y Felipe Ávila.

Contra el historicismo

Ninguno de ellos, entre los que yo me cuento, hemos hecho un libro de largo aliento capaz de trascender totalmente el ámbito académico. ¿Por qué? Quizás porque nos dan miedo nuestros mayores, sus libros pesan demasiado; quizá porque es difícil combatirlos, porque además son vigorosos y grandes polemistas.

Por fortuna, indica, empieza a darse un debate contra el historicismo y, sobre todo, contra el posmodernismo, discusión que empieza a dar frutos y que entre sus características está la de revalorar la revolución popular.

Esos grandes libros de los autores que preceden a la generación de Pedro Salmerón, provienen de otro tipo de historia, de la historia social británica, que tiene fuerte influencia de la escuela marxista más creativa para la historia de la segunda mitad del siglo XX, y los primeros anales franceses, no los actuales, que se quedan en la vaguedad de la cultura y esas cosas que nunca entiendes y que, creo, ni los que las hacen comprenden.