Opinión
Ver día anteriorMartes 30 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Miss Francia doble
N

oviembre llega a su fin, el frío aumenta día tras noche. A las siete de la mañana, el silencio aún reina en París cuando Jacques sale a dar una vuelta en el barrio, la Maub, apócope de Maubert, nombre de la plaza donde fue primero quemado en carne y hueso el humanista Etienne Dolet en 1546, a sus 37 años.

Escritor, impresor (en la época aún no se hablaba de editores), traductor de griego y latín –fue sobre todo esta última actividad la que le costó la condena a muerte decidida por la Inquisición escudada tras el pomposo título de Facultad de Teología de la Universidad de la Sorbona.

Traducir, entonces, era correr un riesgo de muerte: el poder no soporta visiones distintas a la suya. Una iluminación diferente permite ver las fallas. Un punto de vista ajeno roe sus fundaciones.

Traducir no podrá dejar de ser un atentado mientras exista un poder que no soporta las comparaciones. Como si no hubiese bastado quemarlo vivo, su estatua, inaugurada en la plaza en 1889, fue fundida por los nazis para utilizar su metal en la manufactura de cañones.

En ese mismo lugar, una pequeña fuente brota silenciosa a la sombra de algunos árboles.

La luz despunta cuando Jacques vuelve de su paseo. Me habla de la mañana en el puerto de Veracruz.

A semejanza de Palinuro, vio el gentío bullicioso de la Parroquia en los escasos tempraneros clientes del café Le Metro de la plaza. Escuchó el ruiderazo de los zanates, la música de las marimbas, el canto de un trío en las palabras apagadas atrás de los vidrios helados de un banco, una tabaquería.

Salgo a dar la vuelta y descubro la punta de los platanes, sembrados en las banquetas que bordean el bulevar Saint-Germain, iluminados por una luz tan tenue como dorada. Cuestión de instantes. Cuando salgo de una tienda, esa luz ha desparecido, es otra. Las ramas son ahora viejo oro, casi bronce, café de monjas uniformadas por el voto de pobreza. Las catedrales de Monet, pintadas a horas distintas del día, me invaden como el gozo que es buscar la luz. El amanecer en la ciudad de México, cuando miras los volcanes, es suntuoso por la violencia de su luz: después del fuego rojo, azul, naranja, verde, violeta, azul, del amanecer, se instala una luz amarilla que invade el cielo, me dice Jacques.

Entre el Popo, Veracruz y la fuentecilla de la place Maub, escucho las noticias mañaneras del radio al volver a casa. Francia sigue dividida en dos. Después del 70-30, porcentaje rarísimo que dividió a los franceses: la mayoría contra la ley sobre las jubilaciones impuesta por el presidente Sarkozy a pesar de las manifestaciones, y del 60 y tantos por ciento en contra suya y en favor de cualquiera de los candidatos socialistas en las próximas elecciones presidenciales, se vuelve al 51-49 por ciento habitual, no por ello menos apasionado cuando de discutir se trata.

Superficial pues se trata de apariencias, el motivo no es menos grave y las discusiones, que comienzan con una sonrisa, terminan en gritos si no en amenazas. Después de todo se trata de la representación mundial de Francia: la reina de la belleza, la Miss que será elegida este fin de año, a principios de diciembre.

Geneviève de Fontenay, miss Elegance en 1957, conocida como la femme au chapeau, gracias al sombrero algo menos azucarado que el de Su Graciosa Majestad y sin el cual nunca ha sido fotografiada, organiza el concurso Miss Francia desde hace medio siglo. Como para ella son fundamentales algunos valores que debe representar la Miss (decencia, pudor), y las últimas galardonadas decidieron mostrar sus encantos desnudos, el conflicto no se hizo esperar. El hada madrina de las Miss se retiró del concurso... y formó el concuro Miss Nacional. Su recorrido por las regiones francesas ha levantado más militantes que un partido político. Nadie escapa a la discusión.

Francia tendrá una reina legítima y una oficial. Dos hermosas Miss para representarla. ¿Con qué ropas se presentará la reina de la femme au chapeau?