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El titular de la SEP, Alonso Lujambio, le entregó el Premio Nacional de Juventud

Las Olimpiadas Especiales fueron un detonante en la vida de Pablo Lázaro

En 2007 tuvo su primera competencia, de la que resultó ganador, y a partir de entonces ha tenido grandes avances

El nadador, de 15 años, padece síndrome de Asperger

Foto
Pablo Ulises Lázaro muestra las medallas que ha conseguido en natación y atletismoFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Martes 21 de diciembre de 2010, p. a13

Los días sin sol son tristes para Pablo Ulises Lázaro Escalante. En el universo que habita no caben explicaciones para comprender por qué las cosas cambian; una alteración mínima desequilibra la seguridad que le brinda la rutina necesaria para vivir. Luz María Escalante, su madre, lo tranquiliza: hoy no trabaja. Pablo se repone y trata de entender las razones de los días nublados.

Pablo Ulises tiene 15 años y una discapacidad: el síndrome de Asperger, una forma de retraso en el desarrollo. Es autista. Eso dice el guión que le escribió su madre para que pueda interactuar de algún modo cuando se presenta en público. Debe leer, memorizar y repetir. Memoriza diálogos de películas que luego utiliza para comunicarse con los demás. Fuera del formulario de pregunta y respuesta, se confunde. Además, no le gusta el contacto físico y evita el contacto visual. En el contexto en el que vive, Pablo está completamente solo. Y yo también, agrega Luz María, porque la discapacidad creó un vínculo muy fuerte que los unió para siempre.

Sin remedio

Un neurólogo le dijo a Luz María que Pablo no tenía remedio. “No vale la pena mandarlos a la escuela –le aconsejó–, porque se convierten en la mascota del salón, lo mejor es enseñarles un oficio para mantenerlos ocupados”. De chico tuvo muchos problemas en la escuela, los profesores no querían hacerse cargo del niño raro que no hablaba –lo hizo hasta los nueve años– y sus compañeros de clase lo hostilizaban.

Tuvimos que improvisar un poco, porque no sabíamos cómo trabajar con un niño con esta discapacidad. Así que fuimos al hospital siquiátrico y con especialistas para aprender cómo ayudarlo, dice la profesora Alma Rosa Durán Carpio, especialista en sicología educativa.

Descubrieron que Pablo Ulises posee una memoria prodigiosa y la capacidad para actividades que implican concentración, como resolver rompecabezas. Decidimos realizar actividades en las que Pablo era muy bueno. De modo que sus compañeros se asombraban de sus habilidades, hasta que terminaron integrándolo, recuerda Durán.

El avance fue en la forma cómo empezaron a verlo: dejó de ser Pablo el autista, para ser simplemente Pablo, agrega.

En ese proceso hubo otro momento decisivo en la transformación del niño: tuvo la primera oportunidad de competir, en los Juegos Metropolitanos de las Olimpiadas Especiales, el 27 de octubre de 2007, aunque ya practicaba natación desde los cinco años.

“Cuando llegué –al Colegio Americano, donde se celebraron los Juegos– me quedé sorprendida; no esperaba tanta gente y ese ambiente con tantos niños, algunos apenas podían moverse, pero estaban luchando”, cuenta Luz María. Me la pasé llorando porque esa emoción se contagia.

Mientras esperaba su turno, Pablo se movía nervioso de un lado a otro, caminaba con ansias de lanzarse al agua. Cuando tocó la meta, salió preguntando: ¿Gané? ¿gané? Tras la confirmación de su hazaña dijo: Lo logré. Soy muy inteligente, frase que repite cada que realiza alguna actividad que para la gente regular carece de significado, como abordar el Metro, sostener una conversación o cocinar espagueti.

Esa victoria le dio la oportunidad de integrar un selectivo para unos Juegos Nacionales de las Olimpiadas Especiales, en Yucatán. Yo no sabía si llorar de gusto o de tristeza, porque no teníamos los recursos, relata Luz María, quien trabaja como auxiliar administrativo en una empresa de mensajería. Era la primera vez que estaría solo, pero no teníamos miedo. Pablo estaba feliz de viajar y estar por primera vez lejos de casa.

Espíritu de justicia

Un especialista le dijo hace poco que quienes padecen Asperger no tienen sentido del valor de una medalla. Luz María reacciona molesta. Pablo sabe la diferencia entre una medalla de oro y una de plata. Cuando no consigue el oro se entristece, incluso llora. Y recuerda que en Yucatán Pablo fue descalificado. Perdió por el espíritu de justicia que impregna las Olimpiadas Especiales, donde se premia a todos los participantes por el esfuerzo.

Perdió por décimas de segundo, porque deben ser competencias justas y entre el nadador más rápido y el más lento no debe existir una diferencia mayor a 10 por ciento, explica Augusto Cesáreo del Ángel, director técnico de las Olimpiadas Especiales en el Distrito Federal. Pablo estaba tan motivado que rebasó el tiempo que tenía registrado con anterioridad. La diferencia con el competidor más rezagado fue amplia y quedó fuera.

El cambio en la conducta del niño fue prodigioso; desde entonces ha aprendido a ser más independiente. Acumula 19 medallas, 12 en natación y siete más en atletismo. Cuando oye lo de sus preseas le pregunta a su madre si puede mostrarlas. Abre un sobre amarillo y feliz se las coloca con un estruendoso tintineo.

Hace dos semanas les avisaron que había sido elegido para recibir el Premio Nacional de Juventud, en la categoría para discapacidad. Ayer, mientras se desarrollaba la ceremonia a la que asistió el titular de la SEP, Alonso Lujambio, Pablo Ulises posaba para las cámaras. Presumía su diploma, las dos medallas más que suma a su colección y el cheque por 130 mil pesos.

Un día antes socializó con los demás jóvenes ganadores y les actuó el cuento que escribió su madre: Ulises y el robot, en el que se caracteriza como un androide que llega a la Tierra y tiene que descubrir sus habilidades para regresar a su planeta.

–¿Adónde va ese robot?

–Eso no importa –dice Luz María –lo importante es que descubrió por sí mismo que podía volar.