Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 27 de marzo de 2011 Num: 838

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Salvador Elizondo:
el último proyecto

Roberto Gutiérrez Alcalá

Nobody
Febronio Zatarain

Arto Paasilinna:
el revire finlandés

Ricardo Guzmán Wolffer

Frutos de la impaciencia
Ricardo Yáñez entrevista
con Ricardo Castillo

La Tierra habla
Norma Ávila Jiménez

La brevedad en el
tiempo postmoderno

Fabrizio Andreella

Metafísica de los palillos
Leandro Arellano

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Prohibido atacar molinos de viento
Foto tomada de: molesto.wordpress.com

Nobody

Febronio Zatarain

Yo no he leído el Quijote, pero a él y a otros personajes me los he comido. La semana pasada fui a la sala de emergencias del hospital del condado, pues el mundo me daba vueltas y todo lo que ingería lo vomitaba. Ve al Cook County, me había dicho mi roommate, te ves de la patada, se tardan como cinco horas para pasarte con el doctor, pero hasta la medicina te regalan. Camino a su trabajo me dejó en la pura puerta. Yo estaba asistiendo de oyente a un curso sobre Viaje y Diáspora y me llevé conmigo a dos acompañantes: si me canso de las aventuras de Don Quijote, me brinco a la Odisea. Mis datos los di dos veces, mas no les importó que no tuviera un Número de Seguro Social. Me dirigí a la sala de espera, los rostros con que me topaba emanaban cansancio, enfermedad, pero sobre todo tristeza. Allí el color de piel no importaba, lo que nos hacía entes de la misma aldea era la pobreza. Me acomodé en uno de los asientos disponibles, saqué de mi mochila el libro de Cervantes y lo abrí al azar; venían caminando en fila doce galeotes esposados y ensartados por sus cuellos en una gran cadena de hierro; volteé a mi alrededor y sentí que todos los que estábamos ahí íbamos camino a las galeras y que trabajaríamos en ellas porque nunca llegaría un Quijote con su Sancho a rescatarnos. Y volví de nuevo al azar del libro y me interné en la Sierra Morena, y estaba escuchando un soneto hallado en un libro de memorias leído por el Caballero de la Triste Figura a su escudero cuando un nobody que venía de uno de los escritorios me regresó a la sala... and your last name, sir? Y un hombre de pie, con cuerpo de corsario y con una herida sangrante en su muslo izquierdo volvió a decir nobody, la enfermera ahora le preguntaba que si tenía algún familiar, y él volvió a responder nobody. Any friends?, preguntó la enfermera, nobody. Ahora le preguntaba por el domicilio, y el grito de un enfermero diciendo mi nombre se confundió con el nobody de ese Odiseo que se había metido a esta cueva en busca de alivio; mas ese ojo que él veía en la enfermera de qué cíclope sería. Me levanté y al empujar la puerta para internarme en el pasillo, volvió a rebotar en todos los recovecos el nobody. El médico me saludó, me indicó que me sentara y me preguntó por lo que me pasaba; yo sólo respondí: quién será el Polifemo que se lo quiere tragar.