Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 27 de marzo de 2011 Num: 838

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Salvador Elizondo:
el último proyecto

Roberto Gutiérrez Alcalá

Nobody
Febronio Zatarain

Arto Paasilinna:
el revire finlandés

Ricardo Guzmán Wolffer

Frutos de la impaciencia
Ricardo Yáñez entrevista
con Ricardo Castillo

La Tierra habla
Norma Ávila Jiménez

La brevedad en el
tiempo postmoderno

Fabrizio Andreella

Metafísica de los palillos
Leandro Arellano

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

CUENTOS DE UN GRAN NOVELISTA

RAÚL OLVERA MIJARES


Cuentos completos,
Fiódor M. Dostoievsky,
FCE-Siruela,
México, 2010.

El cuento, una provincia autónoma en la república de las letras, puede ser el fin o bien el medio para conseguir otro propósito distinto o de más amplio espectro. En el caso de Fiódor Mijáilovich Dostoievsky (1821-1881), novelista de una vocación más clara y casi fatídica es difícil concebir, el cuento fue una especie de laboratorio donde puso a prueba sus intuiciones narrativas. La producción cuentística de Dostoievsky, de 1845 a 1877, abarca desde poco antes de acometer las grandes novelas hasta los cuatro años previos a su muerte. En 1846 publica su primera novela Pobres gentes y en 1880 su opus maius, Los hermanos Karamázov. En medio emergen obras de una contundencia tal como El idiota, Los demonios, El jugador, Crimen y castigo, por nombrar las más conspicuas.

Ahora en español sale una edición de los Cuentos completos, en versión directa del ruso realizada por Bela Martinova. Los españolismos, por fortuna, no abundan ni afean esta depurada traducción que, en general, acierta en el tono y el lenguaje no sin ciertas ambigüedades más bien veniales en la trascripción española de los nombres rusos y voces (con las que francamente se opta por los plurales en s). A veces no se respetan las reglas de acentuación gráfica en español, como escribir Akím con tilde y sin necesidad. Otras veces son las vocales duras y blandas en ruso que para leerse bien, y si así se pronuncian, es mejor transliterar añadiendo una i (lo que no siempre sucede en especial con la e). El nombre de Arcadi aparece con c no con k.

Tristes, en ocasiones, las historias de Dostoievsky se nutren de su vida de cárceles, de estrecheces y asolada por la enfermedad. Eso explica los repentinos ataques de epilepsia que sufre el príncipe Mishkin en El idiota, el sentido de culpa de Raskólnikov en Crimen y castigo o la fascinación y la impiedad de Stavroguin en Los demonios, donde Dostoievsky retrató a Petrashevsky, ese demonio ruso y socialista que tantas calamidades habría de causarle en su vida, o bien la fatiga ante la interminable labor de Iván Karamázov en Los hermanos Karamázov. Algunas veces otras formas de alter ego o desdoblamientos del autor, si bien en otras ocasiones meros retratos de personas reales, los caracteres de Dostoievsky están más vivos que los héroes de la historia patria de los distintos países del mundo. Verdaderos estudios del alma humana, donde el autor dejó plasmadas las impresiones de un espíritu universal, fuertemente imbuido de ideas nacionalistas. En efecto, Dostoievsky es el ruso universal en quien cualquiera, sin importar su cultura, puede verse reflejado. Sólo un gran espíritu, templado por el dolor y la soledad, pudo conocer esos avernos y esos edenes. La lectura de estas piezas, meros esbozos, divertimentos o simplemente études, depara al lector –e incluso al narrador– un encuentro con una de las plumas más versátiles y hondamente humanas que haya conocido la historia de las letras.


DOS DE BIBIANA

ORLANDO ORTIZ


Tu ropa en mi armario,
Bibiana Camacho,
JUS,
México, 2010.

 

 


Tras las huellas de mi olvido,
Bibiana Camacho,
Almadía,
México, 2010.

El primero fue Tu ropa..., conjunto de catorce cuentos rigurosos e intensos. La tónica en todo ellos es, por así denominarlo, lo siniestro-maravilloso; por otra parte, los textos giran en torno a tres grandes y terribles temas actuales: la vivienda, la relación de pareja y el trabajo. Una trama sutil, como tejida con la seda de una telaraña, hilvana los relatos impregnándolos de miedos, invisibles presencias amenazadoras, incertidumbre, ámbitos oníricos que se extienden hacia la pesadilla, y murmullos.

Un aspecto interesante en los relatos de Bibiana Camacho es el contraste que se da entre la atmósfera exterior y el intimismo, porque la primera es sólo aparente y el segundo termina encerrando las historias, obturando las salidas posibles y asfixiando a los personajes. De ahí lo angustiante de estos cuentos, pues nacen de situaciones “normales”, de lo más ordinario y cotidianas, y a medida que avanza el desarrollo incrementan su intensidad, se angosta el camino y el horizonte se extravía. Por ejemplo, “Espejos”, cuento que abre el libro, comienza diciéndonos: “Alguien tenía que hablar con los dueños del edificio por la falta de mantenimiento y la molesta escasez de agua.” La sencillez del enunciado parece estarnos metiendo en una historia realista, ordinaria y tal vez hasta simplona. Sin embargo, pocas líneas después leemos: “Me condujo (la sirvienta) por un pasillo largo y angosto, cuyos muros estaban tapizados de espejos sobrepuestos [...] Dimos vuelta en un lugar donde no distinguí ninguna puerta.” De esta manera comienza a introducirnos en lo insólito, en un espacio cerrado y espejeante, con anfitriones que al parecer son uno y el mismo que aparece y desaparece sin saberse cómo ni por donde.

Bibiana Camacho se revela como una narradora capaz de manejar con fortuna personajes de edades diversas y no se reduce a personajes femeninos, pues el relato que da título al volumen es narrado de manera convincente por un hombre, y su habilidad narrativa le permite generar hilos de tensión diversos y con una economía sorprendente. En pocas palabras, Tu ropa en mi armario es un libro magnífico que de manera inquietante nos lleva de sorpresa en sorpresa.

Tras las huellas de mi olvido, la novela, apareció en agosto. Sin embargo, las diferencias con el libro de cuentos, Tu ropa en mi armario, son notorias, aunque en realidad se percibe en ambas la misma pluma, porque a favor de Bibiana puede decirse que ya posee una voz propia. Si en los cuentos prevalece lo que denominé siniestro-maravilloso, en la novela domina el realismo, sin que esto excluya momentos oníricos.

La autora recurre en esta ocasión a un lenguaje muy diferente al de los cuentos. En la novela se impone de inmediato un lenguaje fuerte, sin concesiones, acorde a los personajes, al conflicto y los ambientes. La protagonista se nos presenta desde las primeras líneas con una precisión desquiciante, asediada por la sensación de que ha olvidado algo muy importante, algo que podría ser decisivo para su vida; pero al mismo tiempo presiente la inminencia de algo terrible.

Recorre las calles del centro de la ciudad y de otras colonias, buscando amigos que le presten algún apoyo. Y esos amigos son desde vendedores ambulantes hasta homosexuales, lesbianas y antiguos compañeros sentimentales, incluso alguno que para tenerla contenta y halagarla siempre le había brindado más que una simple cogida. Eso, precisamente, era lo que la había llevado a terminar esa relación. Esto da una idea de la compleja personalidad de la protagonista que, por otra parte, vive en continuo enfrentamiento con su madre alcohólica.

A la sensación de peligro que se desprende de la realidad que la rodea, y a la continua obsesión de haber olvidado algo, se agrega la fuerza de sueños cargados de símbolos inquietantes estrechamente ligados a su neurosis y nausea existencial. La tensión es continua, el desarrollo de la historia responde a un tempo sostenido que fluye sin tropiezos y arrastrándonos a la lectura. Bibiana Camacho maneja con eficacia los hilos de esta novela que confirma la madurez y plenitud de una escritora que, según se nos dice en una nota, con su Tras las huellas de mi olvido obtuvo mención honorífica en el Premio Juan Rulfo para primera novela.


PÁGINAS QUE SON LIENZOS

SONIA PEÑA


Leonora,
Elena Poniatowska,
Seix Barral,
España, 2011.

Leonora Carrington nació en Inglaterra, se nacionalizó mexicana y le entregó a este país el privilegio de ser su anfitrión. La pintura de Carrington es poesía y leyenda celta, sólo hay que afinar el ojo para escuchar las historias de pequeños seres diminutos, de hijas del minotauro, de hienas con cara de mujer y de caballos con colas de árboles.

La nueva novela de Elena Poniatowska es un merecido homenaje a una de las mujeres más inteligentes dentro del movimiento surrealista. Muchos son los nombres y los personajes reconocidos que desfilan por las páginas de un libro cuya lectura corre al ritmo de la acelerada vida de una mujer que prefirió la libertad al lujo. Renunciar a un imperio para seguir una carrera que “no da de comer” es algo a lo que muy pocos están dispuestos, y ese es el valor inmenso de Leonora, una mujer capaz de enfrentarse a su padre, a una mentecata educación religiosa y al mismo rey de Inglaterra si fuera necesario, con tal de pelear por “eso que lleva dentro” y que a los diecisiete años no sabe definir pero que siente galopar como un caballo desbocado. Eso que Leonora defiende con tanto ahínco se llama –nada más y nada menos– vocación.

Dejar la propia tierra, cortar bruscamente los lazos familiares, partir a tierras extrañas con la única convicción de que el arte redime, es un acto admirable en cualquier ser humano, más aún tratándose de una señorita de la alta sociedad inglesa nacida en el seno de una familia apegada al protocolo y sujeta al “qué dirán”. Leonora transgrede su tiempo y su espacio al cambiar la comodidad de una mansión por una buhardilla de estudiante, al renunciar a un matrimonio por conveniencia y enamorarse de un hombre veintiséis años mayor, pero, ante todo, al apostar por la pintura, aunque muchos crean que todos “los que se dedican al arte son pobres u homosexuales”.

La novela consta de cincuenta y seis capítulos de una prosa que no decae en ningún momento sino que se fortalece con imágenes que dejan profunda huella en el lector; retomo una: aquella en la cual el doctor Morales atraviesa el jardín del psiquiátrico junto a Leonora, a quien va a inyectarle una tercera dosis de cardiazol, medicamento que produce convulsiones y equivale a un electroshock. Ella se arrodilla, resignada, y toma entre sus manos un “casquito de eucalipto”, único amuleto contra el dolor y la soledad del manicomio, único contacto con el mundo de “los cuerdos” pero también una imagen simbólica, pues el eucalipto nunca deja de producir “casquitos” imposibles de exterminar, así como ni la tortura ni el encierro logran extinguir la genialidad del artista cuando ésta es auténtica. Y en Leonora, vaya que lo es. Un remanso al salir de ese infierno es la figura de Renato Leduc, quien la trajo a México y le enseñó un español picante como el chile. La figura de Leduc es la de un hombre generoso y rodeado de amigos, irónico e inteligente. El matrimonio con Leduc no fue un simple recurso migratorio en la vida de Carrington y así lo insinúa Poniatowska con ingenio y humor.

En algunas páginas de Leonora asoma de la protagonista que vive con un pie en México y otro en Inglaterra; nostalgia de la novelista, también extranjera. “El peso del exilio” es el nombre de uno de los capítulos en el cual se observa una Leonora que, por momentos, se siente “la novia del viento”, esa planta sin raíces “castigada por el aire” pero que “aún en los peores torbellinos, florece”. La memoria involuntaria es un castigo en quienes hemos abandonado el país de origen, y en el personaje vemos reflejados esos sentimientos cuando “tomar té en la gruta caliente de su cocina le sabe a Londres” o cuando sale a caminar en los días de lluvia y “el olor del pasto recién cortado la transporta a Hazelwood”.  

Elena Poniatowska, una vez más, cautiva al lector entre sus páginas que aquí son lienzos en los cuales ensaya el retrato de la última surrealista cuya vida debía novelarse, pues sólo en ese género (mitad verdad, mitad mentira) podremos encontrar la esencia de una Giganta con manos de mujer.



Los andantes,
Federico Guzmán Rubio,
Lengua de Trapo,
España, 2010.

Es verdad lo que se afirma en la cuarta de forros de este cuentario de Guzmán Rubio, que se alzó con el octavo Premio de Narrativa Caja Madrid el año pasado: la prosa intensa de la que está formado puede leerse “como un conjunto de cuentos hilvanados” o bien como una novela hecha con fragmentos de significación autónoma e independiente, si bien ya entrelazados por el lector conceden la sensación de un todo coherente. Viaje, soledad, ambición, venganza, amor y miedo, son algunos de los temas que ataca la pluma sin pelos en la lengua de este chilango narrador, redactor y traductor avecindado en Madrid.