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Parecía que las Águilas tenían liquidado el duelo, pero al final sufrieron el acecho del Puebla

Feria de goles en el triunfo 100 de Carlos Reinoso con el América

Es mejor ganar así que por 1-0, dijo el técnico

Tras su triplete, Ángel Reyna lidera a los artilleros

Los camoteros despertaron en la segunda parte ante una insegura defensa local

 
Periódico La Jornada
Lunes 4 de abril de 2011, p. 2

El América tiene vocación dramática, parece empeñado en hacer exactamente lo contrario de lo que se espera de él, pero aun así ayer consiguió una victoria que representó la número 100 de Carlos Reinoso como técnico de las Águilas.

Una buena racha para los de Coapa de pronto se convierte en un rosario de derrotas; de pronto pierden jugadores clave por lesiones o, incluso, una cena traicionera enferma de último minuto al delantero Daniel Márquez. Ayer, ese América empecinado en vivir en angustia permanente goleó, dominó a un fantasmagórico Puebla, metió cinco goles y, por si fuera adicto al vértigo del peligro, estuvo a punto de ser empatado en la última parte del encuentro en el estadio Azteca. Nueve goles en 90 minutos, una obra de tensión máxima.

En esa disposición para provocar gastritis a sus aficionados, los de Coapa hicieron otra vez lo inesperado. La primera impresión que inspiraban al salir a la cancha era la de un equipo voluntarioso pero inofensivo, con sólo un hombre al ataque, aparentemente temerosos de volver a cometer esos errores puntuales, como suelen llamar a los disparates que comete la defensa y que les costaron las derrotas ante Cruz Azul, Monterrey y el brasileño Fluminense.

Una ironía: América fue más letal cuando decidió quitar gente en el ataque. Ese potencial goleador surgió desde las líneas posteriores, en salidas repentinas desde media cancha, con un Rosinei Adolfo incontenible, que siempre adivinaba la posición del veloz Rolfi Montenegro o filtraba pelotas que coincidían con el oportuno Ángel Reyna, quien ascendió al liderato de los artilleros, con nueve tantos. Atacar desde atrás es quizás uno de los mayores ardides del futbol.

Ni siquiera un cuarto de hora le costó al conjunto local tomar el pulso del Puebla, sólo con el uruguayo Vicente Sánchez como delantero avanzó con el sólido punto de apoyo en el brasileño Rosinei.

Hubo un momento crucial: el primer error del Puebla resultó una revelación para Ángel Reyna, quien a partir de ese momento estuvo como poseído por el genio. Robó una pelota que convirtió en el primer tanto, después adivinó un pase filtrado de Rosinei para hacer el segundo y en el tercero incluso anotó con cierto desdén: lo hizo en ralentí, despacio, tomándose el tiempo para esperar el centro de Vicente Sánchez y definir con lentitud, acomodar la pierna y luego el botín para meter la pelota casi de mala gana.

Ese espíritu contagió a Sánchez, quien se volvió un demonio ambicioso que pensaba que su posición se juega en toda la cancha. El único atacante se retrasaba para enviar pases artesanales o para pelear cuerpo a cuerpo. En ese terreno nadie en la defensa poblana podía contra el uruguayo, quien cambiaba de velocidad, se amarraba, amagaba, engañaba y peleaba pelotas incluso a ras de suelo.

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El defensa Aquivaldo Mosquera rechaza el balón en la disputa con Félix Borja, del PueblaFoto Víctor Camacho

Los dos goles de Vicente Sánchez fueron un discurso de virtuosismo con los pies. El primero, articulado con dos compañeros impecables: Rosinei como punto de equilibrio y Rolfi como amague, para que finalmente el uruguayo cerrara la pinza con un tanto que era una celebración al juego bonito.

Pero el América parece tener el retorcido placer de complicarse todo. Pudo terminar en una delirante goleada ante un rival que apenas se notaba en la cancha, pero de pronto esos errores puntuales volvieron como maldiciones. Kevin Rojas titubeó en una salida con el capitán Pável Pardo y Félix Borja interceptó para anotar.

Transformación

Para la segunda mitad algo importante debió transmitirles el técnico Héctor Hugo Eugui, pues Puebla regresó como si fuera otra escuadra: los hombres fantasmagóricos, temerosos y grises se trastocaron en rabiosos jugadores dispuestos a pelear cara a cara.

Los visitantes empezaron a morder terreno hasta alcanzar la meta de Memo Ochoa, arquero bajo la mirada severa al que le llueven pelotas y críticas. Ayer en cuatro ocasiones el portero vio cómo los balones pasaban por sus costados sin que pudiera alcanzarlos.

A punto de terminar el juego, el gol que empataría el marcador estuvo rondando al cada vez más inseguro Ochoa. Esa sombra de una eventual vergüenza se diluyó cuando el árbitro dijo que el juego terminaba, en esta tarde en que el América dominó, metió cuatro goles en el primer tiempo y coqueteó con el peligro.

Al final, Eugui admitió que duele perder cuando su equipo consiguió cuatro anotaciones, pero no quería parecer iluso: cuando recibes cinco tantos, difícilmente puedes remontar un marcador.

Desde la lectura americanista, el técnico Carlos Reinoso hizo su propio balance: ganar 5-4 es mejor que ganar 1-0. El Maestro no puede, no quiere responder si es terrible llevar una ventaja tan amplia y estar a punto ser alcanzado: “Nos metieron cuatro, pero metimos cinco… recibir cuatro goles y perder, eso sí debe ser horrible”.