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Guerra a Libia
Los refugiados acampan en el desierto sin comida ni agua

Todos los días mandan armas por el camino desde Bengasi, ojalá puedan enviar alimentos también

La mayoría de la clase trabajadora era empleada del gobierno; hoy lleva meses sin recibir salario

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Un barco turco con 250 heridos de la ciudad libia de Misurata llegó ayer a Bengasi. El ferry de Ankara, que fletó el gobierno turco y se convirtió en barco hospital, atracó ayer en el bastión rebelde para recoger más heridos. Más tarde se dirigirá a TurquíaFoto Reuters
The Independent
Periódico La Jornada
Lunes 4 de abril de 2011, p. 24

Sauhat, Libia., 3 de abril. La anciana estaba sentada cruzada de piernas sobre un tapete dorado y negro, en un intento de hacer que la tienda en medio del desierto donde ella y su familia han ido a parar tenga un poco de apariencia de hogar.

“Kadafi se acercó a mí. Le dije: ‘somos tus vecinos, pero no tenemos nada. Tu revolución lleva 20 años, pero nosotros no tenemos electricidad ni agua’ –relató Malez Mohammed, de 84 años–. En ese tiempo nos dio trabajo y construyó carreteras. Pero ahora se ha vuelto loco: sus perros vinieron a la aldea y se pusieron a matar. Por eso tuvimos que dejar nuestras casas.”

Más de 300 personas acampan alrededor; han abandonado su aldea para huir de las brutales batallas de la guerra civil, pero no hay manera de escapar a las privaciones que enfrentan como refugiados en su propia tierra. Y creen que sus penalidades durarán hasta el fin del conflicto.

“No hay agua ni electricidad; tenemos poca comida –dijo Malez Mohammed, meneando la cabeza–. Muchos niños están enfermos, pero no sabemos adónde llevarlos. Una joven tuvo a su bebé en una tienda, sin ninguna ayuda médica.”

Mientras la atención del mundo se centra en la campaña militar y en las maniobras diplomáticas en torno al conflicto, se ha desatado una aguda crisis humana y la comunidad internacional no parece hacer gran cosa al respecto.

El Programa Mundial de Alimentos de la ONU ha comenzado a distribuir ayuda, pero casi todo su personal extranjero está estacionado en Bengasi, debido a la falta de seguridad fuera de la capital del gobierno rebelde. Inevitablemente, las zonas del frente son las más afectadas. Los residentes de Sauhat se vieron forzados a mudarse luego que volaron misiles sobre sus hogares y jóvenes de sus comunidades resultaron muertos y heridos. Las tropas de Muammar Kadafi cortaron las líneas de electricidad de la zona, la reserva de agua se secó y los saqueadores se llevaron la bomba.

Los aldeanos se mudaron tan rápido como les fue posible con las ovejas y camellos que son su medio de subsistencia. Sin embargo, su nuevo hogar, en un paraje quemado por el sol, ofrece poca hierba para pastar o agua. No hay forraje disponible y los rebaños son sacrificados para acompañar con algo de carne la dieta de pan y unos pocos vegetales.

El gobierno provisional de oposición necesita demostrar a sus patrocinadores occidentales que puede cuidar a la gente en el territorio que reclama como su jurisdicción, y funcionarios en Bengasi sostienen que se envía comida y otros productos esenciales a quienes los necesitan. Pero en el principal centro de distribución, en Ajdabiya –la única otra ciudad que queda en manos de los revolucionarios–, nunca hay suficiente. Salé Mohammed, quien trabaja allí de voluntario, comentó: Tenemos cientos de personas haciendo cola aquí. Les damos lo que tenemos, pero al final tenemos que decirles que se vayan. ¿Qué podemos hacer?

Los precios se han mantenido bajos en las pocas tiendas abiertas en la ciudad; no ha habido intentos de especular. Pero en un país donde la abrumadora proporción de la clase trabajadora eran empleados del gobierno, la mayoría de la gente lleva meses sin recibir salario.

Sauhat dista apenas 25 kilómetros de Ajdabiya, pero, como la ciudad ha cambiado de manos entre los rebeldes y el régimen cuatro veces en siete semanas y en los caminos ocurren bombardeos todos los días, la ayuda es escasa.

Mohammed Aregeh, el jefe civil, señaló: “Ahora estamos más lejos y tenemos que traer todo desde lugares distantes, incluso el agua. No queremos regresar a la aldea porque aún no es segura, así que tenemos que quedarnos aquí, aunque en esta sola tienda duermen 50 hombres.

Ahora que los hombres de Kadafi han retrocedido hasta Brega hay oportunidad de que la gente en Bengasi nos envíe más comida. Todos los días mandan armas por el camino, así que tal vez puedan mandar comida también.

Sarhim Bel Qassim se pregunta si llegará más ayuda. Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña ayudan en esta guerra. Si sus aviones no hubieran bombardeado a su ejército, Kadafi aún estaría en control aquí. Nos sentimos agradecidos por eso, pero somos civiles y sería bueno que nos mandaran algo de víveres también. Las cosas están muy difíciles. Iría yo a comprar comida porque no queremos que los niños pasen hambre, pero no he recibido mi pensión en meses y no sé cuándo volveremos a recibir dinero.

En el campamento los niños no tienen escuela. El gobierno provisional cerró las que había ante supuestas amenazas de que quintacolumnistas del régimen usaran a los alumnos como escudos humanos.

Ahmed Ibadulá, de 17 años, quiere unirse a los rebeldes. Traté de llegar al frente, pero ya no dejan pasar a quien no lleve un arma. Conseguiré un arma y me uniré a ellos. ¿Por qué no? ¿Qué caso tiene vivir así? Es mejor morir peleando.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya