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En Ciudad Juárez sólo los muertos están a salvo

No hay perspectiva de futuro, porque no hay en el gobierno conciencia del problema real. Pasó algo similar cuando salieron a la luz los feminicidios. Había una postura de incredulidad, decían que era una invención de las organizaciones no gubernamentales

La inseguridad no es un problema de percepción

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La comunicadora denuncia que ha recibido presiones de las autoridades mexicanas para que matice o calle mi vozFoto Armando G. Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 13 de abril de 2011, p. 14

Madrid, 12 de abril. Judith Torrea es vasca, del norte de Navarra, pero donde en realidad aprendió a ser mujer y periodista es en su Juaritos. En la urbe más peligrosa del mundo, Ciudad Juárez, Torrea registra los muertos y la estela de dolor y desesperanza que deja a su paso la guerra del presidente Felipe Calderón contra el narcotráfico, pero también la intensidad y fortaleza de una sociedad que no pierde la sonrisa a pesar de las adversidades y de las nefastas consecuencias de ésta.

Juárez en la sombra (Aguilar) es el libro en que Torrea reúne una selección de crónicas que ha ido acumulando en sus 15 años de historia en Ciudad Juárez. Sus textos los escribe y luego intenta publicarlos en algún medio, nacional o extranjero, o simplemente los sube a su blog (http://juarezenlasombra.blogspot.com/). Desde ese portal de Internet, Torrea ha conseguido varios premios de prestigio, entre ellos el José Ortega y Gasset de periodismo –el año pasado– y hoy el BOB Reporteros sin Frontera que concede la televisión pública alemana.

Ciudad Juárez me enseñó a vivir. Es una ciudad que quiero. Nunca me he sentido española. Soy de origen navarro, pero soy vasca. Soy del norte y vengo de una familia en la que mi abuelito hablaba euskera cuando se inició la guerra civil española. Siempre me he sentido vasca, pero quien me dio la identidad fue Ciudad Juárez, cuando crucé ese puente y sentí por vez primera en mi vida que pertenecía a un lugar. Mi Ciudad Juárez me enseñó a vivir, a ser mujer, a ser periodista y a aprender cada día de todas esas personas que frente a toda esa injusticia que viven no han perdido la alegría por vivir, explicó Torrea en entrevista con La Jornada.

Desde que su voz adquirió relevancia internacional, tanto en España como en Brasil, Estados Unidos y Alemania –donde da conferencias y cursos–, Torrea reconoce que ha recibido muchas presiones de las autoridades mexicanas para que matice o de plano calle mi voz. Desde su trinchera informativa ha denunciado y criticado algunos hechos que marcan el día a día de la sociedad juarense, como el asesinato de la activista y víctima Marisela Escobedo o la huida en bloque de la familia Reyes Salazar. Sólo de recordarlos se le llenan los ojos de lágrimas. Se indigna y lanza su vómito de justicia, como ella lo llama.

Creo que en México estamos en una situación muy peligrosa. Cuando las autoridades niegan lo que realmente está pasando para defender sus intereses, no se aborda el debate de fondo para poner en marcha medidas efectivas para detener lo que considero es uno de los mayores genocidios en la historia, que está ocurriendo ahora en Ciudad Juárez y en el resto de México, señaló, tajante, tras dar los datos oficiales de la violencia: más de 30 mil muertos en todo el país y sólo en Ciudad Juárez 8 mil 500.

“Lo que más me interesa es lo que sucede después de que la policía encuentra los muertitos, pues lo que pasa en esta mal llamada guerra contra el narco no es un problema de percepción, como dice el gobierno de Calderón Hinojosa. La situación ha llegado a tal punto, que el peligro está sólo en el hecho de estar vivo. Los únicos que están a salvo son los muertos.

“No hay perspectiva de futuro, porque no hay en el gobierno conciencia del problema real. Creo que pasó algo similar hace 15 años, cuando salieron a la luz los feminicidios en Ciudad Juárez. Había una postura de incredulidad, decían que era una invención de las organizaciones no gubernamentales. Ahora ese discurso de supuesta incredulidad es el que están empleando en la guerra contra el narcotráfico. La mayoría de los que mueren no tienen ni para pagar un funeral, que cuesta entre 2 mil y 3 mil pesos.”

A Torrea le duele especialmente su Juaritos, como llaman coloquialmente los habitantes a su urbe. Ciudad Juárez es el paradigma del capitalismo. Es una localidad donde mucha gente vive en régimen de esclavitud, porque las maquiladoras imponen condiciones infrahumanas. Además del régimen de esclavitud también hay una desigualdad terrible y un racismo latente, que viene desde la Conquista. Cuando los españoles llegaron a México y mataban a los indígenas, porque creían que tenían el demonio, ahora, aunque de otra manera obviamente, esa cultura sigue viva en México. Las personas de origen español o blancas que tienen más poder, en lugar de pensar en el otro como igual y hacer políticas sociales y económicas para todos, se dedican a lo contrario. Piensan que los otros, los indígenas o morenos, no tienen los mismos derechos que ellos. Por eso a los empresarios no les importa pagar a todas esas empleadas de las maquiladoras 500 pesos a la quincena, afirma.

Además, los más de 10 mil huérfanos que ya dejó “la guerra de Calderón. No sólo son huérfanos de padres, sino también de las autoridades mexicanas, que no hacen nada a pesar de que esos niños se pueden convertir en los sicarios del futuro. Ahora, con esta guerra para controlar el negocio del narco, el fenómeno de la violencia está tiñendo todo de sangre. Así que mi libro es un grito de auxilio más, un vómito de justicia. Mis crónicas pretenden dar una visión más completa de lo que realmente está ocurriendo en Ciudad Juárez, donde nos estamos acostumbrando a vivir entre cadáveres, y eso no es normal”.

De las cuestiones que más le preocupan, además de la violencia y el asentamiento en la sociedad de cierta tolerancia a la barbarie, Torrea señala con especial énfasis el acuerdo suscrito por la mayoría de los medios de comunicación con el gobierno para unificar los criterios informativos relacionados con la violencia y el narcotráfico. “Ahora mismo los periodistas tenemos que informar más y mejor. Si los comunicadores no contamos las historias que tenemos que contar, nos convertimos en cómplices de las masacres que se cometen en la llamada guerra contra el narco. Debemos contar las matanzas y lo que ocurre después de que te matan a un hijo. Contar las cosas con perspectiva histórica y análisis de futuro, porque es indigno ver cómo los políticos o los responsables de las fuerzas del orden cuelgan delitos a las víctimas de la violencia para justificar sus muertes. Parece que si eres narcotraficante tu vida no tiene valor. Y eso me parece indignante. O que el presidente Calderón diga que la situación está mejorando. Le pregunto: ¿en qué? Actualmente, desde que comenzó su guerra, el mayor peligro en Ciudad Juárez es estar vivo. Desde que se inició todo aumentó: muertos, violencia, corrupción, delitos y muchos negocios pagan tanto al crimen organizado como a los policías federales. Es una urbe que demuestra que en México, en la práctica, no existe el estado de derecho”.

Y señala sin tapujos las mentiras oficiales: Cuando el presidente Calderón dice que en Río de Janeiro hay más muertos y se vive peor que en México, está mintiendo. Ahí están las estadísticas. Da mucha rabia que en un momento tan importante no se vea la realidad como es. O cada vez que escucho a Calderón o a Lujambio (secretario de Educación) hablar de los asesinados o de los chivos expiatorios, me pregunto qué sentirán las madres de esas víctimas. Al programa Todos somos Juárez le llamo cada vez somos menos, porque desde que empezó somos más de 3 mil menos. Además, es un plan que sigue los esquemas de la corrupción y es de claro espíritu electorero, cortoplacista.

Por último, Torrea reconoce que las presiones oficiales contra ella van en aumento. He recibido muchas más para matizar mi voz y para callarla. Obviamente por autoridades, pero no van a silenciar nuestra voz. Vamos a seguir mostrando lo que está pasando, y en esto yo sólo soy una voz más, la de una bloguera. Por eso también ese lenguaje seco, que recuerda el sonido de las balas o las metralletas, para mostrar todo lo que ocurre en una ciudad donde la democracia no existe.