Número 180 Jueves 7 de Julio de 2011 Director fundador CARLOS PAYAN VELVER Directora general CARMEN LIRA SAADE Director: Alejandro Brito Lemus
| | Joaquín Hurtado Caravana del desconsuelo Yo pertenezco allá donde los guerreros compartían dichosos su simiente. Cómplices nos fumábamos la hombría con astillas de marfil y marihuana. Luego nos rifábamos la mortaja más suntuosa. Le jurábamos fidelidad al tálamo de la peste alborozada. Me bendijeron tiempos de infames machos besos. Tantos que hasta los regalaba a mis amigos. De mi secreto paraíso de gendarmes hoy solo quedan cruces y pelados esternones. Ya me hice al paisaje de cascos y metrallas. Pasajero soy entre hachazos y bazucas. Casa de temeroso silencio en fragor de gatilleros. Apeñuscado salmo a merced de las pistolas. Hoy habito en el umbral donde los muertos sólo son cifra y estrategia. Vaho de cal perro en anónimo pavimento. Daño colateral y resignado. Extraviado en la resaca de las rosas. Me elevo sobre zanjas y calaveras trituradas. Aquí los pepes desuellan a los juanes que serán cocinados por los pedros en ácidos rencores. Aleteo en el huizache y me enredo a las almas destripadas. Me aprieto al sueño del hijo que huye por los campos del insomnio. Vuelvo al desamparo de carcomas y gusanos. Sin vísceras que puedan florecer en los sepulcros. Sin boca sin garganta sin hilos que detengan el estrépito del tiempo. Escupo al general y no le ofrezco ni agua al sardo. Menos lo invito a dormir en el lecho de mi novia. Desde mullido palacio escucho los vesperales de acento ajeno. A la luna maldigo con imprecaciones de apocado. Comulgo con el Cristo y exijo que le reventemos su pecho de sicario. Con lujo de esquirlas clamo paz a martillazos. Me alcanzo el sexo y las arterias mortecinas. Le miento a mi corazón un mañana luego hasta pasado jamás. Derribo un helicóptero artillado con plegarias seculares. Una ráfaga kalisnikov ilumina las órbitas del barrio. Son sólo niños jugando a las luchitas con tiernas garras de caníbal. Cabalgan en el corcel de la muerte más violenta. ¿Hay otra acaso? Podría ser aquella donde la paz es camino o migaja de gorriones. O parto de sonatas y risas despejadas. Me placeo a esperar la caravana del consuelo de la madre y los hijos muertos de los muertos. Se me ofrecen a granel en horizontes de marañas emotivas. Mi sacrificio no es otra labor que un pronunciar de aves disecadas. Paso del asombro a los horrores. No hay nombres para la guerra declarada a los espectros. La voz se me fuga bajo sospecha de herejía. La saliva me regresa a su clausura. No se encienden más rescoldos en la lengua. En la intemperie de la rabia. Desierto ya de vocales. Me llega un hombre. Leve como versando entre mariposas. Incólume a pesar de tanto dolor en el charco de sus ojos. Me doblego ante el poder del alma en pena: ¿Sabe usted por ventura quién ha matado a mi muchacho? Sicilia le dicen todos pero su nombre es muchedumbre. S U B I R | | | | |