Opinión
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Jazz

Después de 39 años de vida clausuran el Club New Orleans

G

ustos musicales aparte, el New Orleans –o el Nueva Orleáns, como lo nombraba todo mundo– era un lugar emblemático de la ciudad de México. Lejos de importar que en los últimos tiempos su oferta musical girara primordialmente alrededor de los clásicos y el estándar, el público en general, y los jazzófilos en particular, asistían o frecuentaban este club precisamente por eso, por la seguridad de que ahí podían sumergirse en los aromas del blues y el jazz tradicional mediante músicos de primer nivel, aunque también, por supuesto, por la comodidad de sus instalaciones, por su ubicación en pleno San Ángel, por su cocina, por su carta de vinos y por esa suerte de aura que ondulaba sobre él desde hace 39 años.

Bueno, pues resulta que el pasado 22 de julio, sin más, la delegación Álvaro Obregón decidió clausurarlo. Los argumentos: una queja ciudadana (anónima) por el ruido excesivo y la falta de cinco cajones de estacionamiento, ya que el lugar sólo cuenta con veinte de estos cajones (…). No es broma. Pero en fin; si nos vamos a la primera razón de la clausura, podemos afirmar desde esta columna que eso es totalmente falso; si usted se sale del Nueva Orleáns, lo único que escucha es el tránsito nocturno de la avenida Revolución.

La segunda razón es grotesca, porque entonces deberían empezar por la clausura del Sanborns que está a una calle de distancia, donde no hay un solo cajón y uno tiene que dejar el coche en un pequeño estacionamiento que les da chance a los clientes de los búhos.

“No es justo –comenta Octavio Torres Borgo, dueño del lugar–. Si fuera cosa de violencia, de armas, de escándalos, de drogas o cosas así, se podría entender; pero esto no tiene ninguna razón de ser. En casi 40 años que tenemos aquí, nunca hemos tenido un solo problema con los vecinos ni con los clientes, ni con las autoridades. Nunca… nada. Alguien me quiere amolar. Nadie me dice quién levantó la queja en la delegación; yo ya les demostré que ni el lugar ni mis clientes causan problemas de ningún tipo, pero nadie quiere oír.

“Ya tramitamos un amparo y uno de lo contencioso. Estamos en eso, a ver qué logramos resolver… es una situación muy difícil. Hace 15 años, así nomás porque sí, nos pusieron esa terminal de microbuses exactamente frente a la puerta del New Orleans; esto nos redujo la clientela del día casi ciento por ciento, pero aguantamos y nos quedamos con el servicio nocturno. Eso sí fue muy agresivo. Y mira, deja ya el aspecto artístico y cultural, que claro que son muy importantes, pero además aquí trabaja mucha gente; entre los músicos y los empleados del restaurante, de aquí dependen más de 50 familias, que desde hace 10 días están sin fuente de trabajo.”

El restaurante bar New Orleans empezó a funcionar en 1972 con el nombre de Musicafé Dos. En un principio se presentaban músicos de infinidad de estilos, aunque cuidando siempre la calidad interpretativa y la propuesta artística de todos los involucrados. En aquel entonces lo mismo llegaba un grupo de jazz que de rock, blues, tango, zarzuela, música clásica o el pop en la mejor de sus acepciones.

Todavía se recuerda el inusitado palomazo entre Liza Minelli y los Hermanos Castro, o los de Ron Carter, Cecil Taylor, la familia Brubeck, Clare Fischer, Tania María, Paquito D’Rivera, Randy Brecker y muchos otros etcéteras del mismo calibre. En el terreno nacional, por ahí desfilaron las leyendas de Chilo Morán, Juan José Calatayud, Olivia Revueltas, Tommy Rodríguez, Freddy Manzo, Leo Carrillo, Ponchito Martínez, Mario y Tino Contreras y otros tantos que escapan a la memoria y el espacio.

Fue ahí también donde se gestó el ya célebre grupo Sacbé, cuando Eugenio Toussaint se iniciaba en el jazz fusión y tomaba el Musicafé Dos de cuartel general, para ensayar ahí durante el día y tocar en las noches con el grupo Cuadrología, antecedente inmediato de Sacbé.

Anécdotas hay muchas. Ojalá que Octavio Torres se decida un día a contarnos toda esta historia. Por lo pronto, él se encuentra totalmente concentrado en el rescate de este mítico lugar de San Ángel, donde tres generaciones se han reunido a través de los años, con regularidad, con obstinación de feligreses, para celebrar la vida en la mejor de las formas: oyendo buena música. Salud.