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Ver día anteriorSábado 5 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Las reformas estructurales en el debate
L

a exigencia de reformas estructurales se ha convertido en el tema central de la candidata panista a la Presidencia, Josefina Vázquez Mota. Con uno u otro motivo, siempre acude a este reclamo sin aclarar el contenido específico del mismo. Sus seguidores han tomado esta confusa bandera ampliando el desconcierto sobre su alcance.

Por reformas estructurales los panistas parecen entender la necesidad de cambios en materia energética, fiscal y laboral. En el primer tema plantean en esencia la privatización; en el segundo, incrementar el IVA, y en el último, impulsar su reforma a la Ley Federal del Trabajo.

El candidato priísta, Enrique Peña Nieto, por su lado, pretende posicionarse a partir de una imagen de cambio, buscando que la población olvide que su partido gobernó durante más de 70 años, generando muchos de los problemas que hoy sufrimos: corrupción, endeudamiento, inseguridad, pobreza, subdesarrollo tecnológico, desempleo, empleo precario y subasta del patrimonio nacional, acompañados de una desbocada apertura comercial que lesionó gravemente la industria nacional y el campo, sembrando con todo ello la inseguridad y la violencia que hoy sufrimos. El PAN mantuvo y profundizó el mismo proyecto económico y social del PRI. Los resultados hablan por sí mismos: más pobreza, desigualdad, poco crecimiento económico y acelerada destrucción del medio ambiente. En otras palabras, cada vez vivimos peor.

Si comparamos las políticas aplicadas por el PRI y el PAN encontramos grandes coincidencias, por ello les resulta difícil a las personas encontrar diferencias entre las plataformas de unos y otros. Ejemplo de ello es que los gobiernos panistas mantuvieron en sus cargos a los principales operadores priístas en actividades estratégicas, como las relativas a los sectores hacendario y financiero.

En el terreno laboral, es evidente que ambos sostuvieron y promovieron una política de contención salarial apoyada en una estructura de control y corrupción gremial-empresarial. Desde que llegaron los panistas al gobierno, hace 12 años, a partir de los llamados principios de la nueva cultura laboral hicieron causa común con el corporativismo que tanto habían criticado en el pasado. Siguiendo los consejos del sector empresarial más conservador, que se oponía a un proceso de democratización en este sector, el PAN puso su triunfo en manos de la Coparmex, abdicando del ideario humanista y democrático contenido en sus documentos fundacionales. El colmo en este proceso fue el allanamiento de Josefina Vázquez Mota –quien perteneció a esa organización patronal–, realizado en favor de la propuesta laboral priísta: les firmamos completa la iniciativa de ley, dijo, al tiempo que daba la consigna a todos los legisladores de su fracción para que signaran a ciegas, creyendo ingenuamente que con ello colocaban contra la pared a los priístas que ya habían dado marcha atrás en el proceso de reforma.

De repetir en el debate el eslogan de las reformas estructurales, la candidata estará obligada a demostrar que sus propuestas orientadas a reducir la estabilidad en el empleo, facilitar el despido y disminuir su costo lograrán acreditar, como señala su iniciativa, el mejoramiento del empleo y la competitividad, lo que no ha logrado esa política de flexibilidad unilateral, sino al contrario, ha incrementado su precarización, provocando la profundización del conflicto social.

Por su parte, el representante de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, podrá demostrar que una verdadera reforma estructural en favor –no en contra– de la gente es aquella que permite incrementar los empleos formales y de calidad sobre la base del crecimiento económico, la mejora salarial y la redistribución del ingreso por la vía fiscal y el combate a la corrupción; creando, como lo señala el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo, con sede en la UNAM, encabezado por Rolando Cordera (La Jornada, 27/03/2012, p.9), un círculo virtuoso de fortalecimiento del mercado interno que dé posibilidad a una era de progreso, desarrollo productivo y protección social universal. Esta estrategia, que ha demostrado su éxito en otros países, es la que está contenida en el Proyecto Alternativo de Nación.

Resulta evidente la intención de blindar al candidato priísta en el estrecho formato del debate a realizarse el día de mañana; para ello pondrá énfasis en los llamados compromisos, más que en los proyectos que cada candidato representa y que han estado presentes en su de- sempeño político y en su historia personal. Convendría al respecto hacernos algunas preguntas: ¿A qué intereses han respondido cada uno de ellos? ¿Han gobernado para la gente o para grupos de poder? ¿Han desarrollado políticas de protección social o han favorecido la acumulación individual de la riqueza? ¿Qué tanto han enfrentado la pobreza y la desigualdad con las políticas puestas en marcha a partir de sus diferentes responsabilidades públicas? ¿De qué lado estaban los miles de hombres y mujeres que marcharon el pasado primero de mayo hacia el Zócalo de la ciudad y la mayoría de los jóvenes estudiantes de las universidades públicas y privadas que dan aliento a la esperanza? No se diga de los otros indignados impedidos para estudiar o trabajar.

Bien se sabe que las promesas suelen ser producto de estrategias de promoción electoral, el punto es reflexionar con cuál de los candidatos nos iría mejor, con qué grupos económicos o políticos están vinculados cada uno de ellos. Tan simple como esto, a qué abanderado apoyan los más calificados científicos, humanistas, artistas y luchadores sociales; cuando de movilizaciones se trata, a cuál asiste la gente por voluntad propia, no acarreada, amenazada, comprada o esperando alguna dádiva a cambio de su asistencia y de su voto. En otras palabras: cuál candidato ha demostrado con hechos que está del lado de la gente y tiene como preocupación vital mejorar el país y construir un futuro para todos, especialmente para las nuevas generaciones, a las que cada día se les niega más la posibilidad de una vida segura y digna.

El verdadero debate es si se sigue dando al enfermo la misma medicina o se le fortalece integralmente para que supere sus males.