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Por el desgajamiento de un cerro, construirían para ellos una Ciudad Rural Sustentable

Denuncian damnificados en Chiapas las promesas incumplidas de darles vivienda

Son 200 personas de 48 familias las que sobreviven hacinadas en un predio de Jaltenango

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Los damnificados de la comunidad Nueva Colombia no saben cuándo les entregarán las casas prometidas, pues les han dado más de cinco fechas de entrega y nada que les cumplenFoto Gloria Muñoz
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 5 de mayo de 2012, p. 20

Jaltenango, Chis. En un campamento de damnificados similar a una ciudad perdida, dentro del deportivo de esta localidad cafetalera, al sur del estado, sobreviven más de 200 moradores bajo techos de lámina y paredes de plástico negro, con temperaturas que rebasan los 30 grados centígrados. Hacinados, sin condiciones de higiene, a veces con agua y otras sin nada, esperando que se cumpla la promesa del gobernador Juan Sabines y que nos entreguen las casas que nos prometieron en la Ciudad Rural Sustentable de Jaltenango. Ha pasado un año cinco meses de aquella promesa gubernamental y no hay nada hasta el día de hoy, lamentan los pobladores.

Originarias de la comunidad Nueva Colombia, donde vivieron hasta que las fuertes lluvias de octubre de 2010 desgajaron el cerro y las obligaron a refugiarse en la ciudad de Jaltenango, las familias damnificadas fueron recibidas primero en una bodega de café y más tarde trasladadas a este deportivo en el que, dicen, contamos los minutos para irnos. No saben cuándo les entregarán las casas prometidas, pues les han dado más de cinco fechas de entrega y nada que cumplen.

La promesa incumplida del gobernador es el traslado de los damnificados de Nueva Colombia a una de las seis ciudades rurales construidas y/o planeadas para Chiapas. Las dos que ya se encuentran funcionando, con cuestionamientos de sus moradores y de organizaciones civiles de Chiapas son Nuevo Juan del Grijalva y Santiago del Pinar; en construcción están Jaltenango, Ixhuatán y Emiliano Zapata y, en estudio, Copainalá.

A la llegada de esta reportera al campamento de damnificados, los hombres y mujeres se agrupan para hablar. Se dicen desconfiados, pues sólo vienen a preguntarnos y luego se van y no pasa nada. Además, aseguran, el otro día nos regañaron de la presidencia (municipal), nos dijeron que no debemos dar ninguna explicación a los periodistas, porque ellos lo único que quieren es ganar y se acabó. Nos dijeron que ustedes vienen a sacar su información y lo graban todo y lo venden, pero que eso nos perjudica y que por eso no debemos hablar.

Venimos aquí cuando se cayó el cerro de Nueva Colombia y nos aventó a la gente. Estuvo grande el problema y acá nos albergaron. Tuvimos ayuda del gobierno, pero ya desde hace rato que no hay nada y no nos entregan las casas, se lamenta uno de los entrevistados.

La verdad es que aquí estamos apretujados, desesperados ya. La vida es triste. En marzo nos dijeron que nos iban a entregar. Ya estamos en abril y nada. A ver cuánto falta todavía. Al principio, cuando llegamos, porque el cerro se desgajó, éramos muchos, pero ya se fue la mayoría. Ahorita sólo quedamos 48 familias, más de 200 personas, señala una de las mujeres. Todas se niegan a dar su nombre porque, insisten, nos regañan.

En un recorrido por las improvisadas casas se aprecia la precariedad extrema: fogones a la intemperie, colchonetas o periódicos para acostarse, paredes de plástico, tendederos que dividen un techo de otro, mujeres acarreando agua y la visible fatiga de la espera. Estamos sufriendo en este gran calor. Ya queremos nuestra vivienda, si es que nos van a apoyar.

Los hombres han regresado a trabajar a sus cafetales en Nueva Colombia y duermen en sus casas, aunque la comunidad ha sido catalogada como zona de riesgo. Si no es de la tierra entonces de qué vamos a vivir, de dónde comemos, señalan. Se trasladan a trabajar y regresan al deportivo cada semana o cada 15 días, por lo que las familias viven partidas.

A unos kilómetros del deportivo se construye la Ciudad Rural Sustentable del Café Jaltenango, obra que, según datos oficiales, en octubre de 2011 tenía un avance de 39 por ciento. Decenas de albañiles van y vienen de las pequeñas casas que se levantan en esta región sureña del estado. Sus 625 casas serán habitada, dicen, por pobladores de nueve localidades: Emiliano Zapata, San Joseíto, Piedra Blanca, Las Brisas, El Cacao, Las Maravillas, Ranchería El Triunfo, Buenavista y Nueva Colombia.

Lo mismo que el resto de las ciudades que conforman este proyecto, las casas son extremadamente pequeñas. Cuentan con un patio trasero y un pequeño espacio para un corral de unas cuatro gallinas. La obra, se anuncia en la página del gobierno del estado, tendrá un costo total de 427.7 millones de pesos. Sobre el predio de 80 hectáreas se construyen dos iglesias de diferentes religiones, escuela y supermercado. Los vigilantes no dejan tomar fotografías, aunque permiten el paso.

En Nueva Colombia era más fácil todo. Nos ayudábamos a vivir con las verduras del campo, con nuestros animales de traspatio, con nuestras gallinas y puercos. Aquí no tenemos nada, por eso se regresó la mayoría y ya no quiso esperar, pues no quisieron dejar sus tierritas. A lo mejor ya cuando nos entreguen lo que nos prometieron se vienen los demás. Aquí estamos los que estamos aguantando, señala uno de los damnificados en el deportivo.

Por ratos, dice otro, se olvidan de nosotros. El gobierno dice que no va a faltar la comida, pero muchas veces nos abandonan. Hay ocasiones que no vienen a su momento y los niños son los que más sufren.

Nos han dicho que cuando nos den nuestra casa vamos a poder seguir trabajando la tierra. Otros dicen que ya no, y que aquí nos van a dar trabajo. La verdad es que no sabemos bien cómo va a estar, señala otro vecino que se dice preocupado porque en las ciudades todo cuesta y no hay tierra, por eso si nos vamos a vivir a la ciudad rural vamos a seguir manteniendo nuestro pedazo de tierra, lo poquito que nos dejó la tormenta.

Según las anunciaron como lugares en los que la gente no sólo vivirá en un lugar digno, las ciudades rurales son un enigma para quienes tienen ahí una casa prometida: El gobierno nos dice que será una ciudad rural sustentable. No sabemos qué es eso, pero ojalá haya un buen proyecto. En las ciudades todo es comprado y nosotros no tenemos lo necesario. Nosotros somos campesinos, estamos acostumbrados al trabajo.