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Puntos sobre las íes

Mariano Ramos (Segunda parte)

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Mariano RamosFoto Archivo
Q

ué grande fue

Qué miedo le tuvieron

Cómo lo combatieron

Bien, en nuestra anterior colaboración, hacíamos referencia a las tristes y criticables administraciones que, durante su peregrinar taurino, tanto perjudicaron al Torero Charro de La Viga, y el peor de esos pasos fue cuando uno de sus mentores decidió sacarlo de los cosos de nombre y prestigio para llevarlo a unas placitas portátiles, suponemos que propiedad de él mismo, cobrando la renta de sus cosos a los organizadores.

¡Ajúa!

+ + +

Y así fueron transcurriendo los días, mientras Manolo, Eloy y Curro se repartían las cerezas del pastel y Mariano colectaba migas, en tanto algunos piratas de la pluma festejaban la decisión del diestro de La Viga –lana de por medio–, hasta que llegó el momento en que Mariano abrió los ojos, mandó por el más amplio de los tubos a su mentor, sólo que los intereses en su contra recurrieron a una de sus tantas y criticables mañas: el sórdido y jamás reconocido boicot: las amenazas a las empresas si lo contratan, olvídense de nosotros, y también no pocos ganaderos doblaron la cerviz y no aceptaban que Mariano toreara sus astados.

Cuanta porquería

Sólo que no es fácil tapar el Sol con un dedo, y fue por ello que algunos criadores de bravo, sabiendo bien lo que era la poderosa muleta de Mariano, desoyeron amenazas y volvió Mariano a figurar en los carteles, retomando la senda de los grandes triunfos y, además, a la México, cuando Manolo Martínez, llevado por uno de sus temperamentales arranques, decidió romper con la empresa que entonces regenteaba el embudo de Insurgentes, y su entonces gerente, Carlos González, convenció a Manuel Capetillo padre de volver a vestir de luces, firmando, a la vez, a Mariano.

Y todo cambió

Qué tardes de Mariano, qué faenas, qué poderío el suyo, ante la desesperación de quienes le habían cerrado el paso y las consabidas críticas de la prensa vendida, que trataban de tender un velo a lo que conseguía el de La Viga, pero aquellos no dormían, así que hubo arreglo con la empresa de la México y, de nueva cuenta, el tratar de hacer a un lado al torero charro, lo que a medias consiguieron.

Mariano, justo es decirlo, era de otra pieza: no dado a las intrigas, ni a ese tipo de maquinaciones y se limitaba a sus quehaceres ante los astados, y cuando su nombre rayaba ya a grandes alturas en plazas del extranjero muy por abajo del agua volvieron a surgir las malas mañas, los bloqueos y la cortesía de aquellos ganaderos que se plegaron a los deseos de los que no podían con el gran torero y máxime cuando consiguió el mayor triunfo de su carrera, por no escribir que el mayor de todos y el más sonado.

Con Timbalero

Astado de Piedras Negras, con edad, peso, trapío y casta para dar y prestar.

El imponente Timbalero era, como decimos, todo un toro, al que había que poderle, pues de lo contrario él torearía al torero.

Así como suena

Comenzó Mariano su trasteo cerca de tablas, pero el de Piedras Negras sabía para que tenía los pitones, y con fiereza se le fue encima a Mariano con ganas de prenderlo, pero el torero era mucha pieza para rajarse o poner tierra de por medio, así que con o tres soberbios muletazos de tirón se llevó a su enemigo y, ahí, en pleno centro del redondel, le recetó tres o cuatro soberbios doblones y dos pases de la firma –firmazos– que rindieron a Timbalero a la formidable muleta garra de Mariano, en tanto los tendidos coreaban y festejan con estruendos olés, lo que se escribió para la historia.

Con letras de oro

No recuerdo bien si Mariano, pinchó al entrar por uvas, pero nunca podré olvidar que lo despachó fulminándolo y cuando se esperaba que la autoridad concediera los máximos trofeos, todo quedó en una orejita.

Y vino la bronca

Pero ni por esas, entonces en desagravio, un grupo de enardecidos aficionados quiso bajarse al ruedo para pasearlo en hombros, sin conseguir sus propósitos, pero, eso sí, al final del festejo cargaron con él en calidad de héroe.

La hazaña quedó inmortalizada en una placa en la gran plaza y esperemos que no la hayan removido.

Qué recuerdos de aquello

Y otra vez el tirano espacio

En dos semanas volveremos.

(AAB)