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La coreografía sumergirá al espectador en un ensueño poético, señaló Gilberto González

En blanco recrea la búsqueda obsesiva del amor con arte vivo y atmósferas oníricas

Se concibió como pintura en movimiento; hoy, última función en el Teatro de la Danza

Foto
En la coreografía En blanco, la atemporalidad y la fantasía juegan con el deseo de los amantes y la imposibilidad del encuentroFoto Carlos Ramos Mamahua
 
Periódico La Jornada
Domingo 21 de julio de 2013, p. 6

La expresividad corporal y emocional de la coreografía En blanco sumerge al espectador en una atmósfera onírica y poética, para hablar del amor platónico y de la búsqueda amorosa, explicó el coreógrafo y director Gilberto González.

Se trata de una obra pensada como pintura en movimiento, en la que se amalgaman escenas que cambian de orden.

Con estos cuadros se trata de representar la búsqueda obsesiva del amor, en un ámbito en el que se confunde la realidad con la fantasía.

Anhelos, ansiedad, nostalgia, deseo, la evocación de un amor perdido, olvido y esperanza se desvanecen en la memoria, en los sueños, en la vigilia, de un ser amoroso, a veces etéreo, cuya dicha siempre se le escapa de las manos y no distingue si camina sobre el mar, si vuela o se desplaza acostada.

Es un ser que se enfrenta al abismo de sus fantasías. Se trata, a final de cuentas, de una historia en la que las almas gemelas se buscan sin encontrarse.

Donde la atemporalidad y la fantasía juegan con el deseo de los amantes, con sus anhelos y la imposibilidad del encuentro.

La obra es distinta a la que se escenificó en temporada el año pasado, la cual, era mucho más básica.

Se han transformado escenas y se ha nutrido la parte escenográfica y musical, detalló el creador escénico, quien durante más de 15 años encabezó la compañía de danza Onírico, y que con este trabajo agrupó un nuevo elenco.

Lo que apreciará el espectador, explicó, es lo que la obra original nos ha ido conduciendo. Desde el principio ha sido un experimento al que nos hemos prestado quienes nos involucramos en este proyecto. Somos una especie de equipo coreográfico-técnico, pues igual movemos detrás de todo lo que hay en escena.

Ha sido una especie de laboratorio y working progress. Por vez primera experimentan con una máquina que no requiere electricidad ni combustible, que permite al bailarín o bailarina elevarse para causar el efecto de que vuela. Es una especie de palanca, que se opera manualmente, creada por tres diseñadores industriales y un ingeniero de la Universidad Nacional Autónoma de México.

No se trata de tensores que cuelgan del techo. No es un arnés. Consiste en una palanca en cuyo extremo tiene un especie de asiento, que puede girar 360 grados. El reto fue que el actor o bailarín pudiera tener facilidad en sus movimientos, que pudiera tener soltura y gracia, es decir, que pudiera conservar su capacidad interpretativa, comentó Adolfo Balfre Nieto, diseñador industrial.

Por el tamaño del teatro, en la coreografía En blanco se hace uso de ella a su mínima capacidad y por breves instantes.

La idea es, posteriormente, explorar las posibilidades de ese aparato, pues finalmente es un mecanismo de riesgo. Pero, en este caso, se utiliza a su mínimo aprovechamiento. Estas funciones fueron un pretexto para pensar cómo podemos darle el mejor uso, dijo González.

Con el auspicio de Prodanza, En blanco se presentó ayer, y dará su segunda y última función este domingo, a las 18 horas, en el Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque, ubicado en Paseo de la Reforma y Campo Marte, atrás del Auditorio Nacional.