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Ruy Pérez Tamayo, prefesor emérito de la UNAM, presentó su nueva obra en Veracruz

Los científicos, una especie en extinción; no hay dónde trabajar

El problema de la ciencia en México no es de calidad, sino de cantidad, afirmó en la Feria Internacional del libro que ogarniza la UV

No se abren nuevas plazas ni se crean instituciones, destacó

Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 15 de mayo de 2014, p. 2

Xalapa, Ver., 14 de mayo.

El problema de la ciencia en México no es de calidad, sino de cantidad, dijo Ruy Pérez Tamayo, profesor emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante la presentación de su libro Diez razones para ser científico, que tuvo lugar en la Feria Internacional del Libro Universitario (Filu 2014), que organiza la Universidad Veracruzana, y que en esta edición está dedicada a la ciencia y la tecnología.

Nosotros tenemos científicos del mejor nivel internacional, la calidad no es problema nuestro; es la cantidad, es el número de gente que se dedica a la ciencia, dijo.

En México, hay un promedio de cinco científicos por cada 10 mil personas económicamente activas, mientras países como Japón tienen un promedio de 70 por cada 10 mil habitantes.

Y el problema no es sólo que haya poca difusión y poca oferta de trabajo, sino que no hay dónde trabajar. La mitad de los alumnos que he tenido laboran en el extranjero, porque se fueron a hacer estudios de posgrado, regresaron a México, y no hay dónde trabajar. No se abren nuevas plazas, no se crean nuevas instituciones.

De las 10 razones para ser científico, que plantea su libro, y luego de un recuento personal sobre las inquietudes que lo llevaron a seguir el camino de la ciencia, Pérez Tamayo hizo alusión a la razón número ocho: la necesidad de incrementar la masa crítica de científicos que hay en México.

“Los científicos somos una especie en extinción, y la solución para nosotros, para alcanzar a los países desarrollados, sería que nuestro himno nacional, en lugar de decir piensa ¡oh Patria, querida! que el cielo un soldado en cada hijo te dio, dijera piensa ¡oh Patria, querida! que el cielo un científico en cada hijo te dio. No obstante, reconoció que lo último, es poco probable.

Ruy Pérez dijo que México necesita impulsar el número de personas que se interesan en la ciencia. Y para lograrlo hay que convencer a la población de la importancia de dedicarse a ella.

Pero, ¿cómo los convencemos en un mundo donde lo que cuenta es lo que se tiene y no lo que es; en el que cuánto tienes es más importante que el cuánto sabes; en el que el cuánto te va beneficiar es más importante que el cuánto contribuyes? La única respuesta que se me ocurre a esta pregunta, que me parece legítima, es hacer luchar, con todo lo que tenemos, todo el tiempo, contra todo lo que se oponga a esto.

En la presentación de su libro, Ruy Pérez Tamayo hizo un recuento de su historia personal. Contó que en su infancia él no pensaba en ser científico ni en estudiar medicina, “yo sólo quería ser como mi hermano mayor, que me llevaba año y medio. Para mí él siempre fue un gran personaje: si él hubiera sido bombero, yo lo hubiera sido, pero decidió ser médico, y entonces yo fui detrás de él.

Éramos una familia muy pobre. En 1943 todos los libros de medicina estaban en francés, de modo que si yo estudiaba lo mismo que mi hermano, no sería necesario comprar nuevos libros, ya los teníamos. Y esa fue la razón por la que mi hermano menor estudió medicina también.

Rcuerdos de universitario

De su época universitaria, Pérez Tamayo destacó su amistad con Raúl Hernández Peón –uno de los primeros neurofisiólogos de México–, a quien su papá le había construido un pequeño laboratorio de fisiología en el sótano de su casa, en la colonia Roma de la ciudad de México.

“Una de las cosas que me enseñó fue a cazar gatos, porque esos animales trabajábamos; como no los podíamos comprar, me enseñó la técnica para cazarlos en las azoteas de la casas de esa colonia, en las noches.

“Raúl tomaba un gato, lo anestesiaba, lo amarraba a la mesa de cirugía, lo operaba, le medía la presión, el pulso, la respiración, estimulaba los nervios alrededor de la arteria renal… era extraordinario, algo insospechado, muy pronto yo ya quería ser investigador como él”.

Durante la presentación del libro Diez razones para ser científico, se informó que el 23 de marzo, el Consejo Universitario General de la Universidad Veracruzana formalizó la Cátedra Ruy Pérez Tamayo, ejercicio académico que inició en 2005, a propuesta de la Dirección General de Investigaciones.